Capítulo 2: El primer vuelo

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Mientras Dulce era una niña pequeña no le iba nada mal, se llevaba bien con todo el mundo, pues por culpa de su maldición jamás podía desconfiar de nadie

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Mientras Dulce era una niña pequeña no le iba nada mal, se llevaba bien con todo el mundo, pues por culpa de su maldición jamás podía desconfiar de nadie. Era preciosa, simpática, amable y cándida. Todos la adoraban. Estaba siempre tan alegre que, poco a poco y de pura felicidad, consiguió que le fueran creciendo dos pequeñas alitas con las que enseguida aprendió a volar.

Todas las noches de su infancia, mientras sus padres dormían, ella salía de su cuarto por la ventana y revoloteando acudía a visitar a su amigo El Lucero Azul.

Se conocieron la noche de su primer vuelo. Dulce estaba tan contenta que se elevó hasta las estrellas. Cuanto más se emocionaba por todo lo que iba viendo: las copas de los árboles, los tejados, las montañas, las nubes... más alto subía, y una vez allí, no pudo evitar perderse. Todo le parecía igual, las estrellas la cegaban con su luz y el cansancio se le iba transformando en un sueño cada vez más difícil de combatir.

Tímidamente empezó a alzar la voz pidiendo ayuda para encontrar el camino de vuelta a casa. En aquella etérea inmensidad no parecía haber nadie y ella cada vez sentía más miedo, hasta que de repente se le fue acercando un alma tan pura que desprendía la luz más cálida y reconfortante que jamás había sentido sobre su piel. Se diferenciaba de los demás seres luminosos por su color azul vibrante, por eso Dulce le llamó su Lucero Azul.

Con el tiempo descubrieron que eran almas gemelas. Charlaban horas y horas, se entendían el uno al otro perfectamente. Además, su amistad era la única sincera que tenía, pues la maldición de la bruja solo afectaba a las personas, pero no a los astros.

Igual que aquel primer día de vuelo, cada vez que inevitablemente el sueño se apoderaba de Dulce, él la acompañaba a su casa y esperaba paciente hasta que la niña se dormía acurrucada en la seguridad de su cama.

Antes de encaminarse de nuevo a ocupar su hueco en el cielo estrellado, Azul le acariciaba la cara con ternura y se alejaba lentamente, con la esperanza de volver a estar juntos la siguiente noche, un ratito más.

Antes de encaminarse de nuevo a ocupar su hueco en el cielo estrellado, Azul le acariciaba la cara con ternura y se alejaba lentamente, con la esperanza de volver a estar juntos la siguiente noche, un ratito más

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La chica que solo podía ver el lado bueno de las personas [Historia corta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora