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Si me llegas a ver en ese momento, te reirías. Imagínatelo: yo con los ojos abiertos y la boca abierta viendo cómo Marco se liaba con Laura. Sara riendo y llorando cada dos por tres. Parecía mentira. A veces lo recuerdo y me entra la risa. En ese momento lo que se dice risa me entró poca.

-Sara, ¿me acompañas al servicio? –Yo deseaba que me dijese que si, no podía seguir ahí.

-¿Te puedo esperar aquí? Te prometo que no me moveré.

-Vale, vengo enseguida.

Y casi salgo corriendo nada más para no ver el espectáculo. Pero no, necesito que sepa que sin él soy fuerte. Aunque sé que no. Y te juro, tenía muchas ganas de llorar, pero no me salían las lágrimas. Quizás no sea tan importante, o quizás solo lo hacía para que no se me corriese el maquillaje. No me gusta maquillarme, y para dos o tres veces que lo hago al año, quería que me durase.

Bueno, allí estaba yo, en las escaleras sentada mirando a un punto fijo. No le guardaba rencor a Laura, porque sabía que no tenía culpa. O eso quería creer yo. No, ella no era. No podía hacerme eso. Sé que te estoy hablando mucho de Laura, pero es que necesito que entiendas mi relación con ella para entender que nunca me haría eso. Mi relación con ella es muy buena. Tenemos muchísima confianza. Nos lo contamos todo. Pero mi error es no haberle contado lo de Marco.  

La fiesta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora