CAPITULO SEIS

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Estoy de pie mirando por mi ventana las dos mega lunas que apenas están apareciendo, deslizo mis pies descalzos ante el frio del piso, apenas está oscureciendo y no me eh dejado de ver las lunas desde que empezaron a asomarse. Abel entra a mi habitación y lo primero que hace es regañarme por estar descalza ya que en esta temporada siempre hace más frio de lo usual.

—¿Qué traes ahí? —Le pregunto sentándome en mi cama.

Abel deja una bolsa junto a mí y lo primero que hago es ver la blusa blanca la cual saco inmediatamente.

—Conociendo lo distraída que eres sabía que ibas a olvidarlo.

Doy un bufido un tanto indignada por el comentario, por supuesto que no iba a olvidar mi cita con Uno. Aunque si olvide comprar algo para la ocasión.

—Gracias.

—¿Qué pasa?

—Ah, bueno —Digo al darme cuenta que me descubrió, pensé que no se me notaria la expresión si la disimulaba, pero parece que no puedes ocultarle algo así a alguien con quien ha estado cuidando de ti toda una vida—, solo estaba pensando.

—¿En qué piensas?

—Bueno es que ya ha pasado mucho y eh estado pensando en cómo serían las cosas cuando yo ocupe el lugar de uno de los ancianos ya sabes, Uno fue el primero de nosotros, pero por ello también ha perdido contacto con Teo, su mentor. Ellos aún se mantienen en contacto claro, pero aun así sería raro para mí el ya no estar recibiendo ordenes sino dándolas.

—Mmm si —Dice Abel en un suspiro—, has crecido mucho, sobre todo después de recibir tus herencias —Miro mis manos y las cierro ante las palabras de Abel—. Pero eso no debe preocuparte —Me dice colocando su mano sobre mi cabeza—, siempre estaré ahí para regañarte, incluso los ancianos merecen ser regañados de vez en cuando.

Rio por el comentario de Abel y la miro, ambas reímos por el momento seguido que la empujo con el peso de mi cuerpo.

—Me siento extraña —Confieso.

—Es parte de crecer. Estarás bien —Abel se levanta de la cama y va hasta la puerta—, mejor alístate nos iremos en una hora.

Asiento con mi cabeza y ella cierra la puerta.

Después de tomar un corto baño y vestirme me pongo frente al espejo viendo mi vestimenta; decidí ponerme una falda blanca de seda que llega casi hasta mis tobillos para que combinara con la blusa blanca que me regalo Abel, la blusa consiste en unas mangas largas con unas aberturas desde mis hombros hasta mis antebrazos.

Mi cara se vuelve una mueca al ver mi cabello que no combina con mi vestimenta, siempre llevo mi cabello en coleta para que no me moleste, incluso había hecho coletas para ver si salían con esta vestimenta, pero al ver que nada salía opte por ir con el cabello suelto.

Fui con Abel y vi su vestimenta, era blanca igual que la mía, aunque, probablemente todos estén de blancos ya que es la vestimenta tradicional.

Una vez salimos de casa caminamos rumbo al hangar donde una nave nos esperaba, antes hubiéramos tenido que celebrarlo aquí pero ahora que Uno es uno de los grandes líderes y tenemos una invitación directa por parte de él, eso de celebrar desde casa estaba en el pasado.

En el camino nos topamos con Doce y Nueve y claro obviamente con sus mentores. En el camino los tres vamos más adelante que ellos para poder hablar entre nosotros mientras nuestros mentores hablaban entre ellos, ya saben, eso de cada quien por su lado. Al llegar al hangar pude notar que la nave que nos esperaba era la única en todo el lugar.

El Diario De Dos | Saga La Voluntad De UnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora