Sálvame | Capítulo 22

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La miré acercarse a mi, mientras agarraba entre sus dientes su labio inferior. Su platinado cabello caía desordenadamente por sus hombros y espalda, también parte de sus mejillas. Ella se corrió el cabello hacía atrás de su oreja, justo después de plantarse frente a mi. Se le veía realmente nerviosa y adorable.

—¿Qué tienes?

—Es que... yo... —hizo una pausa, mientras mirada detenidamente cada parte de mi habitación a través de las penumbras—. Tuve una... pesadilla... Y cuando me desperté, hiciste que desapareciera, y yo...

—¿Qué soñaste? —le pregunté, mientras le agarraba la mano.

—Era mi madre... Vi... Cómo moría frente a mis ojos —sus ojos se aguaron, su mirada perdida hacia la nada—. La extraño, Jack... —sollozó, mientras soltaba ambas manos y cubrirse la cara.

Me levanté y me acerqué a ella para envolverla en mis brazos y así, hacer que se sentara conmigo. Acuné su débil cuerpo entre mis fornidos brazos, mientras acariciaba su cabello reconfortantemente.

—Shh... cariño, no llores. Ven, ¿por qué no dormimos juntos por esta noche, mmh? —sugerí.

Ella se secó las lágrimas con las mangas de su pijama y asintió, algo avergonzada. Abrí las colchas y me acosté, para que luego ella se acostara junto a mi, dándome la espalda. Pasé los brazos por su cintura y la acerqué más a mi cuerpo, haciendo así una ''cucharita''. Besé su húmeda mejilla, mientras Elsa intentaba controlar su respiración. Mantenía los ojos cerrados, sin moverse. Me quedé allí, junto a ella, en la oscuridad y silencio de la noche, hasta que mi cuerpo y mente cayó en un profundo sueño, recordando el aroma del cabello de la chica que tendía a mi lado...

Las aves canturreaban fuera de la ventana, y unos pocos rayos desgastados de sol intentaban con todas sus fuerzas iluminar el sol a través de las nubes que no se querían ir de allí. Me desperté cuando unas ráfagas de viento chocaron contra la ventana de mi habitación, provocando un molesto silbido. Elsa seguía a mi lado, completamente acurrucada entre mis sábanas y colchas. Sonreí. Vi que mi móvil tenía la pantalla encendida, por lo que lo tomé y revisé el mensaje de mi madre que había allí:

«Estaremos allí en la mañana.»

Miré el reloj que se encontraba junto a mi cama, sobre un mueble. Eran las 10 am. Suspiré, mientras revolvía mi cabello. Agité suavemente a Elsa, mientras me acercaba hasta su oído.

—Cariño. Cariño, despierta.

Sus párpados se agitaron antes de que los abriera. Me miró fijamente antes de sentarse, mientras se restregaba los ojos con pereza.

—Debemos levantarnos. Mis padres estarán aquí en cualquier... —la puerta siendo abierta me detuvo. Sentí la chillona y agitada voz de Emma allí abajo—, momento. —sonreí. Revolví su cabello antes de levantarme y estirar mis articulaciones.

La miré antes de llegar a la puerta.

—Será mejor que bajemos.

—Bien.

Ella se levantó y me siguió escaleras abajo. Mis padres llevaban algunas bolsas –que seguramente son los regalos que mi tía Dorothea siempre les da cuando van–. Ellos nos miraron y sonrieron, mientras se quitaban sus abrigos y dejaban sobre el sofá todas las cosas.

—Hola chicos. ¿Cómo durmieron? —nos preguntó mi madre, mientras sacaba de una de las bolsas dos paquetes y se dirigía a nosotros. Me tendió uno que tomé, luego el otro se lo dio a Elsa, quien la miraba extrañadamente.

—¿Esto es para mí? ¿Sabía que yo... —mi mamá la detuvo negando con la cabeza.

—No, pero le conté y ella rebuscó entre sus cosas hasta hayar eso que hay allí. Espero que te guste —sonrió.

—Hola mamá. ¿Dónde está Emma?

—¡Aquí estoy! ¡Mira lo que tía Dorothea me regaló! —gritó por algún pasillo. La vi correr hacia aquí con algo colgando desordenadamente en sus brazos.

Elsa miró con curiosidad aquel bulto de colores. Esa cosa chilló, mientras Emma intentaba tomarlo con más fuera.

—¡Emma! ¡Pobre gato! —exclamó mi padre, mientras reía.

Emma se acercó a mi y me lo dejó sobre los brazos. La pequeña bola de pelos maulló y gimió, revolviéndose nerviosamente sobre mi y enterrándome las garras.

—¡Ouch! ¿¡De dónde salió!? —pregunté. Elsa se alejó de mi varios pasos, manteniendo distancia entre el gato y ella.

—¿Recuerdas a la gata de tía Dorothea? Quedó preñada y cuando fuimos los gatos ya habían nacido. La Tía Dorothea le regaló uno a Emma, y ella fue quien lo eligió.

—¡Y se llama Sr. Tuko!

Elsa la miró, algo nerviosa.

—¿Sr... Tuko? —preguntó, mientras lamía sus labios.

—Sip ¡Jack! ¡Deja que Elsa lo tome!

—¡No, no! Nunca he tomado un gato, no sé como hacerlo —se adelantó a decir ella.

La miré, mientras me acercaba a ella con una sonrisa.

—Yo te enseño. Descuida, Sr. Tukito se porta bien, ¿no es cierto, bola de pelos? —como si el gato me hubiera escuchado, maulló—. Extiende tus brazos —le ordené, al tiempo que ella lo hacía. Dejé al gato sobre ellos, quien maulló nuevamente y comenzó a ronronear, dando a entender lo cómodo que estaba—. Puedes hacerlo cariño. No te morderá —aseguré.

Ella me miró, mientras suspiraba y con una mano –la que dejó libre del gato–, acarició entre las orejas el suave pelaje del Sr. Tuko.

Sálvame (Jelsa) ||Adaptada|| •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora