CAPÍTULO 6: Invitados Inesperados

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Como se olvidó de pedirme el catalejo, pude observar desde lo lejos cuando Zam llegó a la primer alma, y luego a una segunda, una tercera y hasta una cuarta.

Siempre pasaba lo mismo: Zam llegaba, plantaba sus escudos en dirección a Leslie y su grupo, conversaba con las desorientadas proyecciones, les tocaba el hombro, hablaban un poco más; y las almas emprendían vuelo nuevamente en dirección a la luna, dejando detrás de sí una estela amarillenta. Zam recogía sus escudos, se los calzaba en la espalda y emprendía la retirada a la grieta. Su último repliegue fue algo desastroso, porque los intrusos al verse en ventaja, comenzaron a lanzarle proyectiles de diversas procedencias. No pude reconocer qué le tiraban desde tanta distancia, pero logré notar a un tipo que disparaba una semiautomática como si sus municiones fueran infinitas.

Entonces recordé el peso en mi bolsillo del revólver que me había regalado Ouis y me pregunté de donde podría conseguir municiones, ya que al parecer solo tenía tres disparos.

Cuando llegó el quinto, las cosas cambiaron completamente. Ya no venía desnudo o solo acompañado con pijamas o frazadas. El quinto apareció sentado en una silla, con una mesa en frente, y un vaso junto a una botella de un líquido oscuro a medio terminar. No parecía la gran cosa, pero el hecho de que materializara esos objetos como parte de su Noùm, pareció avivar los esfuerzos de Leslie y compañía, porque de alguna forma, lograron flanquear a Zam que —si bien pudo hacer volver al sujeto a su cuerpo— quedó apuntalado y defendiéndose tras la cobertura sus escudos.

Fue ahí cuando cayó la sexta. Quizás estaban muy preocupados en cerrarle el paso al osado Zam para notarla o quizá simplemente no les importó la nueva alma porque habían encontrado un premio mayor en él. Pero dejando una estela verde, al otro lado del fiordo, cayó una camioneta de esas 4x4 y de un color muy opaco. Aterrizó en una rampa que se materializó antes de que llegara al piso. Y al avanzar, en frente de la camioneta se creaba un pavimento que se deshacía tan pronto las ruedas de la misma lo dejaban atrás. Casi zigzagueando y dando círculos repentinos, poco a poco la camioneta se alejó de donde estaban Zam y los otros, dirigiéndose al inicio del valle.

Cuando pasó cerca de donde me encontraba, me vi en una encrucijada. Ya había decidido desobedecer a Zam e ir en su ayuda. Seguro que podía hacer algo para ayudarlo, aunque fuera distraer a los demás para que pudiera retirarse, pero cuando vi el movimiento errático de esa camioneta... Un espantoso pensamiento vino a mi mente.

Este tipo, quizás —al igual que el de la mesa y la botella— se pasó de copas celebrando el año nuevo y ahora se había quedado dormido al volante.

Por supuesto que mi prioridad estaba con Zam, pero incluso él hubiese entendido que si no enviaba a esta alma pronto a su cuerpo, entonces una tragedia aún peor podía suscitarse en el mundo físico.

Al parecer tenía una sola opción. Guardé el catalejo, me colgué de un brazo y me di un empujón igual como hubo hecho Zam.

Que estúpida decisión. Al parecer había subestimado la altura de la piedra y la fortaleza de mis piernas, así que luego de rodar un poco en la caída y quejarme en silencio mientras me sobaba una pierna, cojeé a la intersección de la borracha circunferencia que describía el imprudente conductor.

La velocidad a la que se acercaba era considerable. Pensé que si me veía al frente, iba al menos disminuir el paso, permitiendo encaramarme o intentar algo más. Pero el sujeto parecía no notar mi presencia o no importarle. De modo que, saqué el revólver con la intención de amedrentarlo para que se detuviera. Sin embargo, no disminuía la velocidad, parecía que incluso aceleraba. Al parecer esa era una contienda que no podía ganar.

Intenté salir de su trayectoria para ver si tendría un mejor intento en el siguiente círculo que describiera, pero me seguía como a un imán, sin importar donde intentara esquivar, parecía querer atropellarme.

Noùm'Vará: El Alma Portadora de Universos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora