Day1

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slave!Jean and alien!Marco are enemies. Marco is fighting a monster in a storm.

No se podía negar que gracias a la llamada "revolución industrial" había conseguido trabajo, cosa de la que estaba orgullosa su madre. Jean se alegraba de eso, pero no era muy bueno mostrándolo.
Aun así, las horas de trabajo llegaron a excederse. Claramente los trataban como esclavos, aprovechándose también de gente joven como Jean que era nueva en esto. Pero entre los novicios, la mayoría lo consideraba un líder. Siempre se preocupaba por sus compañeros más cercanos, ayudándolos en literalmente cualquier cosa. Su comportamiento, el cual puede parecer un poco irritado al principio, empatiza con los demás.

—¡Jean! ¿Dónde se supone que deba dejar esto? —exclamó Connie, cargando gran cantidad de material.

—¡Idiota, de eso se encarga el otro equipo!

Era de lo más normal el quedarse allí hasta tarde, pero no que la causa fuese una extraña tormenta. Había aparecido de la nada, y sólo parecía empeorar por momentos. Por lo que escuchaban gracias a una radio que no funcionaba muy bien, un río se había desbordado. Sasha tiraba de la ropa de Connie mientras murmuraba cosas acerca de su pueblo en la montaña, cerca del río.

Cada momento que pasaba ahí se le hacía más incómodo. No sabía si era por sus sospechas de que estuviese relacionado con un hecho pasado que se guardó para sí, o si se preocupaba demasiado por su familia.

Más minutos pasaron, y fue cuando la conexión de la radio se perdió completamente que perdió sus estribos y golpeó con fuerza la puerta, dirigiéndose a la salida. Sus pasos resonaban en el vacío pasillo. Nadie fue detrás de él, pero pudo escuchar las voces de Connie y Sasha preguntándole qué demonios pensaba hacer.

No estaba seguro de si lo que sentía era ira. O preocupación. O cansancio. Pero el viento con el que se topó al salir era más de lo que había esperado. No le dio mucha importancia y se dedicó a seguir su objetivo.

Había escuchado antes dónde se concentraba la tormenta. Se estaba acercando a su hogar.

—Juro que si se vuelve a tratar de ese pecoso de mejillas azules... —se murmuró a sí mismo, no muy fácilmente por la constante lucha contra la tormenta.

Notó la cantidad de árboles que habían llegado a romperse. Si él hubiese estado ahí en ese momento, le hubiese costado salir sano y salvo de esa.
Entre el ahora incluso más llano terreno, divisó su casa a lo lejos.

Sus ojos se abrieron, con un brillo de esperanza.
Brillo que fue arrebatado a caer una ráfaga llena de tierra.
Cerró los ojos y comenzó a toser. Se preocupó más por poder mantenerse en pie que en ver bien en ese momento.

Fue entonces cuando sintió que le sujetaban del brazo. En su mirada se mostraba su sorpresa, a pesar de la dificultad para la visión que le rodeaba. Los nudillos de aquella mano estaban azules.
Siguió el brazo con los ojos. Un jerséi gris de cuello alto y un rostro redondo.

Era él.

Por un momento, sintió algo revolverse en su estómago.
El rostro del chico estaba preocupado. Sí, nunca supo su nombre, aquella vez ignoró sus preguntas al respecto.

No entendió el por qué, pero se había perdido mirándolo. El viento le golpeó con intensidad, dejándole de vuelta a la realidad.

La mirada del chico que seguía sujetándolo era una mezcla de miedo y confianza. Pudo analizarlo incluso cuando él lo ocultaba bajo una especie de cristal que parecía servir de gafas. Observaba hacia el frente. Jean hizo lo mismo, mas no pudo ver nada. No había nada ahí, al menos nada que él pudiese apreciar, porque se notaba que la tormenta nacía ahí, como si apareciese de la nada.

El agarre se hizo más fuerte.

Los recuerdos no le dejaban razonar bien.

—¡¿Se puede saber qué estás haciendo!? —gritó con todas sus fuerzas, cerrando los ojos por acto reflejo.

—¡Intentar que no le hagan a nadie lo mismo que hicieron con tu padre!

El rostro de Jean era pura confusión. No podía ver nada delante de ellos, excepto aquella fuerte ventisca. No podía ver nada salir de la mano del pecoso, aunque este la extendiese como si poseyera algún tipo de poder.
¿Que no le hicieran lo mismo que a su padre...?

—¡Pero si fuiste tú quien lo mató!

La mano que lo agarraba se aflojó por un momento, al igual que la mirada se le hizo débil. Pronto volvió como había estado segundos antes.

—¡No creo que puedas ver cosas de otros mundos, tampoco espero que lo entiendas, pero esa cosa llegó a poseer el cuerpo de tu padre!

—¡Podrías simplemente haberlo sacado!

—¡Estas cosas no funcionan así, Jean! —por un momento creyó ver unos ojos acuosos en el contrario.

—¡¿Y qué esperas que pase?! ¡¿Qué esa cosa invisible se apodere de mí también?! ¡¿Siempre quisiste matarme?! —las palabras salían de su boca sin pensarlo. Todos sus pensamientos desde que le había visto hace tantos años salieron en forma de gritos. Gritos calmados por el viento del momento.

El pecoso sonrió.

—Sólo quería salvarte.

El agarre desapareció. Sus mejillas se volvieron azules, como aquella vez.
Jean sintió como caía para atrás. Sus ojos se cerraron con fuerza, esperándose lo peor, pero nunca sintió el choque contra el suelo.

Cuando volvió a abrí los ojos, estaba en casa.

Jeanmarco Month; 2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora