Epilogo

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—Es perfecto —dijo Kagome. Haruka Inu NoTaisho había nacido por cesárea seis semanas antes de lo previsto ante el temor de los especialistas de que creciera demasiado. El bebé permanecería en la incubadora un tiempo, pero tras los análisis pertinentes al nacer se había comprobado que todo funcionaba perfectamente.

Ambos padres habían podido sostenerlo en brazos unos minutos y en aquel momento Inuyasha estaba sentado junto a Kagome en la cama donde ella estaba descansando y le sujetaba la mano.

—Buena chica —le dijo—. Supongo que tendré que perdonarte por intentar mantenerle alejado de mí. No me perdería esto por nada del mundo.

—Lo siento —dijo ella.

El tiempo que habían estado separados le parecía un mal sueño.

Inuyasha sería un padre fabuloso. Los últimos dos meses la había cuidado y protegido, asegurándose de que recibiera los mejores tratamientos y comodidades. Izayoi y la propia familia de Kagome bromeaban diciendo que él estaba loco por ella.

—Un heredero Taisho. Tu madre estará orgullosa —comentó ella.

—Imagina. Pero no quiero que te arriesgues a quedarte embarazada otra vez. No podría soportar perderte. He esperado diez años a que crecieras y regresaras a mí.

—¿Habrías lamentado que no hubiéramos tenido hijos que continuaran el legado Taisho?

—Los dos lo habríamos lamentado —dijo él—. Pero tampoco habría sido el fin del mundo. Me da igual el legado Taisho. Me importas tú.

—Yo creí que era plato de segunda mesa, después de Kikyo —confesó ella.

Él tomó el rostro de ella entre sus manos y fue intercalando besos entre sus palabras.

—Tú nunca... serás... plato de segunda mesa... de nadie.

El último beso fue un poco más largo y ella supo que él estaba conteniéndose por temor a hacerle daño, así que le abrazó y le besó apasionadamente. Luego se separó un poco.

—¿Ni siquiera frente a tu hijo?

—En absoluto. Él era un concepto abstracto para mí hasta que lo he tenido en mis brazos y algo indescriptible ha cambiado en mi interior. Él es algo precioso porque tú me lo has proporcionado. Y os amaré a ambos hasta el día en que me muera.

—Yo también te amo —dijo ella—. Y siento haber sido tan estúpida.

—Cuando te hayas recuperado, ya te haré pagar por ello —la amenazó él en broma—. No tienes ni idea del infierno que me hiciste pasar.

—Un poco —dijo ella recordando aquellos terribles días después de dejarle.

Y no le preocupaba el castigo que él estaba planeando, segura de que incluiría ternura, pasión y un sexo fabuloso.

Todo en su mundo se había arreglado, concluyó ella agradecida. El futuro tal vezlespresentaraduraspruebas,peroelloscapearíaneltemporalporqueseteníanel uno alotro.

Y, en esos momentos, estaban en su paraíso privado.

Fin



AHORA SIII!!! ESTE ES EL ULTIMO CAPITULO...


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