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Renjun cerró la puerta mientras cargaba con el acolchado que iban a usar Jaemin y él para taparse en el piso. 

Apagó las luces, y se dirigió donde el menor, sentándose a su lado en el piso y frente a la ventana. Apreciaban ambos con una sonrisa la hermosa vista de la ciudad por la noche.

El chino tapó a ambos con el acolchado y se juntaron casi volviéndose uno de lo tan cerca que estaban. Se apoyó en el hombro del menor, sin quitar la vista de  la ventana.

—¿Y de qué hablaremos hoy?— preguntó Jaemin con una sonrisa mirando por la ventana.

—No lo sé. Dímelo tú.— Renjun estaba igual.

Hubo un silencio de tal vez un par de minutos, pero no era incómodo, al contrario. Ellos ya estaban acostumbrados a eso, el estar juntos era simplemente lo que necesitaban, no había necesidad de estar hablando, pues los momentos callados a veces se los tomaban para apreciar la vista del paisaje, o la vista del hermoso rostro ajeno. Esta vez era la primera.

—¿Te gusto?— Soltó de la nada Renjun.

El menor abrió la boca, sorprendido, sobre todo de la naturalidad y neutralidad con la que el menor le había preguntado aquello, juró que hasta lenhaia asustado un poco.

Rió en su mente. Renjun era como una vieja chusma y sinvergüenza, no se callaba nada y siempre quería saber todo. Le recordó a su sunbaenim Heechul.

—¿P-por qué la pregunta?— vaciló el menor, avergonzado y rojito.

—Mmm, no sabría que responderte, aunque creo que tengo razones en realidad. Ahora, ¿por qué no hacerlo? Soy un adonis humano.— hizo una pose apoyando su codo en su pierna y su mano en la barbilla, mirando hacia distintos ángulos para que el menor pudiera apreciar su existente belleza a pesar de la ausencia del maquillaje.

Jaemin rió levemente. —Sí, creo que me gustas— le sonrió.

Renjun rió y golpeó el hombro ajeno. —¡Pues no intentes demostrarmelo intentado tener sexo conmigo!— rió. Sus palabras ocasionaron un enrojecimiento mayor en las mejillas y orejas del menor, quien rió vergonzosamente junto al chino.

—Es que... Yo... Quería...— vaciló una vez más. —No, lo siento. No tengo excusa para eso.— rió escandalosamente una vez más mientras se tapaba su rostro cuyo color era el de un tomate prácticamente gracias a la vergüenza.

Ambos rieron.

Jaemin amaba eso: estar en un ambiente tranquilo ellos dos solos, hablando sin interrupciones y con toda la comodidad con la que podían esta y qué entre si se podían brindar.

—¿Y qué tienes planeado hacer para enamorarme?— siguió curioseando el mayor, no sabía bien hasta donde quería llegar formulando preguntas sobre la relación que el menor quería que hubiera entre ellos, ni siquiera si en verdad quería llegar a algo.

Jaemin pensó.

—¿Quieres una respuesta que no tenga que ver con sexo?— lo miró atontado.

—Umm... No lo sé.— rió.

—Bueno, no la hay.— se miraron y rieron juntos una vez más.

Jaemin paró de reír antes que Renjun, se detuvo a pensar una respuesta decente para la pregunta del mayor.

—¿Sabes? Creo que sí la hay— Renjun lo miró con una sonrisa y se acomodó para poder estar frente a frente con el menor. —Te compraría todos los peluches de Moomin que quisieras cada vez que pudiera, haría lo imposible para conseguiré té de Jazmin cada vez que hagas berrinche porque se te acabó, te ayudaría a pintar y elogiaría todo lo que hicieras, estaré ahí para ayudarte cada vez que no te salga un paso de ballet e iría a todas y presentaciones...— Enumeró casi sin tomar aire. Luego, fue bajando de a poco la cabeza, estaba demasiado avergonzado y no quería que el mayor lo estuviera comparando mentalmente con Elmo. 

«Erecciones»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora