Napoleón

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Te creíste Napoleón pero sos un idiota del montón. ¿Quién te mintió tan feo?

Nadie le avisó al pibe que las únicas luces que se le prenden son las de neón que brilla en un casamiento al que entra como extra. Hay mucha maldad circulando.

Habla de latidos sinceros, palabras rimadas y gestos de caballerosidad que hoy, a cualquiera harían dudar. Cuando vos fuiste te dejé escrito un ya vengo, frase parecida a una invitación de funeral.

Si te hacés el interesante no hay nada para contar que despierte los límites de tu territorio en vista. Si querés simular un conquistador nato en un juego de histeria aviso que sólo dura un par de semanas. Cuando digo un par es real: catorce días de corrido sin francos ni feriados.

Son quince días de gracia, lo que dura la adrenalina. Con suerte puede alcanzar el mes y pasado ese tiempo a vos, Napoleón te queda jugar de visitante y agradecer que otro no haya activado un circuito alternativo. Pero si no hay otro, el problema es el cansancio. Si al territorio en cuestión no le importan los intereses fronterizos ni gastes energía: te mandaron al parque de víveres.

Napoleón sos un idiota del montón con eso del cedes y retrocedes. Aceptalo y soltá, dejá jugar a los demás. Y sino, bancate el hecho posible de un rebote aunque con tu olfato y experiencia sabés de antemano.

Este Napoleón con sombrero adquirido en rebajas cree que el papel de pibe interesante le queda bien. Un idiota, como adjetivo generoso al que le podría aplicar otros tantos.

Napoleón en la guerra la batalla no es contra el frío, las armas de seducción o tu sentido del humor; la batalla más difícil es contra tus miedos de herir ni más ni menos que al ego personal. Por eso, ir de frente te ahorra horas de histeria, dolores de cabeza y citas condenadas al fracaso más temprano de lo pensado.

Reíte, te pasó, te pasa.

JULIETAS DEMACRADASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora