Capítulo 11

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Sentados en el sótano, los chicos escucharon crujir los escalones bajo el peso de Miriam subiendo la escalera. Cada paso era una amenaza. Cada paso era un reto, una penitencia, una prohibición. Cada paso era el fin de la aventura. El sótano ya no era un refugio cálido; era un lugar húmedo y frío donde sucedería lo peor. Sonó el último escalón.

Federico miró a sus compañeros. Se le mezclaba adentro la bronca y una tristeza pegajosa, que nunca antes había sentido... Ahora sus compañeros se iban a ir lejos y no iba a ser lo mismo. Lo vio a Fabián revisando su control remoto. Pensó en el marciano siempre iba a ser poco práctico. Vio a Graciela y a Paula, agarradas de la mano, mirando el suelo. Vio una lágrima que caía despacito por la cara de Graciela y se llevó la mano al bolsillo para prestarle un pañuelo. No tenía. Nunca traía pañuelo, es cierto. Se levantó corriendo y se acercó a la escalera.

-¡Miriam!- gritó-. Te podes quedar.
Los otros se miraron y buscaron con los ojos a Federico, pero él ya estaba sentado sobre un banco hojeando una revista vieja como si nada le importara. Después de todo, a él, le daba lo mismo.
Se escuchó la voz de Miriam que venía bajando como una manada de toros.

-¡Je!- dijo-. ¡Yo sabía que iban a entrar en razones! Yo siempre dije que Federico era el único inteligente...
Nadie le contestó. Bueno, esa no era su idea de pasar un rato divertido en el sótano.
-¿Jugamos a algo?- propuso.
Tampoco esta vez contestaron. Muy bien, si ellos se pensaban aburrir, ella no. Empezó a recorrer el sótano o, mejor aún, empezó a revolver todo, justo por donde los chicos estaban sentados. Desató carpetas, leyó lo que decían en voz alta, abrió cajas, canto "Aquí está la bandera idolatrada" sacudiendo una escarapela por arriba de todos. A lo sumo ma apartaban y seguían en lo suyo. Se asomó por el teatro de títeres.

-Señoras y Señores- anunció poniendo voz de pito-, aquí están las últimas informaciónes para este boletín: Cuatro niños de Séptimo B se han rateado de la hora de Geografía. ¡¡¡Eso no se hace!!! Pero una de nuestras mejores espías los ha descubierto. La genial... ¡Miriam Reinoso! ¿Y donde estaban? ¿Saben ustedes donde estaban? ¡En el sótano del colegio! Miriam Reinoso los pescó justo cuando se estaban repartiendo droga. Los cuatro chicos, borrachos por la droga, se dedicaban a... a...
Federico le tiró una carpeta, pero Miriam se agachó a tiempo y las hojas se desparramaron contra el teatro de títeres.

-Se dedicaban a besarse- dijo Miriam asomando la cabeza por última vez.
Nadie la miraba. ¿Qué tenía que hacer para que le dieran bolilla? Federico seguía con la revista, Fabián con el control remoto, ¿y las chicas? ¿Dónde se habían metido? Recorrió el lugar y las vio en un rincón, cuchicheando. Seguro que si se habían ido tan lejos era para contarse algún secreto. A escuchar se ha dicho, pensó Miriam, y haciéndose la distraída se fue acercando. Graciela y Paula se estaban peinando y pintando y hablaban muy bajito.

-¿A vos te gusta Fede?- le preguntaba Graciela a Paula una vez que se sentaron lejos de los chicos.
-¡No! ¿Estás loca?- le contestaron Paula mientras se dehacía la trenza.
-A mi sí- dijo Graciela y empezó a desenredarle el pelo.
-Esperá que se lo digo- bromeó Paula, amagando a pararse.
-¡No! ¡Nena!- dijo Graciela sentándola de un tirón de pelo-. Antes me parecía re-plomo. ¿Te acordás cuando nos ponía la traba cada vez que pasábamos por el banco?
-¿Y en quinto, cuando nos sacaba las figu?- recordó Paula.
-Pero ahora está re lindo.

Las dos se quedaron en silencio. Graciela enlazaba la trenza de Paula.
-A mí, el que me gusta es, Fabián- dijo Paula de repente.
-¡Es un marciano!- se rió Graciela.
-Sí, ya lo sé.
-¿Y él sabe?- le preguntó Graciela.
-¿Qué es un marciano?
-No, nena, que vos gustás de él.
-¡No! ¿Como va a saberlo?
-Pero si no le decís no se va a enterar nunca- dijo Graciela-, es más distraído...
-Ya sé- le dijo Paula-, pero no sé como hacer.

Graciela se puso de rodillas y tomándole la mano a Paula como si fuera Fabián le dijo:
-¡Oh, Fabián!... Yo soy el pacman de tus sueños.
-Mi corazón hace cortocircuito por ti- agregó Paula.
-Cada vez que te veo, se me tilda la compu.
Se tentaron y estuvieron, como siempre en esos casos, un rato largo diciendo pavadas que no podían ni empezar ni terminar por la risa.

