IX

85 12 11
                                    


Esto no puede estar pasándome.

—No soy estúpido. Reconozco un rostro, maldita sea—Presionó más mi muñeca y luego la soltó dándome un empujón haciéndome retroceder.

Mi garganta se sentía seca. 

¿Qué digo? ¿Qué debería decir?

¡Sabía que tenía la misma cara!
"Creo que ni siquiera sé lo que estoy pensando..."

—Creo que me está confundiendo, señor—Dije ocultando fallidamente mi nerviosismo.

—Ahórratelo, no te hagas quedar más en vergüenza.—Me miró sobre su hombro y empezó a caminar a mi alrededor como si estuviera analizando cada parte de mi.

En la segunda vuelta se detuvo detrás de mí.

Jugué con mis manos con nerviosismo.

—¿Por qué trabajas aquí ahora? ¿Te aburriste de dejar calientes a tus clientes?—Dijo en tono bajo en mi oído erizándote los vellos de la nuca.

Lo dejé caliente...

Traté de no sonreír. ¿Cómo se habrá quitado la calentura?

Mordí mi labio desapareciendo esos pensamientos.

Concéntrate.

Estaba siendo descubierta, necesito hacer algo, no puedo arruinarlo. Sólo ha descubierto mi rostro, ¿no?
Él no sabe nada de mí.

Traté de calmar mi mente.

"Bien, aquí empieza tu papel de víctima"

—Tiene razón, señor. Soy yo.—Suspiré—Verá...quise iniciar de nuevo, tener una nueva y buena vida, lejos del sexo, las drogas y el alcohol—Fingí dolor al recordar "mi" oscuro pasado—No era una vida sana, señor. Decidí hacer esto por mi propio bien.

Esperé una respuesta por su parte.

Su cercanía me estaba poniendo nerviosa, más de lo usual, siento su lenta respiración en mi cuello.

—¿Señor?—Pregunté temerosa al no obtener respuesta.

Sin previo aviso su brazo envolvió mi cintura y me pegó a su pecho. Jadeé sorprendida e intenté alejarlo por inercia, pero el hizo más presión sobre su brazo.

—Aún me debes lo qué pagué por ti.

Sentía su anatomía en mi espalda.

Tragué saliva.

—¿Qué...?

—¡Kendall! ¡Ven aquí ahora!—Me sobresalté ante el grito de la señorita Rousseau, pero Benedict seguía como si nada.

Acarició mi cintura con lentitud.

—Tú...—acarició mi cuello con su nariz—no te salvarás de mi.—Me estrujo más contra él.

Ay, Dios mío.

A pesar de estar hecha un lío, sentí mi cuerpo arder ante su toque.

—Para ser honesto creí que estaba loco. No creí que fueras tú—acarició mi brazo y subió hasta mi hombro— Pero vi estos pequeños lunares en tu hombro—Tocó la parte delantera de mi hombro, donde tenía los tres lunares. —Confirmé que eras tú, memoricé cada parte de ti esa noche.

Ladronas.|Benedict Cumberbatch| (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora