Recuerdos eternos

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Abro mis párpados y veo el techo estrellado de la habitación de Lee.
Mi cabeza retumba cómo si un montón de trombones tocarán adentro.
Me llevo la mano a la sien izquierda y de pronto la puerta se abre.
Gracias a Dios Annette.
Grace y mi tía entran de prisa y se abalanzan sobre mi.
Mi cara de confusión debe ser legible porque de inmediato me dan una explicación.
Te desmayaste, Grace te encontró en el suelo anoche.
Veo su rostro serio y puedo notar su preocupación, trato de recordar pero lo último que viene a mi mente es cuando me zambulli en la cama de Lee.
No recuerdo nada.
Los ojos de mi tía pasean de mi cara a la de Grace.
¿De nuestra charla?
Vuelvo mis ojos sobre sus orbes miel y niego. Veo que algo diferente cruza su rostro pero ignoró el significado.
Volveré a Hamburgo, veré al doctor Müller.
Me levanto y voy directo a buscar mi cosas. No hay réplicas ni enojo por parte de mi tía.
Hago lo que mejor sé hacer, huir. No quiero que vuelvan a absorber mi libertad por causa de esos raros episodios.
Hora después me despido de todos, de Grace también aunque siento su tensión al abrazarme.
Sonrió a mi madre que sigue extrañada por mi partida repentina. Le dejo un beso en su frente y me subo al coche que mi padre me regalo hace un año.
Los veo a todos en fila a través del espejo retrovisor, y al tomar la curva, solo estamos mi auto y yo.

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Así pasa mi vida rápidamente, de la universidad a la casa y de la casa a la universidad.
Una que otra llamada nocturna con mi madre, mi tía y Lee.
Los días me resultan monótonos y sin sentido.

Y así tres años más tarde estoy de pie en ese gran auditorio junto a Michele y Franzin recibiendo nuestros títulos de Ingenieros.
Mi padre me espera a unos pasos de las escaleras, está bastante envejecido. Apoya su peso en aquel bastón de madera y me muestra sus dientes postizos.
Le abrazo fuerte y suspiro. Cada día presiento que es uno menos en su calendario, y honestamente no me gusta la sensación.
Al separarme mi madre viene corriendo y me agarra desprevenida.
Estoy tan feliz cielo.

Quien lo diría que nuestra Annie iba a ser una genio.

Mis padres se deshacen en alabanza y yo giro los ojos.
Michele los saluda a ambos y luego pasa su mano por mi cintura.
Ha sido un gran apoyo en todo esté tiempo.
Es guapo, inteligente y divertido. Sin él o Franzin, no sé qué hubiese sido de mi vida.

Y bien cielo, lista para celebrar.
Michele me mira al igual que Franzin, aquellas palabras de mi madre me toman por sorpresa.
Tenemos una sorpresa en casa Annie.
Papá termina de explicar y trago duro al escuchar aquello. Una reunión familiar no estaba en mis planes.
Mamá, papá íbamos a casa de Michele con su familia.
Mi madre muestra su mejor sonrisa fingida y me traspasa con la mirada.
Están esperando.

De acuerdo ve con tus padres y si puedo yo les alcanzo.
Me voy con Annie entonces.
Franzin elige bando antes de que yo diga una sola sílaba.
Acto seguido me despido de él con un suave beso en sus labios y me dirijo al auto en compañía de mis progenitores y mejor amiga.

El camino se hace corto entre las conversaciones triviales sobre mis últimos días en la universidad.
Franzin me lanza una mirada, pregunta sin palabras si ya he mencionado algo de lo que me ofrecieron, y al negar desvía su rostro a la ventana.
Antes de terminar, había hecho de becaria en IBM, y hace una semana recibí un sobre, me proponen un cargo de un año en el área de desarrollo de telecomunicaciones en su sede de Estados Unidos.
De solo pensar se me eriza la piel. Por muy llamativa que suena la oferta, a estas horas no decido.
El auto se detiene y en breve salen todos a recibirnos, de fondo se oye la música y el olor a salchichas y carne inunda mis fosas nasales.
El primero en recibirme es Lee, mi querido primo a quien veo cada vez menos.
Me eleva por los aires y se ríe fuertemente.
La pequeña Annie ya es toda una ingeniera.
Me deposita en el suelo y le señaló a Franzin.
Recuerdas a mi amiga.

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