Los chicos, por suerte, no podían escucharlas.
Pensaron varias formas de hacer que Fabián se enterara, hasta que Graciela propuso que le escribieran una carta.
Paula nunca le había escrito una carta a un chico, ni tampoco había recibido ninguna. Su mamá la hubiera retado, seguramente, de encontrarle alguna cartita. Estaba convencida de que no iba a tener novio hasta que fuera grande. Al menos, su mamá decía que eso era lo correcto. Pero Fabián le gustaba... Desde Cuarto. ¿Y si le mandaba una carta y no la leía? ¿Y si le parecía una estupidez? ¿Y si le gustaba otra chica? Finalmente, Graciela logró convencerla y se pusieron a escribir en un papel pisoteado que limpiaron lo mejor que pudieron.

-Querido Fabián- dictó Graciela-, me gustás mucho.
-¿Cómo le voy a poner eso?- protestó Paula.
-Querido Fabián- volvió a empezar-, gracias por el manual que me prestaste ayer...
-Ahí está mejor.
-Me gustás mucho- insistió Graciela.
-¡No le puedo poner eso!
-¡Pero se eso que le querés decir...! Bueno, esperá- Graciela pensó un poco y siguió dictando-. Querido Fabián: gracias por el manual que me prestaste ayer. Sos un pibe re-copado y cuando te sacás los anteojos...
Ahí Paula interrumpió otra vez.
-¿Anteojos va con hache?
-Sí, con hache y con zeta.
-¿Y la zeta dónde la pongo?
-¡Sin zeta, nena!
-¿Ves? Ahora tengo que tachar.

-Hacele un corazoncito y listo- le dijo Graciela y siguió dictando-... y cuando te sacás los anteojos tenés unos ojos re-lindos. Me gustaría ser...
-Ojo con lo que vas a decir- le dijo Paula.
-¡Ufa! Me gustaría ser tu amiga. ¿Está bien? Bueno, ahora firmala y hacele un dibujito.
Cuando estaba por hacer una florcita, Paula sintió que le arrancaban el papel de la mano. Pegó un grito, pero no pudo detener a Miriam, que ya corría por el sótano agitando la carta y gritando:

-¡Carta de Paula para Fabián! ¡Carta de Paula para Fabián!
Graciela y Paula la persiguieron pero no se la pudieron sacar y los chicos no se esforzaron demasiado, porque, en realidad, querían saber lo que decía la carta. Miriam logró esquivarlos a todos y se asomó una vez más, por el teatro de títeres. Paula corrió a un rincón y se tapó la cara. Graciela hizo nuevo intento de arrancarle la carta, pero se quedó con un pedacito de papel en la mano y se dio por vencida. Los chicos escuchaban.

Miriam leyó la carta con voz de títere, haciendo suspiritos y tirando besitos en el medio. Paula, colorada de vergüenza deseaba que se abriera la puerta y apareciera la Foca. Cualquier cosa antes que mirar otra vez a Fabián. ¿Por qué le había hecho caso a  Graciela? Había sido una tonta. Es cierto que había escrito la carta, pero todavía no había decidido si se la iba a dar o no. Ahora, no sólo lo iba a saber Fabián, sino todo el grado. Al final Fede tenía razón: Miriam lo arruinaba todo.

De pronto, escuchó lo que estaba leyendo:
-Me gustaría ser tu novia.
-¡Mentira!- gritó Paula.
-Acá dice eso...- le contestó Miriam rompiendo la carta.
Paula quería romperle la cabeza a Miriam como ella había roto el papel. Apretó los labios y se quedó inmóvil, mirando la pared; no quería darse vuelta nunca más en su vida. Federico y Graciela se miraron. En realidad, ellos habían sido un poco culpables. Fabián también estaba todo colorado. Se acercó a Paula. No sabía que hacer, ni que decirle. Él también gustaba de Paula desde hacía mucho. Era lo que más le gustaba,  después de su computadora, claro.

Montones de veces le había regalado dibujos hechos en la compu, pero nunca le había dicho nada. Se acercó a ella despacito. Se paró al lado y de golpe, se ánimo y le dio un beso en la mejilla... que en realidad fue en la oreja. Paula ardía de vergüenza. Suerte que en el sótano había poca luz. No se animaba a darse vuelta. ¿Lo habrían visto los demás? Fabián seguía ahí parado. ¿Le tenía que dar un beso? Lo miró de reojo. Fabián se había sacado los anteojos. Tenía unos ojos re-lindos en serio.

Federico se pudrió de tanto romanticismo y, de repente, se puso a cantar la marcha nupcial. Graciela lo siguió.
-Y ahora- gritó Fede- ¡Vamos a casarlos!






Jane🥀

Caídos del mapaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora