Capitulo 11

679 50 36
                                    


Kagome se estiró y se levantó de delante de su ordenador, se preparó un tentempié en la cocina de su piso de Dunedin, la ciudad más al sur del país, y encendió su pequeño televisor. Se sentía pesada y perezosa y, cuando sonó el timbre, le llevó unos momentos darse cuenta de que era su propio timbre y no el de los vecinos.

Sorprendida, se acercó a la puerta y puso la cadena de seguridad antes de abrirla ligeramente. Ahogó un grito. Su impulso fue cerrar de un portazo, pero Inuyasha se lo impidió metiendo un pie entre la puerta y el quicio.

—Déjame entrar, Kagome. No pienso marcharme.

Con el corazón desbocado, ella se lo pensó unos momentos. La expresión determinada de él indicaba que no se iría, así que ella quitó la cadena y abrió la puerta.

Él dio un paso y se quedó allí, mirándola, pálido. Automáticamente ella se llevó las manos al vientre, lo cual sólo acentuó el visible abultamiento bajo su vestido suelto de algodón.

Vio que Inuyasha tragaba saliva.

—¿Ese bastardo te dejó cuando descubrió que estabas embarazada?—inquirió. Kagome le miró boquiabierta y negó con lacabeza.

—No fue así.

—¿No? —inquirió él escéptico—. ¿Y por qué entonces saliste corriendo, abandonaste tu puesto en la universidad y te mudaste lo más al sur que pudiste?

¿Sabías que estabas embarazada de él cuando me dejaste?

—No salí corriendo, dije en la universidad que tenía que marcharme.

Había alegado problemas médicos, lo cual no era del todo mentira, aldescubrir que, contra todo pronóstico, se había quedado embarazada.

—Sé que tu misterioso amante no está aquí —señaló Inuyasha—. Que vives sola.

¿Cómo te ganas la vida?

—Tengo un empleo.

Había tenido suerte de encontrar un puesto de investigadora en una institución local que le permitía hacer gran parte del trabajo desde casa con su ordenador.

Inuyasha contempló con desprecio el reducido mobiliario y la alfombra vieja que ella había alegrado con un par de alfombrillas de colores. No había invertido mucho dinero  en su casa temporal, guardándolo para cuando lo necesitara después,si...

Había demasiadas cosas aún por confirmarse.

—¿Planea él hacer algo para ayudarte? ¿Pagará la manutención de su hijo? — cuestionó él, elevando cada vez más la voz.

Un Amor desde Siempre...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora