40. BRIAN Y MARTA

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Golpeo la puerta de la casa de Marta, me abre ella misma, así que tengo que meterme en mi papel enseguida, claro que tampoco tengo que actuar demasiado si las cosas siguen así es un hecho que Brian tome ese camino.

–Marta estoy muy preocupada. Tienes que hacer algo –exclamo fingiendo un poco de nerviosismo y cansancio, exagerando la respiración y apoyándome en el marco de la puerta.

–¿Qué pasa? ¿Qué te pasa? –me pregunta entrando en casa ya que estar en la puerta la pone nerviosa. Entro y no me siento en el sofá como hace ella, me quedo de pie moviéndome nerviosa.

–¿Y tus padres? –pregunto deseando que no estén en casa. Me sería mucho más difícil actuar con más público delante.

–Trabajando... ¿Me vas a contar que te pasa?

–Es Brian... –me tomo un tiempo para seguir hablando esperando ver su reacción y realmente le importa el asunto, al escuchar el nombre de mi hermano se pone alerta.

–¿Qué le pasa? –pregunta intentando no aparentar ningún sentimiento.

–Marta; Brian está muy mal... está destrozado, esta enfermo, muy enfermo –le confieso exagerando bastante el tono dramático de mi voz. No es del todo mentira, últimamente está bastante mal.

–Pero ¿Qué tiene? ¿Qué le pasa?

–Ha empezado a beber, esta borracho casi todo el día y ahora está muy mal, muy enfermo. No va ni al trabajo, el gimnasio se va a pique y todo lo que ha luchado, todo lo que ha invertido en él va a tirarlo por la borda. –Vale, eso es totalmente mentira, porque con mi ayuda y la del encargado estamos manteniendo a pleno rendimiento el gimnasio, pero la cosa debe parecer totalmente desesperada así que a mentir–. No se despega del sofá nada más que para llenar su vaso con alcohol, llora a menudo y hoy tenía fiebre y no quiere ir al médico, en serio que está muy mal, me da miedo que haga alguna locura –miento realmente muy metida en mi papel, creo que debería presentarme a algún casting para una película porque no se me da nada mal.

–Llama a emergencias y que lo ingresen... no se... no puedes dejarle así...

–Ya lo he intentado, pero no quiere ver a los médicos, dice que no tiene ganas de vivir...

–¿Cómo es posible que diga semejante atrocidad? –pregunta con lágrimas en los ojos.

De pronto me siento realmente mal y estoy a punto de mandar todo el plan a freír espárragos, pero algo me dice que debo continuar.

–Solo tú puedes ayudarle...

–¿Y que se supone que puedo hacer yo? –me pregunta muy triste.

–El solo quiere verte, solo verte. Estoy convencida de que, si vas a verlo, aunque solo sea una vez, le darás la motivación que necesita para seguir adelante aunque ya no estéis juntos.

–No puedo Jessy, no puedo ir. No puedo mirarle a la cara como si no hubiese pasado nada.

–Es que no tienes que mirarle así, basta con que le mires, solo tienes que dejar a un lado lo pasado y pensar en el presente, pensar que de ese modo ayudarás a mi hermano. Está muy mal... de verdad Marta, necesita verte –le aseguro con lágrimas en los ojos mientras la miro fijamente.

Hago como que me suena el móvil y contesto.

–¿Cómo que estas vomitando sangre? ¡No te muevas que ahora mismo voy! –grito fingiendo mucho nerviosismo.

Mi interpretación es muy buena, la he conmovido o al menos eso me parece porque se va directa a su habitación, y me imagino que se debe estar cambiando de ropa. Lo que no esperaba es que saliese minutos después sin dirigirme una sola mirada y saliese de la casa con paso seguro y decidido.

UN MILLÓN DE AMIGOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora