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¿Cómo un mes había pasado tan rápido?, era navidad y sus hermanas estaban de vuelta en Japón por unos días para visitarla, Sana no podía estar más feliz de no pasar esta época sola. Las navidades siempre habían sido una pesadilla, debía comprar regalos a personas que no le importaban porque se vería muy desconsiderado de su parte no regalar, cuando a ella siempre le daban cosas que no pedía.

Pero así es la vida, Sana era consciente sobre la clase de sociedad en la que vivía, una sociedad en donde debes aparentar para que el resto te aceptara. Sana venía de una familia así, su madre se embarazó cuando tenía apenas 17, sin esposo y sin trabajo, por lo que se ocultó de todos, hasta el día de hoy Sana seguía sin ser conocida por algunos familiares. Recordar lo mierda que era su historia le hacía a Sana ir entrando lentamente en un depresión, enfermedad que ni ella sabía que la estaba acechando. Era consciente del cambio que debería hacer en su vida para mejorar su salud mental, pero estaba sola y desmotivada, ¿qué iba a hacer? Aquella era la única forma de vivir que le habían enseñado.

Observó a sus hermanas, quienes arreglaban el árbol de navidad, sonrió mientras negaba con la cabeza. Basta, se dijo a si misma, hoy iba a disfrutar.

—Sana, ¿me pasas esas luces?—la nombrada asintió poniéndose de pie y le entregó a Mina lo que pidió

—Waah, está quedando muy lindo—exclamó sonriendo.

—¿Tú crees?—preguntó Mina observando el árbol.

—Sí,—Sana abrazó a su hermana por el costado y sonrió más grande de ser posible—muchas gracias por venir.

—¿Qué dices? Somos familia, obviamente íbamos a venir—dijo Momo uniéndose al abrazo.

Todo en aquel momento era perfecto, Sana se sintió realmente feliz, pero no duró por mucho.

—¿Ya le compraste algo a papá? ¿Qué piensas ponerte para la cena?—Momo preguntó inocentemente, ganándose una mirada asesina por parte de Mina.

Sana las miró confundida.

—¿Qué cena?

La sonrisa de Momo se deshizo, al igual que el abrazo y aquel perfecto momento de felicidad pura. Hasta ahí había llegado la feliz navidad de Sana. Supo inmediatamente que sucedía, sus hermanas iban a tener una cena familiar con sus madres y padre, una cena a la cual la castaña obviamente no había sido invitada, y a la que tampoco parecían querer invitarla, a juzgar por la mirada de su hermana Mina.

—No puedo creerlo. —murmuró—Iban a dejarme de todas formas. Solo vinieron aquí por pena...

—Sana, yo no...—intentó hablar Momo.

—Váyanse—dijo Sana sintiendo las lágrimas acumularse en sus ojos.

La habían humillado una vez más, su familia la había humillado otra vez.

—¡Fuera!

A los pocos segundos, el departamento quedó vacío nuevamente. Sana tiró de los enchufes con fuerza, apagando las luces del árbol, y luego en un repentino arrebato, empujó el árbol hasta caer. Se sentó en el suelo llorando.

¿Por qué?, se preguntaba, ¿por qué me hacen esto?, una y otra vez, la pregunta aparecía en su cabeza. El dolor en su pecho era insoportable, era la clase de dolor que se sentía cuando te rompen el corazón, era un sentimiento que Sana ya había sentido, pero jamás por algún romance, solo por su familia.

Y justo cuando lo necesitaba, el teléfono en su bolsillo vibró, en la pantalla apareció una llamada entrante de Tzuyu. La japonesa respondió sin pensarlo, ni siquiera le interesó haber llorado, solo quería oír la voz de alguien más.

¡Feliz navidad ardillita! —exclamó Tzuyu, evidentemente feliz.

Sana sollozó.

—Hola—respondió en un hilo de voz.

¿Qué pasó?

Ahí estaba esa típica pregunta. ¿Qué podía responder Sana? ¿"Nada, solo que mis hermanas me abandonaron otra vez, mi familia no me quiere, no logro conseguir un trabajo, mi vida amorosa apesta y estoy comenzando a necesitarte demasiado"?

—Solo... Drama familiar que terminó arruinando mi navidad—rio sin ganas.

Lo siento mucho, desearía estar ahí contigo, podríamos ver una película juntas y comer galletas.

Sana sonrió levemente ante la ternura que irradiaba la voz de la taiwanesa.

—¿Qué película te gustaría ver? —preguntó Sana.

El origen de los guardianes. —respondió al instante, emocionada.

—Mmh, muy de niños, no seas infantil.

Uy, que mala eres ardilla.

Y con una oración, Tzuyu logró calentar el corazón de Sana. Suspiró, ya más tranquila, pero de todas formas preocupada.

Zhou Tzuyu le gustaba.

Demasiado.

Unsweet ミ satzu (1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora