Capitulo 8

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Incluso diez años después, de pie en la entrada del cenador con Inuyasha a su lado, el recuerdo de aquella noche hizo que a Kagome se le saltaran las lágrimas. Se soltó de Inuyasha y se las enjugó con una mano.

—Yo sabía que tú nunca me harías daño —afirmó.

Sólo había vivido un momento de pánico cuando él había parecido un amenazador extraño, como si alguien hubiera ocupado su cuerpo. Hasta entonces, la incontrolable y desconcertante necesidad física que se había adueñado de su cuerpo le había puesto más nerviosa que nada de lo que él hubiera hecho.

Entonces, él se había apartado de ella y la había echado de allí. Para protegerla, y a sí mismo también.

—Hiciste lo correcto —añadió ella—. Si yo no hubiera sido tan joven, me habría dado cuenta de que estaba jugando con fuego y no tendrías que haberme gritado para que me marchara.

—No recuerdo lo que te dije exactamente —confesó él—. Sólo que fui muy brusco. Y tú nunca me diste la oportunidad de pedirte disculpas antes de mudarte al Sur con tu familia. Creí que te había aterrorizado, que te asustaba que volviera a atacarte en otra ocasión.

—¡Tú no me atacaste! En todo caso, fue al revés. No debería haberte besado, fue una estupidez.

—Fue muy dulce —replicó él—. Ojalá lo hubiera dejado ahí...

—Eso ya no importa.

—A mí, sí. Y me he dado cuenta de cómo evitas este lugar. Quiero... exorcizar el fantasma de esa noche, para ambos. ¿Confías en mí, Kagome?

—Sí —afirmó ella sin dudar.

Él la tomó de la mano y la condujo al interior del cenador. Estaba oscureciendo, pero aún quedaba algo de luz. La llevó hasta el banco en el que se habían sentado tiempo atrás. Los árboles de alrededor creaban débiles sombras en el suelo.

Permanecieron sentados en silencio durante varios minutos, agarrados de la mano. Poco a poco, ella sintió que se relajaba.

—Solías venir aquí a menudo —señaló él suavemente.

—Antes de esa noche, sí. Después, nunca.

—Igual que yo —dijo él tras unos momentos en silencio—. A nadie le gusta recordar sus errores. Pero últimamente no puedo evitar recordar éste. Y no todo es culpa y remordimientos, aunque sé que debería ser así. ¿Eso te molesta?

Ella le miró.

—¡No! No fue culpa tuya que yo viniera aquí...

—No estoy buscando excusas, Kagome. Si no me hubiera emborrachado, nada de eso habría sucedido. Lo sabes. O al menos espero que así sea.

Un Amor desde Siempre...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora