XVI

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La princesa y el príncipe salieron muy tarde de la agencia, el sol ya se estaba ocultando y no lograron ningún avance. El entrenamiento seria mucho más fastidioso de lo que hubieran imaginado...

–Perdón por ser tan débil –se disculpo Ichigo con la mirada baja–. No creí que fuera tan complicado.

–Tranquilo, no es como si fueras débil apropósito, o eso espero –dijo el peli-blanco, como un extraño intento de animar a su estudiante–. Mañana te pondré a hacer más ejercicios, así que descansa.

Seiya le dedico una pequeña sonrisa, logrando animar al demonio.

–¡Claro!

–Bueno, me voy para mi casa, adiós –antes de que el humano pudiera tomar el rumbo a su hogar, el peli-negro lo abrazo con fuerza, sin dejarlo moverse–. Necesito que me sueltes –hablo como pudo, alejando un poco su rostro del pecho ajeno.

–Usted dijo que se quedaría a vivir conmigo, ¿acaso eso solo fue un engaño? –pregunto haciendo un puchero.

–No seas infantil, no me puedo ir a vivir con alguien que casi no conozco –ante esa respuesta, el príncipe miro fijamente a su maestro con seriedad, quitando completamente su actitud juguetona.

–Quizás podamos vivir juntos después... –susurro y desvió la vista, un suave sonrojo adorno sus mejillas, muy pocas veces Seiya había visto a Ichigo molesto, serio o comportándose de una forma no alegre.

–No me puedo molestar con un ser tan tierno –suspiro rendido el ser oscuro–, aceptare su excusa esta vez, pero, le prometo que algún día haré una cabaña en un lindo bosque, para que podamos vivir juntos –acompaño sus palabras con un brillo especial en sus ojos.

–¿Por qué en un bosque? –arqueo la ceja un poco confundido, sin embargo, no borro su sonrisa.

–Para que nadie nos moleste –respondió como si fuera lo más obvio del mundo.

–El bosque esta repleto de hadas y de criaturitas mágicas –le recordó el humano. El demonio acerco sus rostros y le dio un beso al peli-blanco, en la punta de su nariz.

–Los matare –contesto decidido, entrecerrando los ojos. Seiya soltó una corta risa.

–Se nota que eres muy pacifico –hablo con sarcasmo.

–¿Saben que están justo al frente de la entrada de la agencia? Muchas personas los están viendo –la escena de los chicos fue interrumpida por una voz femenina, los dos vieron alrededor, solo habían unas cuantas personas que en efecto los estaban viendo.

–No me había dado cuenta –hablo sin mucho interés el peli-blanco, hasta que después de unos segundos su expresión cambio–. Mamá, ¿por qué saliste tan temprano?

–Oh, pues... se supone que iba a ver si cierto enano si estaba en casa o se había largado a una casa ajena otra vez.

–Si voy a casa hoy.

–¿Eh?, ¿por qué eres así? Justo hoy quería que no estuvieras para irme a un bar y regresar en la madrugada –se quejo Mei, con una expresión de fastidio.

–Llevo usando esta ropa por dos días, necesito lavarla y usar otra cosa.

–Puedes pedirle ropa a Ichigo, se nota que ya se tienen confianza –dijo la mujer, sin apartar la vista de los chicos, que estaban muy cerca por el abrazo.

El príncipe soltó a su maestro y se alejo un poco. La jefa se quedo viendo a su hijastro por varios segundos, hasta que se atrevió a hablar.

–Seiya, ¿a ti te... –no termino la pregunta y miro de reojo al peli-negro, esperando que su hijo entendiera la indirecta. El humano se notaba muy confundido, entendía que su madre le intentaba decir algo de forma sutil, pero no comprendía que–. Esto es un caso perdido, supongo que aun no sabes diferenciar bien tus sentimientos, ni los tipos de cariño –las ultimas palabras las dijo en voz baja.

POV Seiya

Mordí mi labio inferior y mire hacia el suelo. ¿De verdad ese es un problema?, ¿no saber lo que siento? Supongo que no es normal, pero al menos a Ichigo no parece molestarle... aunque aun no sé mucho de él. Tampoco es como si Mei me obligara a saber lo que siento, pero se que ella quiere que logre hacerlo.

En el "grupo blanco" estaba completamente prohibido sentir algo por las demás personas. Según ellos, cosas como los sentimientos, morían al mismo tiempo que moría nuestra identidad, cuando perdías a tu familia, o en los casos como el mío, desde que nacías.

A pesar de que Mei me saco de ahí desde hace mucho tiempo, yo ni siquiera se lo que siento por ella, no logro entender si la veo como una madre o una amiga. Me cuesta tanto llegar a sentir el mínimo interés en alguien, que cuando la encuentro no sé que hacer, no sé cuanta confianza darle, ni que tipo de muestra de afecto hacerle.

–¡Amo! –identifique de quien era el grito femenino de inmediato, no me fue necesario voltear para saber quien era, sin embargo igual lo hice. La sirvienta rubia de mi alumno corrió hacia él y le sujeto el rostro– ¿Esta bien? –Ichigo no logro responder ya que ella lo interrumpió– Hay que irnos de inmediato.

Mi madre fingió una tos falsa solo para llamar la atención de la rubia.

–Cuanta tos –siguió con su actuación por unos segundos y luego tomo una postura firme y seria–. Vaya, creo que no te conozco –dijo con "sorpresa" –. Me llamo Mei Pander, soy la jefa de la agencia de exterminación demoníaca, ¿y tu eres?

La sirvienta observo a Mei de la cabeza hasta los pies, sin ninguna disimulación.

–Me llamo Celine –respondió cortante.

A las sirvientas demoníacas se le quitan el apellido cuando a la familia que sirven es muy poderosa, después de mucho tiempo de servicio y solo si ha sido muy útil, se le da el honor de recibir el apellido de la familia a que le sirven, por supuesto, solo pueden decirlo cuando se les da autorización. Definitivamente, mi ignorante estudiante, viene de una familia fuerte.

–¿No tienes apellido? –pregunto de forma burlona mi mamá.

–Por supuesto que si, pero, como sirvienta de la familia real no se lo puedo decir a cualquier persona –contesto ella con una sonrisa victoriosa. Ichigo y Mei se vieron fijamente con una expresión de susto y después miraron a Celine–. ¿Qué?

Un gran secreto ha sido revelado por la bruja. La reina y el príncipe se llenaron de preocupación, la linda relación entre la princesa y el joven podía ser dañada, por esas simples palabras.


El cuento del príncipe demonio (yaoi) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora