Capítulo 12: La mariposa furtiva

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El día en el que Ágata hechizó a la pequeña Dulce creó, sin saberlo, a la víctima perfecta para Gastón: el corazón más puro sobre la faz de la tierra, incapaz de ver el lado perverso de su esposo, ni de nadie

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El día en el que Ágata hechizó a la pequeña Dulce creó, sin saberlo, a la víctima perfecta para Gastón: el corazón más puro sobre la faz de la tierra, incapaz de ver el lado perverso de su esposo, ni de nadie. Ahora había llegado el momento de liberarla de su maldición y de hacerle saber que era la única persona con el poder de acabar con él. Una vez consiguiera esta difícil misión, podría morir en paz.

Hacía unos meses, cuando nuestra protagonista abrió la caja que mantenía cautivo el corazón de Ágata, pudo percibir que no se trataba de una mujer normal. La energía que emanaba al partir hacia su dueña casi podía palparse con las manos. Así fue cómo los doloridos huesos de aquella anciana recobraron la vitalidad necesaria para recoger un pequeño hatillo con lo imprescindible y marcharse dispuesta a cumplir su último propósito. En cuanto cerró la puerta supo que no volvería jamás a su hogar, al menos no en esa vida.

Visitó, una a una, todas las casas en las que recordaba que había dejado una de sus injustas maldiciones. Iba devolviendo parcelas de felicidad robadas a centenares de familias. Después de cada remiendo le desaparecía una de sus feas verrugas, de manera que su cara cada vez recordaba más a la de aquella granjera inocente. Solo había un problema con el que Ágata no había contado, estaba usando mucha magia en muy poco tiempo y su anciano cuerpo ya no era capaz de regenerarla. Sus poderes se estaban agotando para siempre.

Después de seguir muchas pistas y de algún que otro hechizo de búsqueda, finalmente dio con la escondida casa del valle.

Y allí estaba ella, una vieja bruja sedienta de venganza, delante de la puerta donde vivía el hombre que había arruinado su vida. Su recién recuperado órgano, tenía una ingenuidad y un vigor que contrastaban con el resto de su cuerpo, ya ajado por los años. Y en lo más profundo de su pecho una mariposa furtiva se moría por aletear, con la esperanza de ver otra vez a su único amor. Evidentemente, la curtida razón de Ágata levantó su firme puño y la aplastó al acto, como a una vulgar cucaracha.

No pudo evitar oír el forcejeo y los gritos de Dulce. Se armó de valor y llamó a la puerta amenazando con derribarla. No podía perder ni un minuto, así que en cuanto la acalorada joven apareció tras el dintel, ella le cogió la cara con sus dedos de sarmiento y muy cerca de su boca le susurró su anti-hechizo. Automáticamente cayó desmayada a los pies de la recién desencantada.

Dulce arrastró dentro de casa a la agotada anciana y la acomodó como pudo en un sillón. De pronto tres golpes como tres truenos se sucedieron en aquél lugar: la caída a plomo de Gastón, inconsciente por la borrachera, en el piso de arriba; la recién recuperada capacidad de percepción del lado oscuro de las personas de Dulce, que de repente tenía que asimilar demasiada realidad y parecía una bomba dinamitando los cimientos de su vida; y un lejano estallido de fuegos artificiales, provenientes de la aldea más cercana, que anunciaban burlones el final de la celebración del día de Los Enamorados.

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La chica que solo podía ver el lado bueno de las personas [Historia corta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora