Several Lives

Prisionero del tiempo

El departamento en las afueras de Silicon Valley es amplio y luminoso. Las maletas aún están esparcidas por el espacio. Finalmente Lee vino en lugar de mi madre.
No sabe las razones de mi ataque de pánico en la iglesia, pero tampoco me presiona para que hable de ello, y es algo que aprecio rotundamente.
Tokio debe ser más impresionante.

Es más contaminado, y saturado de almas vagando en las calles. ¿Vas a estar bien Annie?

Trataré de estarlo.

Tú flamante novio ¿Cuando llega?

Terminamos.

Me mira con una ceja elevada.
Genial, me caía mejor Burbuja que él.

Franzin es sólo mi amiga.

Lo que tú digas prima.

Se gira y me invita a que lo siga.
Vamos a ver que tan bueno son esos hot dog.

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La empresa es enorme, el recorrido me aturde pero el reto me mantiene entusiasmado. Katherine me lleva por todos lados e incluso me muestra mi oficina. No es la gran cosa y será compartida, pero ¿A quien le importa? Es IBM.
Y éste es el espacio de recreación.
Un salón gigante con todo tipos de juegos, máquinas de golosina y pantallas de televisión.
Sus verdes ojos se mantienen en mi rostro y repentinamente me sonrojo.
Gracias Katherine, has sido un sol.
Lo que precises Annette.
Se gira y no puedo evitar observar el contorneo de sus caderas.
Sonrió para mis adentros, es la primera vez que veo a otra mujer de manera diferente. Quizás mi alma tenga salvación, y no sea un prisionero eterno del tiempo.

Así los días comienzan a pasar, el trabajo me succiona y los descansos pasan entre batallas de vídeos juegos con mis compañeros.
Mi madre me llama de vez en cuando, aún sigue enfadada por lo que hice en la boda, o mejor dicho, lo que no hice, asistir.
De papá apenas tengo un mensaje en el buzón de voz, y Lee es con quién más contacto tengo, llamadas de medianoche.

Esté día es diferente, viernes por la noche y la mayoría se ha marchado de juerga ya.
Apenas termino de recoger mis cosas y una voz me hace detener la partida.
Annette, vas de salida.
Katherine viene hacia mi, trago fuerte. Su cabello lacio cae de lado, el azabache contrasta con su pálida y cuidada piel. Sus ojos verdes me dejan estático.
¡Eh! Si, ya es tarde y...
¿Me llevas? No traje mi auto y no consigo un taxi disponible hasta dentro de media hora.
No hay problema.
Su sonrisa me cautiva y yo le devuelvo la sonrisa.
Ella camina a mi lado en silencio y al salir de las instalaciones, el aire fresco nos golpea.
Extraño el frío invierno de Hamburgo.
¿Sólo el frío?
Veo sus ojos con la claridad de las luces que iluminan toda el área.
A mi familia también.

La mía vive en Irlanda.

¿También los extrañas?

Mucho, cada vez que puedo me voy a visitarles.
Llegamos a mi auto, un Audi que me obsequio Lee al dejarme instalada acá.
¿A donde te llevo?
Me da las indicaciones y en seguida enciendo el auto.
¿Quieres ir a cenar?
No se de donde salió aquello, y espero ella no se lo tome a mal.
Me apetece comer en casa, ¿Puedes quedarte?
Sonrió y hago un gesto afirmativo.
En el camino hablamos de todo un poco, su humor es encantador y cuando me mira, me corta la respiración.
Ella es una mujer hermosa, y yo, pues sacando esté cuerpo que hábito, soy un hombre. Y está química que siento por ella, es inconfundible.
Al entrar a su casa, percibo el olor de su perfume, una mezcla de vainilla y canela.
El espacio es amplio cómo mi departamento. Un perro sale de prisa ladrando en nuestra dirección, ella le abraza y besa.
Te presento a Jack, ella es Annette.
El perro me mueve la cola y yo acarició su cabeza.
Ahí me quedo jugando con el can mientras ella prepara la cena.
¿Eres hija única?
Asiento y por dentro le digo, en cuál vida me preguntas.
Mi papá es tan viejo como Matusalén.
Ella se ríe a carcajadas.
Mira que eres mala Annette.