Day4

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single parent!Jean and healer!Marco are ex-boyfriends who were forced apart. Jean is worried about the other being in a fight in a graveyard and Marco lingers behind.

Jean había deseado compartir la vida de aquel pequeño niño con su pecoso favorito, pero la sociedad los separaba. ¿Por qué? Nunca entendió por qué ven tan mal que alguien sin poder alguno comparta su vida con una persona que nació especial.

Ellos estaban dispuestos a luchar por lo suyo, pero la parte del gobierno que prefería no armar escándalos que envolvieran a los extraños poderes era capaz de destrozar y deshacerse de sus vidas tan rápido que asustaba.

Aún así, nada le impidió salvar un niño del orfanato.
Niño que, un año después, siendo más consciente del mundo que le rodeaba, parecía ver más allá.

—Papá, creo que puedo sentir las malas situaciones por las que pasan las personas... —dijo el niño mirando al suelo, en el momento para charlar que le había solicitado a su padre.

—Se le llama empatía, y está muy bien que eso se encuentre en ti —le respondió Jean sincero, señalando el corazón de su niño.

—No, papá. Yo de verdad puedo ver lo que le pasa.

Lo único que cambió en Jean después de eso era su deseo por proteger aún más a su retoño de cualquier cosa que le podría esperar. Pero sentía que su principal enemigo iba a ser su propia mente, obligándole a ver malas situaciones de cualquier persona, algo difícil de aceptar sin problemas.

Tragó saliva al ver cómo su hijo se paró de repente, nada más volver del colegio.
Se acercó a él, percatándose de que observaba unas fotos de Marco de las cuales nunca quiso deshacerse. Eran simplemente fotos del pecoso desprevenido y sonriendo con vergüenza al descubrir la cámara apuntándole.

Jean sonrió al recordar a Marco. Debían de haber sido ya dos años desde la última vez que se vieron.
La sonrisa se borró al ver el petrificado rostro de su hijo.

—Ben, ¿estás bien? —le dio palmaditas en la espalda. Su hijo no parecía responder.

Segundos después, parpadeó varias veces, como si acabase de aterrizar en la realidad.

—Ese señor... —apuntó una de las tantas fotos de Marco colgadas en la pared.— ¿Por qué está en semejante pelea en medio del cementerio...?

Las palabras que Ben soltaba se manifestaban con desprecio, tal vez cansancio de ver otra vez ese tipo de cosas, o más bien extrañeza.

Marco era un sanador que, irónicamente, trabajaba en un cementerio. Siempre se ha intentado que personas especiales como ellos queden bajo la sombra, pero no se puede evitar que aparezcan grupos en contra.

Posó su mano en el hombro de Ben y la otra acariciando su cabello. Su hijo le miraba un poco confundido.

—Volveré antes de la cena —dijo sin rodeos Jean, ya poniéndose un jerséi encima—. ¡No olvides hacer la tarea!

Cerró la puerta después de dejarle una sonrisa.

Decidido, abrió la puerta del coche y entró. Al sentarse, un suspiro salió por su boca y sus ojos parpadearon lentamente.
Una sonrisa pícara apareció en él.

—Lo siento —murmuró en voz alta, a la vez que ponía el coche en marcha y sujetaba el volante—, pero tengo que ayudar a quien amo.

Sintió la adrenalina. Tal vez por la situación, por la pelea; pero lo más probable que fuese eran sus ganas por ver a Marco y tener una buena excusa.
El cementerio no quedaba lejos.

Aparcó rápido y se adentró en el cementerio. Realmente no tenía ni idea de qué tipo de pelea se iba a encontrar, lo que le ponía los nervios a flor de piel.

Ya habiendo atravesado medio cementerio, escuchó voces provenientes de una parte con bastantes árboles.

—Mia, debes entender que hay cosas que no puedo hacer.

Unos pasos por encima de hojas se escucharon. La silueta de Marco caminando hacia atrás se hizo visible.

—¿Acaso no tenían una larga vida por delante...?

Una chica de poca estatura apareció delante de Marco, apuntándole con un rifle.

—¿¡Pero qué...!?

Los ojos de Jean pasaban velozmente de Marco a la chica, según había escuchado, llamada Mia. Estaba pendiente de los movimientos de ambos, pero el pánico pudo con los suyos.

Había venido para proteger a Marco, ¿no...?

Desde su posición le era imposible atacar a la chica por detrás. De alguna manera debería sacar a Marco de ahí.

Sin pensárselo más, se lanzó. Corrió hasta posicionarse unos pasos por delante del pecoso, cuyos ojos se abrieron en una mezcla de preocupación y cariño.

—Dime, demonio, ¿¡acaso ellos merecían morir!?

Jean sujetó el brazo de Marco y tiró de él para salir corriendo.
Un disparo se escuchó.
La bala rozó su brazo.

—Tch... —se quejó en voz baja, con una expresión de fastidio. La zona le escocía.

El sonido del arma caer al suelo les hizo girar.
Por la mirada de Jean, se podía ver que parecía descomponerse por dentro.

—¿Ben...?

—Debes dejar de hacer estas cosas, Mia —ayudó a la chica a levantarse, ya que estaba de rodillas en el suelo—. Volvamos.

No sabía si su hijo le ignoraba o simplemente no se había percatado de su existencia merodeando por ahí. Pero podía asegurar que nunca antes le había visto con esa chica...

—Jean —la mano de Marco se posó en su herida, causándole que cerrara los ojos por el escozor—, te he echado de menos.

Marco quitó su mano de encima del contrario, y Jean sintió su brazo como nuevo.
Ya no sentir el tacto del pecoso, del cual había estado ausente en los últimos dos años, le obligó a acercar el cuerpo del chico al suyo. Besó su frente y se escondió en su hombro.

—Yo también...

Jeanmarco Month; 2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora