Escuchaba que alguien gritaba mi nombre desde lejos... No, en realidad se escuchaba como yo si estuviera dentro del agua y quién me llamaba estaba afuera y me gritaba para auxiliarme con miedo de meterse al agua. Sentía un dolor muy agudo en mi estómago y eso provocó que me encorvara abrazándome a mí mismo, quería vomitar, la cabeza me daba vueltas y el maldito oxígeno no llegaba a mis pulmones, pensé que iba a morir, pero entonces aquella desesperada voz se hizo más fuerte y ya no se escuchaba como si estuviera fuera de mi área, sino que había logrado entrar.
El tacto de unas grandes palmas sobre mis hombros me asustó, demasiado, tanto que reaccioné empujando al dueño de esas manos pues por un momento creí que era Félix... Creí que era ese hombre que ayudó a arruinar parte de mi vida.
— ¡NO ME TOQUES!— Grité sin saber con certeza quién estaba frente a mí.
Miraba una oscura silueta o mejor dicho una mancha negra... Con no saber qué era eso pude sentir como mi cuerpo se iba helando y erizando. Quería huir pero mis piernas no respondían, también quise gritar... Quise gritar el nombre de Aleksey... Quería que él me salvara.
Sin embargo esa silueta volvió a acercarse e iba tomando forma, pude reconocer ese esbelto cuerpo, esos rubios y desordenados cabellos, esos ojos color esmeralda tan llenos de preocupación, era mi único salvador. Con solo verlo mi cuerpo pudo responder y me lancé sobre él abrazándolo con fuerza, quería asegurarme que no era una tramposa visión y su calor me afirmó que era más que real, empecé a llorar por culpa de todo el huracán que estaba dentro de mi cabeza destruyéndome.
Sus brazos me rodearon dándome seguridad, era lo que más rogaba para este momento. Pude calmarme pero el dolor seguía presente y no tengo idea de cuánto tiempo seguirá... Al menos sé que Aleksey estaría a mí lado y no se iría. Él estaba hablando pero no podía entenderlo bien pues mi mente me seguía torturando con asquerosos recuerdos de Félix. Lo único que logré entender fue una pregunta y era para saber qué ocurría conmigo... Eso ni yo lo sé.
— Solo no dejes pasar a ese hombre... Por favor no dejes que me vea, no permitas que yo lo vea—. Le hablé sin importar cuan quebrada sonaba mi voz.
Pude sentir como se tensaba, estaba seguro que malos pensamientos cruzaban por su mente. Claro, ver a alguien que amas hecho mierda en sólo segundos y luego de ese pedido ¿qué otra respuesta había?
— De acuerdo, me encargaré de eso. Dalo por hecho—. Respondió mientras acariciaba mi cabello.
Yo me escondí en su pecho con esperanzas de que mi cuerpo se desintegre y así ponerle fin a todo este desastre, hoy no era mi día ¿Por qué no pudo ser un día normal? ¿Por qué no pudo ser un día con el mismo ritmo monótono? Sin altos ni bajos, solamente un día tranquilo... No como hoy.
Mis piernas finalmente perdieron sus fuerzas y si no fuera por el rubio mi cara estuviera estampada en el suelo, sus fuertes brazos me sujetaron evitando el desastre, a los pocos segundos se las arregló para cargarme, yo no reaccioné a nada, era como una muñeca, podía controlarme físicamente a su gusto y yo no me quejaría, no tenía las energías para hacerlo.
Me llevó a la cama acomodando suavemente mi cabeza sobre la almohada y sus largos dedos me apartaban rebeldes cabellos de mi rostro. Por un momento logré darme cuenta de lo mal que se veía su rostro, estaba sufriendo sin saber qué pasaba conmigo. Sin darme cuenta levanté mis manos para acariciar su rostro, no quería verlo así por mi culpa.
— Perdóname—. Fue lo único que logré decirle, y lo decía en serio. Era culpa mía que su linda sonrisa había desaparecido.
Él no respondió con palabras, él se agachó a dejarme un simple beso sobre mi frente y acarició mi mejilla con su dedo pulgar.
— No tienes porque pedir perdón, deja que yo me encargue de este asunto. Quédate aquí, yo iré a solucionar a mí manera esto, tú descansa amor.
Asentí e hice caso, cerré los ojos dispuesto a echarme a dormir pues era lo mejor que podía hacer. Estar con él me calmaba mucho, y si él no estuviera a mi lado en este momento no tengo ni idea de lo que sería de mí, estaría peor que ahora.
— Por favor regresa pronto Aleksey.
Sus labios se encontraron con los míos regalándome un suave y necesitado beso, gracias a ese gesto logré sonreír una vez más. Él se separó y antes de marcharse volvió a acariciar mi cabello, observé su figura desaparecer por la puerta mientras yo volvía a acomodarme y tal vez echarme una siesta. Mi mente estaba tranquila a comparación de hace unos minutos.
Los segundos pasaban y la calma aún seguía por milagro, sin embargo un escándalo quiso interrumpir, eran gritos cargados de ira y el dueño de aquella enojada voz la conocía muy bien, era Aleksey. Antes de poder levantarme todo se detuvo luego de un portazo. No comprendía si esa era la manera de Aleksey para solucionar la situación.
"Aleksey por favor regresa conmigo"
Me repetía a mí mismo, hasta que finalmente se cumplió, sentí su calor a mi lado, sentía su aroma, sentía su ser. Abrí los ojos y lo primero que veo es su mano, y al segundo vistazo noté que su puño estaba cubierto de sangre. Me alarmé demasiado que me levanté de repente para ver su estado. Él estaba tranquilo mirándome como si algo estaba mal conmigo, no veía ni una herida en él, y antes de poder preguntarle qué era lo que había sucedido en su mano él volvió a acostarme y me rodeó con su brazo.
— Tranquilo pajarito, eso en mi puño no es mío, tú solo duerme. Hablaremos de esto mañana, no pienso presionarte.
Intenté bloquear cualquier pensamiento, no quería pensar en absolutamente nada pero esa sangre en su puño me lo hacía imposible... No creo que Aleksey haya sido capaz de matar a ese hombre... No, no no, eso es imposible... Aunque sabiendo lo impulsivo que puede llegar a ser todo era posible... ¡NO! ¡Eso no! Aleksey no puede ser un asesino ¿verdad?
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El Nokken que ahogó de amor a un pajarito
Teen FictionEl pajarito de plumas cafés yacía en el suelo con las alas quebrantadas, desamparado y preparado para que las frías manos de la santa muerte se lo lleve, cerró sus ojos y comenzó a contar los días que pasaron recapitulando cada pesadilla que vivió y...