Décima parte

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        Se había quedado dormido una vez más. La noche anterior no había sido tan buena, así que cuando se acomodaba más o menos bien, le venía cierto sopor. Tampoco había mucho que hacer ahí adentro. Había pasado largas horas sin hablar ni abrir la boca por lo que sentía un gusto raro y pastoso. Vio la esponja y le dijo.

       —Mirá la hora que es, Wilson. Ya estoy teniendo hambre. Cuando salgamos de acá, te voy a llevar a conocer una pizzería donde cortan la pizza en diez porciones perfectamente iguales. Es increíble. Ya vas a ver...

       Pasó un rato más hablando sin sentido con la esponja, para pasar el rato, cuando se acordó que en realidad estaba encerrado. Corrió la cortina de la bañera y vio hacia la puerta. Había un sándwich de fiambre, no era muy grande, pero como tenía hambre, salió para comerlo. Con el sándwich había otro papel con un mensaje.

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       Quedate tranquilo y seguí portándote bien que pronto te vamos a sacar. Se complicó un poco la cosa, pero no queremos romper la puerta ni la pared.

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       «No son tan malos», pensó recordando que le habían prometido dejarlo sin comer por su impertinencia. «No es mucho, pero algo me dieron».

       Cuando terminó de comer, vio que el baño estaba un poco sucio. Ahora se ensuciaba más rápido ya que él estaba todo el tiempo ahí. Tomó los productos de limpieza, miró la esponja y pensó: «hay que mantener la casa limpia para que no se deteriore tanto». Le guiñó el ojo y se puso a fregar. Mientras limpiaba escuchó el timbre de su casa, eran dos o tres personas que llegaban. No le dio tanta importancia a lo que decían, pero entendió que hablaban de la puerta, del baño, y de la cena. Pensó que no podía hacer una limpieza superficial solamente, y se concentró más en los rincones y los lugares menos frecuentes, «no fuera cosa que alguien lo visitara», pensaba y se reía.

        Cuando terminó, vio que le había quedado más ropa sin lavar y para matar el tiempo y «mantener todo ordenado» se puso a lavarla en la bañera. Se fue pasando el tiempo, fregando ropa, y comenzó a sentir hambre, el sándwich que le habían dado no había sido tanto. Quitó la ropa seca que había lavado la noche anterior, la dobló y la acomodó en un mueble debajo del lavamanos. Lo había despejado para que sirviera de ropero improvisado. Agradeció haber dejado un abrigo de algodón sin lavar en el fondo del canasto, que le serviría de abrigo los días fríos, y unas toallas que pudo acomodar sobre el suelo para dormir más cómodo. Escurría la ropa que acababa de enjuagar mientras escuchaba música que sonaba al otro lado de la puerta, no le parecía tan mala. Llegó más gente a la casa, pudo escuchar el timbre y saludos. No llegaba a entender bien las conversaciones pero sí comprendía que habría una reunión y planificaban comer algo especial. Él mismo desde adentro votaba imaginariamente por las diferentes opciones de la cena de acuerdo a lo que más le apetecía, tenía bastante hambre. Además, si sobraba algo, seguramente le darían un poco.

        Finalmente terminó de limpiar y acomodar sus cosas, secó la bañera y armó un almohadón para apoyar la cabeza en el borde, se sentó dentro, miró a Wilson y le dijo.

        —Tengo un poco de hambre, Wilson, pero voy a esperar porque Ellos tienen visitas y es mejor no gritar. Ya sabemos que los gritos son molestos y no les gustan.


FIN


Ellos (Cuento)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora