Capítulo 13

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   Las dos bestias se cubrían tras del mueble y se levantaban cada poco tiempo con la ballesta, cargada con una saeta, buscando enemigos que asesinar, sin embargo lo único que hacían estos monstruos con poco cerebro era levantarse y disparar al aire, con la esperanza de que aquel guerrero estuviese en pie, por desgracia para ellos, el todavía no sabía que hacer, así que se limitaba a pensar agachado, antes que ellos se diesen cuenta que podrían disparar apuntando hacia abajo. Las flechas iban saliendo de aquella parte de la mesa, pero lo más cerca que estaban de un enemigo suyo era cuando se clavaban en la puerta. Oncar acabó de planear una idea que quizá lo ayudaría, su primera acción fue saltar la mesa tumbada y con su hacha, cogida con su mano izquierda, estiró su brazo y giró, lo que finalizó con un arma clavada en un saco de escamas verdes, que acabó estampado en la mesa.

   Entre tanto Molen seguía tirado en el suelo, quizá fuese su final, por lo menos no iba a morir como un cobarde, sino como un gran guerrero perdido en batalla. Cerró los ojos lentamente, relajó su cuerpo, cuando en el último instante, recordó que él no era un guerrero, él era un hechicero, y no necesitaba un estúpido martillo para vencer a una bestia tan débil como era esa, rodó hacia su izquierda esquivando el movimiento de la espada de la bestia, la cual hizo un agudo y pequeño sonido al chocar el filo contra el suelo, y en aquellos pequeños instantes que tuvo, aprovechó para levantar su mano izquierda con la mano abierta y los dedos juntos, entre tanto se sujetaba con sus otras tres extremidades. Entonces fue cuando dijo con una voz suave, baja y débil "blau fros", después de nombrar esas mágicas palabras, una pequeña bola, de color azul apareció, pegada a su mano, y más rápido que cualquier flecha, destrozó el diafragma de la bestia, cambiándole el lugar, el monstruo retrocedió dos pasos hacia atrás y se le cayó la espada, y en un instante todo su cuerpo fue absorbido por aquella bola de luz, como si fuese un agujero negro absorbiendo agua, los músculos blandos y sólidos se convirtieron en un líquido extraño y los huesos en simple polvo que se mezclo con aquel extraño líquido, aquella mezcla hacia un movimiento de espiral, cada vez acercándose más y más a la bola que lo absorbía, hasta acabar dentro desapareciendo de cualquier espectador presente, e instantes después la bola, creó una pequeña explosión dentro de la habitación que destruyó el cuerpo del reptil, repartiéndolo por la sala y expulsando su alma al otro mundo.

Los invictos: La Espada MágicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora