Capítulo 6: El secreto de Gastón

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La llave encajaba perfectamente en la cerradura que tenía la curiosa forma de un corazón

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La llave encajaba perfectamente en la cerradura que tenía la curiosa forma de un corazón. La giró con cuidado y la puerta se abrió. Tuvo que esperar unos instantes a que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad y enseguida comprendió que aquello que estaba viendo era cosa de magia.

La sala que se abría ante sí era digna de un palacio. Su tamaño descomunal, a todas luces resultaba imposible que cupiera dentro de su cobertizo. Estaba decorada con fastuosos tapices bordados en hilos de tonos granates que representaban escenas de intenso romanticismo. Las paredes estaban forradas de terciopelo verde musgo y los elevados techos tenían adornos florales cincelados en maderas nobles. Pero todo aquello no era más que la guarnición del plato fuerte: unas imponentes estanterías de suelo a techo que guardaban, pulcramente ordenadas, unas cajitas misteriosas que a simple vista parecían joyeros.

A Dulce todo le encajaba a la perfección, la lógica le decía que debían ser joyas encargadas por clientes importantes de su marido y, con el afán de protegerlo todo de un posible robo, Gastón debía haber comprado un buen hechizo de ocultamiento a algún brujo de la zona.

Aun así, superada por su curiosidad, se acercó a ver aquellos pequeños baúles y resultó que cada uno era distinto a los demás, si bien todos tenían un nombre grabado en la parte superior. Cogió uno al azar que tenía unas rosas blancas pintadas y escrito el nombre de Eva. 

Lo abrió lentamente, miró dentro y cerró la tapa de la impresión. En su interior había algo que la dejó totalmente desconcertada, un corazón que latía tan vivo que se podía oír perfectamente:

Pum, pum, pum...    

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La chica que solo podía ver el lado bueno de las personas [Historia corta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora