Lucian

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Esto estaba mal.

Hacia casi dos semanas desde aquella fatídica pelea y lo que más me molestaba era que yo fui el estúpido que la inició.

Aún podía escuchar el eco de las palabras que había dicho. La voz de Freya hizo que mis instintos no pudieran más y estallaran en algo que sinceramente no tenía que suceder.

El tic tac del reloj me hizo saber que de nuevo estaba divagando en las cosas del pasado, pero no podía hacer nada más, la había cagado y en grande. Ahora, Freya no me hablaba.

Justo después de haber discutido, el peso de lo que pasó me aplastó como si fuera una pequeña araña, traté de llamarla, pero me mandaba directamente a buzón.

Decir que me había sorprendido sería poco, pero cuándo vi que al día siguiente ella estaba en su escritorio, una pequeña sonrisa de asombro se hizo presente en mi rostro. La estupefacción, sin embargo, duró poco al no haber obtenido respuesta alguna más que un simple "Buenos días" de su parte.

No hubo nada, ni siquiera una mirada de reojo hacia mí como siempre lo hacía, sólo era como si yo fuera alguien irrelevante y desde ahí, la situación empeoró, parecía que no había nadie más que yo en el piso si no fuera porque la escuchaba atender las llamadas.

Conforme los días pasaban, se volvía más distante. Solo se presentaba, hacía su trabajo y se iba sin decir palabra.

— Señor Soler, lo esperan en la sala de juntas. — Freya entró a mi oficina, pero podía sentir como ella en sí, no estaba. Tal vez estaba tan inmerso en mis pensamientos que ni siquiera recordé la tediosa junta o los golpes que siempre hacía ella para hacerme saber que entraría.

— Iré para allá. — Ella asintió más que lista para irse. — Greyson. — Vi cómo se tensaba al escucharme, pero no se giraba. Suspiré para tratar de hablar tranquilamente. — Yo...l-

Antes de que pudiera decir algo, cerró la puerta y se marchó.

Cualquier intento que hice por hablarle fue en vano, ella no escucharía nada.

Me odiaba.

****

Su figura reflejaba una paz inquietantemente delicada, su respiración era lenta y constante, abrazaba la colcha como si de eso dependiera su vida y algunas veces se movía tratando de acomodarse hasta que sus dormitados párpados volvieran a quedar estáticos.

Los mechones de su cabello le cubrieron el rostro mientras se acurrucaba más en la almohada y tuve unas ganas infernales de pasar mis dedos por las hebras castañas de éstos.

Estaba a punto de hacerlo.

No sabía que la estaba observando tanto hasta que lentamente se acercó un poco más a mí. Sabía que no debía dejarla quedarse aquí. Era demasiado peligroso para ambos.

Suspiré al oler el perfume que desprendía su cabello y no pude evitar bajar mi mirada hasta la cicatriz en su pierna izquierda. Los recuerdos en su habitación invadieron mi memoria haciendo que me tensara al poder escuchar los gritos que me despertaron esa noche. El abrazo que le di seguía vivo en mis recuerdos.

Quién diría que la chica quebrada ahora estaría durmiendo plácidamente a lado de él.

¿Por qué estaba tan atento a ella?

Me acerqué un poco a ella para cubrirla y entonces los pequeños sollozos de mis sobrinos hicieron que me levantara para atenderlos.

Si no hubiera sido por la ayuda de Freya, nunca hubiera podido cuidar de Tommy y George. Pude sentir su mirada cuando me puse en frente de la cama, hice como si no la hubiera visto y me concentré en los bebés.

EASY WAY OUT [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora