Capítulo 16

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Fabián, Paula, Graciela y Federico se quedaron mirando la escalera. Había llegado el fin. El tiempo se terminaba. Seguramente, Miriam iba a contar todo en cuanto llegara al aula. ¿Y después...? Ese después se les clavaba en el estómago... Que no llegara nunca... que no llegara nunca... "Después" era enfrentarse con la Directora, el reto de los viejos, el castigo, a lo mejor, no verse nunca más. "Después" era el mapa de la Foca lleno de ríos y montañas que no les interesaban.

Iban calculando el recorrido de Miriam por la escuela. Había salido del sótano, había pasado frente a quinto, después frente a sexto... A lo mejor había entrado al baño. Ya tenía que haber llegado al grado, ya debía estar ahí, ya estaba contando...

-Señorita Miriam, ¿dónde estaba? -preguntó de repente Federico, imitando la voz de la Foca con su voz de pito y su pañuelito en la mano.
Los chicos lo miraron asombrados. ¿Cómo podía bromear en este momento? ¿Quién tenía ganas de reírse?

-Yo... estaba en el baño, seño- contesto Fabián imitando a Miriam y entrando en el juego.

Las chicas no pudieron resistir la risa. Fabián, tan chiquitito y con anteojos, se parecía muy poco a Miriam.

-¿Usted no sabe que se debe ir al baño en los recreos?- le recriminó Fede sacudiendo el dedo como solía hacer la Foca en esos casos.

-Sí, seño, lo que pasa es que me estaba haciendo caca- le contestó Fabián, y las carcajadas no lo dejaron seguir hablando.

-Escúchenme bien- siguió Federico cuando pudo parar de reírse-, y esto va para todos: si usted siente deseos de hacer sus necesidades en horas de clase... ¡se caga en el banco! Pero jamás, ¿me entienden?, jamás se debe salir del aula en horas de clase.

Los cuatro se revolcaban de risa. Paula creyó que se iba a hacer pis en cualquier momento y tuvo que sentarse y tratar de pensar en otra cosa, porque si algo no había en el sótano, era baño.

-Saquen el cuaderno de comunicaciones- siguió Fede-. Escriban: no debo hacerme caca en horas de clase. Notificado. Firma del padre, tutor o encargado... del edificio.

Graciela y Fabián repetían a coro el dictado de Fede, pero Paula los interrumpió.

-Che- dijo casi al borde del llanto-, ¿ustedes pensaron qué estará haciendo Miriam ahora?

El juego había terminado otra vez. Ahí estaba la palabrita "después" repicando en sus cabezas.

-Enseguida nos vamos a enterar contestó Fede.

A los chicos les parecía que si Miriam había contado, estaban tardando mucho en venir a buscarlos. Claro que si había ido a hablar con la Dire...
Graciela sugirió que subieran y se presentaran ellos solos, pero la idea fue descartada porque, por ahí, Miriam no había contado nada y caían como chorlitos.

Lo que más les preocupaba ahora, no era el reto que iban a recibir sino esa extraña sensación de que, a lo mejor, ese era el último momento que pasaban los cuatro juntos... que iba a sonar el timbre, iban a subir, cada uno se iba a ir a sus casa y después... mañana mismo... no se iban a ver más.

-Pero si nos echan de esta escuela podemos ir a otra los cuatro juntos- dijo Graciela no muy convencida.

-¡Mirá que si nos echan! de esta escuela nos van a dejar entrar a los cuatro en otra. ¡Justo!- le contestó Fede.

-A mí me van a poner pupila en una escuela de monjas- dijo Paula.

-Entonces nosotros nos disfrazamos de minas y vamos con vos- le contestó Fabián para consolarla.

-¡Sí, sobre todo vos, que sos judio, vas a ir a una escuela de monjas!- agregó Federico, pero nadie se rió.

Graciela trató de darse ánimos con la idea de que, igual, podían encontrarse todas las tardes en la casa de alguno. Empezaron a pensar dónde, cómo... Pero Paula una vez más se la tiró por tierra: ella estaba segura de que no la iban a dejar.

Caídos del mapaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora