# 2capitúlo

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Me la pasé todo el día en mi habitación, llorando, lamentándome y recibiendo a unos amigos que me habían venido a ver. No tenía muchos, pero al menos algunas personas sí se acordaron de mí y fueron gentiles al visitarme. Mis abuelos habían venido de inmediato cuando se enteraron de lo sucedido, y estaban igual de tristes que yo. En la tarde, la doctora me chequeó un par de veces para controlar que todo vaya bien, y dijo que tal vez mañana ya me darían el alta. Aunque dijo que estaba mejor, me dolía algo la cabeza todavía, me habría golpeado duro.

La puerta se abrió y mi amigo Jared apareció con un ramo gigante de rosas. Seguidamente cerró la puerta y se acercó a mí.

—Hola—dijo con una media sonrisa—¿Cómo te sientes, _______?

—Bien, a pesar de todo.—Hice una mueca.

—Son para tí—dijo extendiéndome el ramo. Le sonreí cuando las tomé en mis manos y las acerqué a mi nariz para olerlas. Tenían un aroma exquisito. Las puse en la mesita que se encontraba a mi lado mientras él se sentaba en una silla al lado de mi cama.

—Gracias, son muy lindas.

—De nada.—Sonrió.Él era un chico muy amable, siempre me trataba bien, estaba conmigo cuando lo necesitaba, y era uno de mis amigos más íntimos, junto con Debbie.—lo siento mucho, ______.

Pero nadie sentía lo que yo. Asentí al mismo tiempo que se me formaba un nudo en la garganta y bajaba la mirada. Segundos después, escucho que se levanta de la silla para luego abrazarme. Sin poder evitarlo, unas lágrimas se escapan de mis ojos mientras me apretaba más a él.

— ¿Por qué, Jared? ¿Por qué a él? —le decía entre sollozos mientras él intentaba tranquilizarme.

—Shh, todo estará bien. —Intentó calmarme, pero no. Las cosas no iban a estar bien.

Jared y Debbie se quedaron junto a mí toda la noche. Después de hablar un poco para hacerme olvidar de las cosas, me quedé dormida. Les había insistido en que fueran a su casa a dormir, pero ellos no quisieron y se quedaron. Amaba a estos dos chicos.

Me desperté y me removí en mi cama. Miró a mi izquierda y veo a Debbie en una silla con su cabeza apoyada en mi cama. Negué con la cabeza ¿Durmió toda la noche así? De repente veo la puerta abrirse, y Jared aparece con una bandeja. Se acerca con una sonrisa hacia mi y deja la bandeja en una mesa, que alcanzo a ver que contiene tres tazas y unas medialunas.

— ¿Cómo te sientes hoy, __________?—Me pregunta, sentándose en una silla al lado de mi camilla.

—Un poco mejor.

—Traje el desayuno. —dijo señalando la bandeja. Luego miró a Debbie y la movió con la mano para despertarla. Ella gruñó y se empezó a quejar, lo que hizo que nos riéramos.

— ¿Qué hora es? —Preguntó una vez que despertó. Tenía todo su pelo alborotado y me pregunté si el mío estaría así.

—Son las diez de la mañana. —Le respondió Jared y la miró tierno. Estos dos chicos no me engañaban, había amor entre ellos, aunque ambos me lo negaban. Yo siempre me doy cuenta de estas cosas, y entre ellos definitivamente surgían chispas.

Luego de desayunar la enfermera entró a la habitación para informarme que me daban el alta. Feliz de que ya me iba de aquí, me levanté de la cama y ella me dio unas cuántas indicaciones antes de que me vaya. También me había dado unas pastillas para que tome cada ocho horas, y que me cuidara. Jared me llevó a mi casa en su auto, ya que yo ahora no tenía. Luego de que los convencí que estaría bien y que quería estar sola, se fueron. Estuvieron toda la noche conmigo, debían estar cansados.

Entré a mi casa, todo estaba oscuro y en silencio. Abrí las ventanas y luego subí a mi habitación. Me quité la ropa y entré al baño para darme una ducha. Disfrute mientras el agua caliente recorría mi cuerpo, cerré los ojos y me relajé. Pero algunos recuerdos de la otra noche volvieron a mi mente. Yo estaba asustada. Me puse aún peor cuando mi papá fue arrojado del auto y seguidamente, se escuchó un disparo. No recordaba nada más que eso, y maldecí por eso. Las lágrimas no tardaron en inundar mis ojos hasta derramarse y mezclarse con las gotas que caían de la ducha.

Salí del baño con una toalla envuelta en mi cuerpo, me sequé y me puse una blusa, un short y mis zapatillas Converse. Sequé y peiné mi cabello castaño claro con sumo cuidado de no tocar la herida en mi cabeza. Lo dejé suelto, dejando caer en cascada mi pelo lacio, fino y suave. Tomé mi bolso y metí mi celular dentro. Y salí de mi casa. No podía ni quería estar más allí, todo estaba tan silencioso. Sin él, todo era diferente, y dudaba que siguiera viviendo allí. Todo estaba color gris y desolado. Caminé por las calles, sin saber a dónde estaba yendo. Sólo necesitaba despejarme, y caminar era lo que me ayudaba siempre. El sol estaba siendo ocultado por nubes, y el cielo se estaba poniendo oscuro. Quizá llueva.

Unas gotas empezaron a caer del cielo, anunciando que llovería. Ya llevaba media hora caminando, y estaba lejos de casa, genial, ahora me mojaría. Di la vuelta y empecé a caminar hacia mi casa, tal vez si me apuraba no me mojaría. Pero empezó a caer más gotas, haciendo que me empapara de pies a cabeza. Busqué en mi bolso algo de dinero, pero no había traído mi billetera, así que no podía tomar un taxi. Tampoco llevaba una campera para poder cubrirme de la lluvia, lo único que me quedó por hacer fue tomar mi bolso y cubrir mi cabeza con él. Corrí lo más rápido que podía hasta que me cansé y bajé la velocidad. No era muy atlética y me cansaba con facilidad. Me paré bajo un techo en la vereda, intentando calmar mi respiración. Luego vi un auto venir, así que se me ocurrió que podía pedirle que me llevara a casa. Me acerqué a la calle, y aún parada en la vereda, estire mi mano hacia el auto, haciéndole señas.

—¡Hey! —Le grité. Pero me ignoró y siguió de largo. Dejé salir un suspiro mientras las gotas recorrían mi cuerpo. Ya no me importaba porque estaba toda mojada. Empecé a caminar nuevamente, pero esta vez lento, sin importarme nada más. Oí la bocina de un auto y giré mi cabeza hacia la calle. Un Range Rover rojo se encontraba cerca de la vereda. No sabía si me estaba tocando a mí, pero lo confirmé cuando el vidrio se bajó y un chico con una sonrisa me miró.

—¿Quieres que te lleve? —Me preguntó ahora serio. Lo dudé unos segundos, pero ¿Qué más daba? Me estaba mojando toda y faltaba mucho para llegar a mi casa. ¿Qué de malo me podía pasar?

¿Y si era un secuestrador que buscaba chicas indefensas en las calles los días de lluvia para violarlas? Bien, no. Soy demasiado exagerada.

—Por favor. —Le dije acercándome al auto. ¿Qué más daba? Al menos el chico no era feo...

ιη lσνє ωιтн тнє ωяσηg вσyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora