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Siento a la chica disimuladamente apartarse y colocarse detrás mío. El chico está a punto de saltar sobre ella y no entiendo el motivo, muevo mi ceja en desconcierto mientras lo miro.

—Esteban, ¿puedo hablar contigo un momento?—.

—¿Quién eres? —Fue mi cruda respuesta, pude observar claramente como su rostro se deformo en una mueca de dolor.

—¿Qué quieres? Isaac—.

Habló ella aun atrás de mí, podía sentir su mano temblar en su débil agarre.

—Celeste, solo hablaré con él  unos momentos para ver que quiere y nada más.

Justo en ese momento el teléfono de Esteban que estaba en mi bolsillo sonó, sin importarme  nadie ni tampoco quién era el que llamaba, contesté.

«—En una hora y media es la junta, tienes que estar presente tú.»

La voz de Romina sonaba molesta. Me había olvidado completamente de la junta de hoy por la empresa por tomar la decisión de manera apresurado.

«—Manda a alguien por mi y manda a alguien rastrear mi ubicación, urgente—.» Fueron  mis indicaciones para luego terminar la llamada, el chico llamado Isaac me miró con una ceja alzada a lo que no tomé importancia, ya me iba a divertir  con el más adelante.

—Tengo que irme.

Apenas lo dije me di vuelta y me encamine lejos de ellos sin permitirles decirme nada, todas las personas con las que me cruzaba se apartaban de mi con muecas de asco e insultos susurrados. Sentía mi magia correr con furia sobre mi sangre y mi guardián molesto.

«—Sabes que podríamos hacerlos papillas a todos en tan solo segundos.» La gruesa y áspera voz de Kodak sonaba molesta y decidida.

«—No somos iguales a ellos, sólo mejores y justamente eso les vine a demostrar.» Lo tranquilice mientras lograba calmarlo y seguir mi camino.

Llego a un edificio con plataforma para helicóptero y espero unos minutos hasta que el helicóptero con el logotipo de la empresa inmobiliaria llega y aterriza. De ella bajan Romina y Von Trein quien vienen con otra persona mas, miro ese cabello negro y esos ojos penetrantes y gélidos y lo reconozco al instante.

—¡Franco!—. La emoción en mi voz es palpable. Ya había pasado un buen tiempo desde la última vez que nos habíamos visto.

—¡Idiota!—. Reí ante su comentario mientras los veía a ellos acercarse hasta estar a muy pocos centímetros de mí.

—Ya van a comenzar—. Acusó Romina mientras giraba los ojos en dirección nuestra.

—Son jóvenes, Romina. Déjalos ser.

Entre platicas muy amenas y chistes de parte de los tres hacia mí, volvimos a subir al helicóptero que despego bajo mi estricta orden rumbo a mi empresa en Nueva York. El viaje duro unos cuantos minutos a mi parecer trás ponerme al día con mi amigo y bajamos justo en la azotea de la inmobiliaria.

Estaba sentado en la cabeza de la mesa en el lugar que anteriormente ocupó mi padre, los buitres me miran con una pizca de desprecio y envidia a lo que yo les sonrió con cinismo. El notario familiar al igual que él abogado y escribano están presentes mientras se lee el testamento. Bajo estrictas palabras de mi padre he quedado con todo lo que poseía, incluso la empresa, hasta que cumpla la edad de dieciocho estará bajo la tutela de Romina y ella quedará como SUB-CEO teniendo yo el poder definitivo en cualquier caso importante.

Sonrío recordando que hasta mi padre y madre confiaron en Romina como yo y no nos equivocamos en lo que hicimos hace ya doce años atrás.

«Flash back

Estábamos en una cafetería bastante modesta a las afueras de la bulliciosa ciudad de Nueva Jersey donde una señorita bastante joven, a mi parecer de unos veintiséis años, muy amable y educada nos estaba atendiendo.

—¿Necesitan algo mas? —Preguntó de una manera profesional haciendo que mi curiosidad por ella despertara, era una completa desconocida  pero algo de ella me decía “ayudame”.

Al papá negar ella simplemente se retiro a atender a los otro clientes.

—Papá, ¿ella esta triste? —Cuestioné de manera inocente a lo que mi madre y mi padre rápidamente me observaron.

—No lo creo hijo, ¿Por qué crees eso?—. Me habló mamá tomando mi mano por sobre la mesa.

—Lo siento, pero siento su tristeza mamá.

Mi madre miró a mi padre y luego a mí con una duda en sus ojos y apretó un poco más su mano contra la mía.

—Christofer, ¿qué habíamos hablado de tu magia frente a los demás? —Reprendió mi padre.

—No puedo controlarlo, —sentí una lágrima caer por mi mejilla y mi respiración acelerarse—. Mami, perdón...

Mi mamá rápidamente se acerco a mi y me abrazo. Sentía cada vez más tristeza y mi pecho doler, no podría mantener mas tiempo mi poder al margen sin que se manifestara. Justo en un momento mis ojos y oídos dejaron de mostrarme a mis padres y parecía ver a través de otros ojos y oídos.

—¡Ratera! Te mandaré a la cárcel por ladrona, muchacha—. Acusaba un hombre gordo y horrible a la persona que compartía sus ojos conmigo.

—Eso es mentira, yo no robe nada—. Se defendió una voz que reconocí al instante, era la meseta de hace unos momentos.

—Ya veras, te mandaré a refundir a la cárcel a no ser...

La sonrisa que ví casi me provocó arcadas y un temblor se extendió por todo mi cuerpo.

—Quiero que te acuestes conmigo.

Esas simples palabras lograron hacer que pierda el contacto mágico que había permitido que yo escuche y vea lo que ella.

—Papá, esta en problemas, por favor ve por ella—. Mi padre me miro y noto el terror en mis ojos por lo que sin duda corrió en su búsqueda.

—Ya, tu papá se encargará—. Me tranquilizó mamá.

—Mami, ese hombre quería hacerle cosas malas y meterla a la cárcel. ¿Por qué hay gente así?

Mi madre me miró asombrada y sin saber que responder. Solo seco mis ojos y me dijo:—Por cada diez villanos nace un héroe capaz de hacerles frente, y uno de esos héroes eres tú.

Las palabras de mi madre las guarde siempre en mí corazón. El acto de papá de confiar en aún  teniendo tan solo cinco años para  rescatar a la mesera del dueño de la cafetería al que mi padre encerró en prisión. Romina, quedó contratada como secretaria de mis padres y rápidamente ganó nuestro cariño y respeto. Su vida desde ahí fue cuesta arriba aunque a pesar de ser tan bonita aún no conseguía a la chica ideal para ella.»

Una vez terminado todo salí con Von Trein, Romina y Franco hacia la casa en el coche de la empresa.

—Amigo, he notado que tienes una ropa y aroma bastante peculiar.

—¿Cómo peculiar? —Le pregunté ante su tono un tanto serio.

—Hueles dulce, no exactamente a algo dulce... Ehhhhh... No se como describirlo—. Soltó de repente esa diatriba frente a la casa cuando llegamos.

Bajamos los cuatro del auto, Franco aún con su mirada sería se acerco a mi un poco y comenzó a oler la ropa.

—¡Oye!—. Me quejé a lo que él me gruño en respuesta.

Justo en ese momento Esteban abrió la puerta de mi casa en una silla de ruedas.

Franco miró a su dirección y luego me miró a mi y así siguió repitiendo esa acción hasta que el Tren se acerco y le dio un zape por la cabeza.

—Ya para que te vas a desnucar.

Soy Tu Reflejo©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora