CAPÍTULO 1: Un Nuevo Mundo Allá Afuera

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Eternidad en este blanco que me consumía. De haber sabido que este color tan puro —o ausencia del mismo— podía generar tal sensación de soledad hubiera preferido oscuridad.

Al menos ahí podría perderme con propiedad en la negrura, morir de una buena vez, en lugar de este desgraciado blanco que me recuerda una y otra vez que sigo aquí. Que hace que me siga cuestionando aun cuando sé que no hay más respuestas, que siga existiendo aun cuando ya he aceptado mi destino.

Encerrado en una habitación sin poder hacer nada más que existir, sin poder tocar nada o interactuar con nada. Una perpetuidad de esta tortura que no parece tal.

Lo único sujeto a medición luego de otra eternidad, era el enojo que se iba apilando con el tiempo y me alejaba cada vez más de esa paz ignorante de la que fui poseedor gracias a esta condenada amnesia.

—Tu dolor es grande eso puedo verlo —sentí el susurro de una voz femenina—, pero no entiendo a los de tu tipo, tanto dolor causado por esta tortura de la que ustedes mismos se hacen pasar y aun así nunca optan por el cambio. Nunca intentan salir.

Inmensa fue mi sorpresa al notar que no estaba solo, junto a la puerta se hallaba una pelirroja de tez blanca y ojos de una cristalina verde agua, una nariz tan pequeña que si no fuera porque su pelo cubría sus orejas, estoy seguro de que —si estas eran de un tamaño normal— se verían desproporcionadas. Sus pómulos, bastante filudos precediendo a tan avasalladores ojos, sintonizaban con una boca que solo podría describir como coqueta.

Llamó mi atención que sus cejas también eran rojas y no tan finas como uno esperaría, medio desteñían con el conjunto tan delicado de finas facciones que eran su cara. Tal era la belleza de su semblante, que no acusé el hecho de que una gabardina —que le quedaba notoriamente grande— entorpecía el poder admirar algo más que el rostro de este rayo de luz que me sacaba de la soledad.

El enamoramiento me cautivó embobado más de lo que esperaba, cuatro respiraciones conté antes de darme cuenta de que no me encontraba solo, y de que su aparición —por maravillosa que fuese— no tenía lógica alguna, ya que estaba seguro de que la puerta nunca había sido abierta.

—¡¿Cómo?! —Grité después de la quinta respiración.

—Vaya, hasta que por fin reaccionas, llevo una montón de tiempo hablándote.

Su voz también era un deleite y tenía un tono juguetón.

—¿Cómo entraste? No, no —cavilé un segundo—. Más importante. ¿Cómo salgo?

—Tranquilízate un momento que reventaras tu proyección antes de que puedas hacer nada —Mientras decía esto apuntaba a la cama—. Me imagino por lo que estás pasando, pero confía en mí cuando te digo que tu única opción es la calma, ¿eh, Romanza?

—¡Sabes mi nombre! —Exclamé feliz.

—¡Qué acabo de decirte! —Me reprimió—. ¿Acaso quieres morir de verdad? —Un genuino miedo se dibujaba en su cara, me conmoví al imaginar que esta desconocida se preocupaba por mí.

Reflexioné sobre sus palabras, una parte de mí aún anhelaba la muerte para terminar lo que hasta ahora era un suplicio, pero me encontré contemplando la realidad de que no quería morir, ahora que había una opción, lo sabía. Quería vivir por completo, recordar, descubrir quién era, recobrar mí vida y...

Con estos pensamientos... No. Sentimientos, inundando mi corazón, evoqué todos mis esfuerzos en hacer juicio a su advertencia y calmé mis emociones.

Ambos guardamos silencio unos momentos, pero el silencio me aterraba, había pasado demasiado tiempo en su compañía. Ya sentía como una oleada de eternidad y vacío volvían a inundar la habitación, temía que esa muchacha desapareciera y todo fuera sólo una jugarreta de mi mente, un último chiste que me llevaría al borde de la locura. Así que, sin terminar de serenarme por completo, pregunté lo más obvio que podía preguntar, pero esperando la respuesta que sin duda, era la que más quería oír.

Noùm'Vará: El Alma Portadora de Universos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora