•The8•

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   Todos sabemos cuánto le gusta a Ming Hao el arte y, precisamente ese día, él estaba inspirado. Se sentó en un banquillo delante de su caballete y comenzó a trazar con su lápiz el lienzo que estaba por pintar.
   ___, quien acababa de ducharse y había decidido vestirse cómodamente con una camisa y unos shorts, se colocó detrás de él, observándolo.
—¿Te gusta lo que ves? —preguntó él en tono burlón.
—No te imaginas cuánto... —contestó ella, refiriéndose a las buenas vistas de los anchos hombros del chico.
   Él se dio la vuelta para mirarla y le sonrió. Al lograr divisar un poco de lujuria en sus ojos, el chico no dudó ni un segundo; dejó su lápiz sobre la mesa y se levantó de su banquillo, encaminándose hacia la chica, que se encontraba a solo unos pasos.
   La tomó de la cintura y pegó sus labios a los de ella. Entre besos que solo aumentaban el calor corporal que sentían los dos, Ming Hao guió a la chica hacia el sofá y la empujó suavemente para que ella cayera sobre este, que se encontraba a sus espaldas. Una vez la chica se encontraba recostada allí, lo miró traviesamente.
—Ming Hao, píntame como a una de tus chicas francesas —bromeó ella.
   El chico río.
—Lo haré luego, primero déjame explorar tu cuerpo para conocer mejor lo que voy a pintar —contestó el artista.
   Se colocó sobre la chica como si de su presa se tratara. Comenzó a dejar besos en su cuello y luego bajó por su pecho, desabotonando poco a poco su camisa, que para su sorpresa, escondía los senos libres de la chica, sin sostén alguno. Con cada prenda que él quitaba, lograba deleitarse aún más con sus vistas; comenzaba a amar su piel desnuda.
   Con la chica ya desnuda sobre el sofá, Ming Hao buscó en el bolsillo de su pantalón un preservativo y se desvistió, dejando ahora que la chica se deleitase con las vistas. Una vez desnudo, se colocó el preservativo y volvió a montarse sobre ella.
   Él la miró directamente a los ojos y entró en ella. Cada estocada que daba era como tocar el cielo con los dedos para ella, eran lentas pero firmes; los dos eran capaces de sentir el placer del otro.
   Como él era astuto, logró encontrar el punto dulce de ella fácilmente. Cuando él tocó ese punto, ya no eran gemidos los que salían de la garganta de la chica sino agudos gritos. Él, al darse cuenta, comenzó a dar estocadas con más fuerza sobre ese punto.
   En la habitación retumbaban el sonido de los fuertes gemidos de la chica y el choque de sus pieles. Todo eso para él era como música. Realmente disfrutaba darle placer y ver cómo ella reaccionaba.
   Rápidamente la chica llegó al orgasmo y Ming Hao debió dar unas estocadas más para llegar él también. Cansado por todo el esfuerzo, él se recostó al lado de ___ y, mientras recuperaba el aliento, acariciaba su cabello.
—¿Cómo haces para ser un artista también en el sexo? —preguntó ella, alucinada.

SEVENTEEN • One Shots +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora