Oímos pasos y voces. Marco se volvió a sentar. Entraron un chico y una mujer.
—¡Oh! ¿Eres Lina? ¡Encantada! —dijo ella— Este es Esteban y yo soy Dámaris.
Continuamos con las formalidades. Eran del tercer piso, así que no coincidiríamos demasiado. Noté que bajaban la vista. aunque no hicieron ningún comentario, su rostro les delataba. Le dije a Marco que siguiéramos nuestro tour por la empresa. Le cogí del brazo una vez fuera de su rango de visión y nos detuvimos a escuchar los cuchicheos. ¿Has visto eso? Va vestida como una zorra. ¿Dónde va con esos zapatos? ¿Y le has visto la tanga? Menuda zorra. La putita de la oficina. La jefa se va a enterar. No, a esa no le importa. ¿Pero cómo puede ir así vestida? Vaya zorra. ¿Te has fijado en Marco? Quizás hayamos evitado una mamada. Risas. Oye, pero esos zapatos sólo los llevan las putas, ¿verdad? ¿A mí me lo preguntas? A mí que me registren. Santo cielo. Se va a enterar toda la oficina. El primer día y ya así. Santo cielo, es que no me lo puedo creer. ¿Tú has visto bien esa tanga? O sea. ¡Con pedrería! Hombre, ¡esa tanga es para mostrarla! Risas. ¿Y Marco? Dios, seguro que se la estaba chupando. Y le decían tonto, a él. La jefa se va a enterar. Madre mía. Nunca había visto algo tan escandaloso. Menuda golfa.
Menuda golfa y menudo slut-shaming. Ya era la puta de la oficina sin haber chupado tan siquiera una polla. Tampoco había para tanto. Sólo eran unos zuecos de aguja y una tanguita a juego, pero de eso ya hablaré luego. Insté a Marco a proseguir nuestra marcha. Me señaló los distintos departamentos y al fin llegamos a nuestro espacio de trabajo. Mi taconeo hacía girar el mundo. Me presenté ante una horda de ojos salivosos. Tomé nota de todos los potenciales suministradores y me senté en mi sitio. La silla estaba agujereada por detrás, dejando entrever mi hermoso trasero. Al lado tenía a Marco; detrás, a Inés y a Rodrigo. Parecían majos, los dos.
Todos le dimos fuerte al teclado menos Marco. Desde mi posición podía ver perfectamente su entrepierna ferozmente abultada. Me levanté para preguntarle una serie de dudas a Inés metiendo todo mi culazo delante de Rodrigo. Tuve que inclinarme. Él tenía todos los minúsculos detalles de mi espectacular hilo dental a su merced, y seguro que los estuvo examinando como un puerco seboso. Volví a mi silla. Necesitaba mi dosis ya. Vaya. Se me cayó el bolígrafo. Qué despistada.
—Ups. Marco, ¿me lopuedes recoger, por favor?
El pobre diablo se agachó sin pestañear. Le veía diáfanamente mirándome con delirio los zapatos. Hice caer otro bolígrafo más cerca de mis pies. Era como dar pan a las palomas. El muy cochino me los estuvo a punto de besar hasta que le llamé la atención. Se levantó y le susurré al oído:
—Oye. Llevas horas observándome sin hacer nada.
—Yo no...
—Has estado a punto de lamerme los zapatos. Lo vi desde aquí. —estaba desquiciado, frenético, fuera de sí— ¿Tanto te gustan?
—¡No, no...!
—Ah. No te gustan tanto. Entonces te dará igual si ya no me los pongo.
—Bueno...
—Y tengo un montón. Y muchísimo más altos. Tengo un par de taconazos rosas de veinte centímetros. Imagíname aquí en la oficina jugando con ellos. Caminando. Haciendo ruido. Tengo otros de madera. Mañana me quería poner los negros de dieciocho. ¿Te da igual si no los llevo?
—No, no, llévalos, ¡por favor!
—Así sí que te gustan, ¿verdad?
—¡Sí, me encantan, los adoro!
—No grites tanto, idiota. Bien. Veo que tampoco paras de mirarme la tanga. ¿También te encanta? Tengo más de setecientas. Todas pequeñísimas. Pero tendría que vigilar un poco más con ellas, ¿verdad?
—No, no hace falta, te quedan muy ricas...
—Así que quieres poder seguir viéndolas.
—Sí...
—Apuesto a que te vas a matar a pajas después. Cerdo.
—Yo...no...
—Siéntate en tu sitio. Sé discreto, pero sácate la polla.
—¿Cómo? —el tipo estaba absolutamente impresionado.
—Que te saques la polla. Que la pueda ver.
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Lechita en los tacones
Short StoryLina llega pisando fuerte a la oficina. Viste unos tremendos taconazos de stripper transparentes de dieciséis centímetros y se le ve toda la tanga; y esa tanga de pedrería es para lucirla, todo sea dicho. Sus zapatos hacen ruido. Todo el mundo se v...