Erick podía sentir como convertía en presa del pánico. Todas las miradas de los estudiantes puestas sobre él, a la espera de su respuesta le hacía sentir ganas de vomitar.
Carly, que estaba frente a él con una sonrisa cargada de superioridad, lo miraba mientras aguardaba a que contestara para empezar a burlarse de él. Zabdiel De Jesús, el novio de la rubia, lo miraba con lastima.
Sabía que no debía mirar a Zabdiel pero le era casi imposible no quedarse viendo al chico del que ha estado enamorado desde el sexto año.
—No tengo toda la vida, Colón —la rubia puso los ojos en blanco desesperada—. ¿Por qué estabas mirando a mi novio?
—Yo... —fue interrumpido.
—¿Acaso crees que tienes algún tipo de oportunidad con él?
—Carly... —el más alto trató de tranquilizarla pero ésta le hizo caso omiso.
—No Zabdi, él tiene que saber cómo son las cosas aquí —la rubia se acercó lo suficiente para que el ojiverde se sintiera amenazado—. Si crees que alguien como Zabdiel saldría con alguien como tú, pues estas totalmente equivocado.
El corazón de Erick latía con fuerza. Por miedo, por furia y por otras cosas que no lograba descifrar. Por esos sentimientos fue que su boca reaccionó antes de que él siquiera tuviera la oportunidad de detenerse a pensar lo que estaba haciendo.
—Yo tengo novio —sintió como el aire abandonaba su cuerpo.
Era la peor mentira que pudo haber dicho. Nunca en su vida había estado con alguien de forma romántica por lo que decir eso era un error catastrófico. Estaba muerto, lo sabía bien.
La rubia se carcajeó en su cara y el resto de los estudiantes le siguieron. Posó su mirada en el más alto, quien tenía la cara sin expresión alguna. No lograba saber en qué pensaba y aquello le preocupaba.
—¿Un novio? —volvió a reír con fuerza— Debes estar bromeando, Colón.
Erick sabía que era una equivocación seguir con eso pero no tenía más opción. Ya había hecho su cama, ahora debía dormir en ella.
—Pues sí —sintió como sus mejillas se ruborizaban. Aún no podía con la presión de todos mirándolo fijamente—. No estaba mirando a tu novio porque yo tengo el mío. No necesito ver al tuyo.
Se felicitó a sí mismo por haber dicho aquello con tanta seguridad.
—¿Y dónde está ese supuesto novio tuyo? —el rostro cargado de burla había sido remplazado por uno lleno de irritación.
Sabía bien que esa chica le tenía rencor porque Christopher la había rechazado infinidad de veces cuando aún estudiaba ahí.
—Yo... —el pánico volvía a apoderarse de él— verás...
—Ya entendí —Carly lo interrumpió cansada—. Vive en Canadá, ¿no es así?
—No, él...
—No tengo tiempo, Erick. Anda a divertirte con tu novio imaginario.
Todo el pasillo comenzaba a dispersarse, algunos murmurando cosas sobre él y otros aún riéndose.
Erick quería largarse a su habitación a llorar y que sus sábanas lo engulleran para siempre.
