CAPITULO UNO

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Camino por la plazoleta del parque hasta el puente de madera color rojo. Me acerco al borde del puente recostando mi peso sobre el barandal de madera y observo el pequeño rio que pasa bajo el puente. Dos peces juegan persiguiendo la cola del otro ¿Cuánto tiempo llevo esperando?

—Hola.

—Ya era hora, comenzaba a pensar que no vendrías.

—Lo siento —Me dice Uno. Su respiración es agitada, probablemente por correr hasta aquí—, tenía que hacer un informe, ya sabes cómo son estas cosas.

—No, no lo sé —Respondo cortante.

—Bueno, pronto lo sabrás. Dos cada vez es más lento, no me sorprendería que fueras la siguiente en remplazar a uno de los doce.

Doy un bufido volviendo mi vista al rio. Los peces ya no están.

—Oh, vamos no te enojes —Me dice haciéndose a mi lado.

Señalo el rio sin decir nada.

—¿Qué es? —Dice asomando la cabeza, uso mi legado del agua haciendo que un chorro de agua moje su cara.

—¿Es enserio? —Pregunta limpiándose la cara.

—Eso te pasa por presumido —Digo con una sonrisa traviesa.

—Ya te dije que no tenía como negarme —Dice aun limpiándose.

Es cierto, no tenía como negarse.

Pero eso no quita que haya roto nuestra promesa, se suponía que los dos formaríamos parte de la mesa de los doce, juntos. Uno fue seleccionado por los otros once cuando uno de los ancianos (el número Uno) falleció, dejando un puesto vacío ya electo para el nuevo integrante. El nuevo Uno, el más joven de toda la historia en integrarse a los doce ancianos. Mentiría si dijera que no siento felicidad por él, no solo fue electo por ser el ya seleccionado remplazo, sino por ser el más fuerte de todos los de la nueva generación, sin mencionar que termino su entrenamiento avanzado dos años más rápido que cualquiera en la historia Loucr.

—Como sea.

—¿Estás enojada? —Me pregunta a lo cual solo respondo ignorándolo—. Bueno, entonces creo que ya no quieres estos.

Mi vista pasa del lago a su mano en la que sostiene una caja de dulces. Estiro mi mano rápidamente para quitársela, pero él es más rápido.

—¿Estás enojada? —Pregunta con una sonrisa burlona.

—Dame los dulces y te lo diré.

—No lo creo, no se los quiero dar a alguien que está enojada.

—Bien—Digo rendida.

En un rápido movimiento tomo la caja y corro.

—Hey, eso es trampa.

—No es trampa, solo es estrategia —Le grito mientras corro para que no me quite la caja.

Corro esquivando la gente que se me cruza saltando una que otra piedra en el camino hasta que Uno me toma de mi vestimenta.

—Te tengo —Me dice levantándome de la cintura.

—Eso es trampa, tú tienes super velocidad —Me quejo.

—Y tú tienes mis dulces.

—Tú me los regalaste.

—No, no lo hice.

—Bueno, entonces déjame decirte que acabas de perder una caja de dulces.

Ambos reímos un poco.

El Diario De Dos | Saga La Voluntad De UnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora