Jamás pensado.

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¿Ayer que día fue? Fue sábado ¿Verdad? Dios. Me estalla la cabeza ¿Por qué le hice caso a Brooke? No debí ir a esa fiesta, sabía que pasaría esto, sabía que esta iba a ser una gran consecuencia. No debí de haber tomado todo eso y ahora me arrepiento tanto.

La resaca es lo que menos extrañaba de ir de fiesta en fiesta hasta morir, este dolor de cabeza no se lo deseo ni a Jane Mc’Adams.

Salí de mi cama y caminé lentamente hasta el baño, casi me caigo en el camino, pero logré sostenerme.

Cuando prendí la luz, lo primero que vi fue mi reflejo en el espejo y casi doy un gran grito por el susto, no me reconocí. Mi cara estaba toda demacrada y con ojeras y maquillaje corrido bajo mis ojos color avellana, ahora rojos, mi cabello rubio platino estaba hecho una maraña y no me sorprendería si encontrara un nido de aves ahí.

Abrí el caño y lavé mi rostro por un par de minutos hasta que estuvo completamente limpio. Levanté la mirada para volverme a encontrar con mí, ahora más decente, reflejo.

Mataré a Brooke cuando la vea, pero primero debo encontrar alguna aspirina antes de que muera por el dolor.

Apagué a luz y cerré la puerta, caminé hasta el final del pasillo y bajé, con paso súper lento, las escaleras. Cuando estaba por medio camino, sentí algo vibrar en mi bolsillo trasero y llevé mi mano hasta ahí para poder sacar mi celular. Miré el ID del llamante y me di cuenta que Brooke era la persona que me estaba llamando.

-¿Ahora estás feliz?-dije cuando contesté.

-Dallas, no grites-me respondió la pelirroja con voz adormilada-, me duele mucho la cabeza.

¿Es en serio?

-A mí también me duele la cabeza, Brooke-bufé sobándome las sienes, no la veía, pero supe que rodó los ojos-. No debí haber ido a esa puta fiesta.

-Bien que te divertiste, querida-cuando empezó a reír me empezó a doler un poco más.

-Brooke, cállate y ven a mi casa-le ordené cuando hube llegado al final de la escalera-, y trae algo de Starbucks que te esperaré con algunas aspirinas.

-Eres la mejor-escuché el sonido de la puerta de su armario-, en quince estoy allá-colgó.

Arrastré los pies hasta llegar a la puerta del refrigerador, la abrí, saqué una botella de agua y la volví a cerrar. Caminé hasta la pequeña isla y me senté con los brazos sobre la mesa y con las manos sosteniendo mi cabeza. Solté un largo suspiro y dirigí mi mirada hacia el reloj que se encontraba sobre la puerta.

-Son las…-agudicé la mirada para poder ver bien los números-. 10:00. Genial-solté un bostezo.

El dolor de cabeza no se iba, pero ya había ido disminuyendo, ahora era algo tolerable. Hace dos años mis resacas eran peores, pero ahora por la falta de costumbre no la he podido tolerar tanto.

Abrí la botella, cogí una de las pastillas que estaban sobre la mesa y me la tomé. En un par de minutos me pasará el dolor.

Estaba a punto de volver a quedarme dormida cuando el timbre sonó, indicándome que Brooke había llegado. Me levanté y caminé hasta la puerta para poder abrírsela.

-Tienes una cara…-dije al mirarla. Sus lentes de sol ocultaban sus ojos verdes, indicadores de la fuerte resaca que tiene.

-Buenos días para ti también-dijo con una sonrisa falsa cuando cerró la puerta, reí. Cuando Brooke se molestaba, su ojo tenía un tic y era algo divertido de ver.

Caminamos hasta la cocina y nos sentamos en la isla. La pelirroja sacó de las bolsas de Starbucks un par de cafés, panecillos y sándwiches.

-¿Recuerdas algo?-me preguntó mientras tomaba una aspirina.

Ni puta ni santa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora