•Joshua•

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   Sentada en el sofá, holgazaneando, ella veía la televisión, ya que no tenía nada mejor que hacer. Había estado todo el día en casa, por lo que aún vestía su pijama, que consistía en unos shorts bastante cortos, pero muy cómodos, y una blusa simple.
   Escuchó el ruido de la puerta de entrada y unos pasos, por lo que, levantándose de un salto, se incorporó y corrió en aquella dirección, esperando quedar entre los brazos de su novio. En cambio de eso, él la ignoró y se sentó en una de las sillas que se encontraban alrededor de la mesa del comedor.
   La chica, confundida, se acercó a él.
—Cariño, ¿estás bien? —preguntó, extrañada.
—Sí, lo siento, es que tuve un mal día —contestó él.
—No pasa nada, tienes derecho a tener un mal día.
—Princesa, ven aquí —dijo, palmeando sus piernas.
   Obedientemente, ella se sentó a horcajadas sobre él y rodeó sus hombros con sus brazos. Él, rodeo su cintura con sus brazos y hundió su cara en su cuello. La chica sonreía, pensando que ese era un abrazo inocente, hasta que sintió cómo el chico mordía fuertemente su cuello.
—Oye, ¡eso duele! —exclamó ella, separándose un poco.
—¿No te gustó? —preguntó él, con una sonrisa traviesa, la cual dejaba ver que sus pensamientos no eran del todo inocentes.
   Ella no contestó aquella pregunta. La realidad era que no estaba del todo extrañada, ya que lo conocía muy bien. Sabía que Ji Soo tenía dos facetas: la dulce y romántica, y la salvaje y dominante. Aún así, él nunca dejaba el respeto de lado, nunca le haría nada que ella no quisiera. Y la chica lo tenía bien en claro.
   Él era un chico de patrones. Cuando estaba en su faceta romántica, repartía tiernos besos, suaves caricias, y lentos movimientos de sus caderas al penetrarla en lo profundo de su feminidad. Y cuando estaba en su faceta dominante, y la menos frecuente, manoseaba todo su cuerpo, daba fuertes estocadas, no importa en cuál de sus entradas, y de vez en cuando nalgueaba a la chica.
   Normalmente, Ji Soo estaba de buen humor y era muy amoroso con ella todo el tiempo, pero ninguno de los dos podía negar que, de vez en cuando, era divertido y excitante tener sexo en vez de hacer el amor.
—Si no me das respuesta, tendré que inventar una a mi gusto... —dijo, sonriendo ladinamente, para luego comenzar a besar, dejando marcas, la zona donde anteriormente había mordido.
   La tomó de las piernas y la cargó hasta la habitación, donde la arrojó en la cama y se quitó la camiseta. Se subió encima de ella y la besó salvajemente, quitándole a la chica el aliento. Se separó de ella y desvistió completamente a la chica, dejándola desnuda ante él.
   Recorrió todo su cuerpo, cada centímetro de su piel, con sus manos y sus labios. Él respartió besos, mordidas, dejó marcas y, por último, dejó un camino húmedo desde los pechos de la chica hasta su vientre, provocando que esta temblase. Él sonrió ladinamente al verla desearlo de verdad.
   Volvió a pegar sus labios a los de la chica. Ágilmente, aún entre besos, él estiró su brazo hacia la mesita de luz que había al lado de la cama y, del último cajón, sacó un preservativo. Bajó sus pantalones hasta una altura suficiente en la que pudiese sacar cómodamente su miembro, y se puso el preservativo.
   Él separó sus labios de los de ella, tomó una de sus piernas y la subió a su hombro. Acomodó su miembro en la entrada femenina y la miró a los ojos. Sin esperar más, entró en ella de una sola vez, provocando un sonoro gemido por parte de la chica.
Las estocadas comenzaron siendo, desde el inicio, salvajes, ansiosas y desesperadas; el chico dirigía toda su fuerza y concentración en estas. Él la conocía lo suficiente como para tener facilidad para encontrar el punto dulce de la chica, y eso hizo.
   Ji Soo lograba aguantar bastante a la hora de tener este tipo de relaciones, por lo que, sumado al punto que estaba rozando en su interior, logró que la chica tuviera dos orgasmos antes de sentir próximo el suyo. Entonces, siguió con sus estocadas hasta correrse dentro de ella.
   Luego de unos segundos, salió de su interior y se recostó a su lado, pasando su brazo alrededor de ella, mientras ella apoyaba su cabeza en su pecho.
—Mi día ya no se siente tan malo ahora... —suspiró, mientras acariciaba el pelo de la chica, quien ya se hallaba dormida en sus brazos.

SEVENTEEN • One Shots +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora