maratón 2/3

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Narradora omnisciente

Era una mañana bastante soleada, con un cielo despejado que contaba con unas escasas nubles blancuzcas. Para aprovechar el fantástico día, Jungkook decidió llevar a Taehyung a un lindo día de campo, si estos serian sus últimos días juntos, quería aprovecharlos al máximo antes de decirle "adiós" a su amado. 

En este preciso momento se dirigían hacia su destino, con una canasta llena de comida como sándwiches, fruta y bebidas, a la mano. Tenían planeado ir a un lindo y tranquilo campo (que Jungkook conocía como la palma de su mano) que se encontraba un poco alejado de la ciudad y de los que habitan en ella, era mas que perfecto.

 Una vez llegaron al lugar, Taehyung miro todo a su alrededor con gran emoción y una pizca de nostalgia, pues este entorno le lanzaba recuerdos fugaces de cuando tenia menos edad. Sus impulsos lo dominaron y su niño interior se hizo presente, llevándolo a correr por sobre el verde césped, cual descontrolado crío. Jungkook solo veía a su infantil novio con una sonrisa mientras negaba con su cabeza.

Después de un rato corriendo por todos lados como loco, Taehyung se detuvo agitado debajo de la fresca sombra de un árbol cercano a el, el pelinegro extendió el mantel que se encontraba dentro de la canasta y se sentó a su lado bajo la penumbra de aquel regalo de la naturaleza. A pesar de ser el infierno, Yoongi se aseguro de dotarlo de sorprendentes lugares, cada uno poseyendo infinidad de maravillas, claro que lastimosamente los demonios se encargaron de destruir y masacrar todas esas bellezas en su desenfrenada caravana del caos.

-saca ya la comida, tengo hambre -exclamo Taehyung sobando su estomago-

-¿y que esperas?, si te la pasaste como 20 minutos correteando como una cabra loca por todo el lugar -respondió el otro riendo por el divertido puchero (o mas bien mueca) de enojo que tenia el de cabello chocolate-

-es solo que...-hizo una pausa- todo esto me dio un vago recuerdo, de cuando era niño, también recuerdo la granja de mi padre y como solía pasarme las tardes corriendo y revolcándome en el pasto -continuo con una nostálgica sonrisa-

Jungkook escuchaba cada palabra con especial atención, a la vez que sacaba todos los alimentos de la canasta y los ponía sobre dos platos, al igual con la bebida, que era jugo de naranja, la vació en dos vasos de vidrio, una para cada uno.

-aun recuerdo cuando tuvimos que vender la granja y mudarnos a la cuidad, si tan solo mi padre no hubiera muerto por ese maldito cáncer, mi madre no habría sufrido tanto por conseguir un buen trabajo para alimentarme y darme un buen futuro -sus ojos se empezaron a aguar y sentía que su corazón se comprimía y un nudo se formaba en su garganta, sin mencionar que el dolor en su nariz se hizo presente, indicando que estaba al filo del llanto-

Unos fornidos brazos rodearon la grácil cintura del castaño, Jungkook atrajo a Taehyung hacia el para brindarle un abrazo donde le demostraba todo el amor que este le tenia al mayor, y este, gustoso, lo regreso a su contrario.

-ellos hicieron todo lo posible por que tu tuvieras lo mejor, lograron su meta y ahora sus almas merecen descansar -susurro con delicadeza en el oído del chico que sollozaba en su pecho, que apretaba su camisa azul de rayas blancas entre sus manos-

Taehyung elevo su mirada para encontrarse con la del azabache que lo miraba con la tierna sonrisa, esa que siempre mantenía al estar en presencia de su amado, y como por arte de magia, esa simple sonrisa hizo que las lagrimas del castaño desaparecieran, secándose de sus mejillas el rió de agua salada que se había formado por aquel llanto, elevando las comisuras de sus labios para formar una sonrisa, igual a la del contrario. Es bastante increíble como aquella mueca puede hacer que una persona deje atrás el objeto por el que lloraba y se una a la alegría.

El sabor del pecado // YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora