El viento que mueve las arenas del tiempo

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El tiempo en el que fui ignorante de lo que sucedía, el tiempo en que vivía cada día como el último, el tiempo donde no tenía que cuestionar mi felicidad, ese tiempo se deslizo por mis dedos como la arena llevada por el viento.

La última vez que deje a Alejo quedarse en mi casa fue hace ya cuatro años, ya para entonces había tomado una decisión determinante en mi vida y tuve que elegir entre dos cosas que realmente quería, nunca tuve que hacerlo hasta allí, siempre encontraba una forma de conseguir todo lo que quería, fue por primero de bachillerato que deje a Alejo quedarse en mi casa, pero antes de eso sería bueno recordar cómo nos convertimos en amigos.

Lo cierto es que Alejo era un chico popular, llamaba mucho la atención por su físico tan inusual, para ese entonces tenía el cabello muy corto, no le gustaba llamar la atención más de lo que debía y todos lo conocían, eso no significa que todos fueran amigables, recuerdo vagamente a una chica que defendía fervientemente a Alejo, pero esa chica se mudó y Alejo se quedó solo, yo me topé con el de casualidad, estábamos en recreo y por accidente Alejo perdió sus gafas en el césped, estaba buscándolas de rodillas pero unos chicos encontraron sus gafas antes que él, no quisieron devolverselas.

Lo que menos imagine fue meterme en medio de esa situación y ayudar a ese pobre chico, pero cuando lo ví tan derrotado frente a esas personas me conecte con el, pude sentir algo de empatía por como se sentía, y no quería seguir observando, en vez de eso fui rápidamente y le grité a esos chicos para que devolvieran sus gafas, seguían con actitud desafiante y altanera, pienso que los intimide bastante porque al final salieron corriendo, el problema es que se llevaron las gafas... También les grite por eso pero no regresaron.

No me creia capaz de enfrentarme a unos brabucones así, lograrlo me subió mucho el ego y más importante, me convirtió en el mejor amigo de Alejo. Ya sabía cómo se llamaba así que fui yo el que se presentó.

-Mi nombre es Andrés Jiménez Hernández, estoy en tu mismo curso, déjame ayudarte-.

Alejo se presentó aún cuando yo ya sabía su nombre, también mencionó que teníamos el mismo apellido: Hernández. Le ofrecí mi mano para que se levantará, pero evidentemente no la vio y tuve que tomar su mano y pasármela por el cuello para levantarlo, era ligero, yo me entrenaba en natación y tenía fuerza de sobra.

Alejo no sabía que hacer, no podía ver nada y quién sabe por cuánto tiempo así sería, no hubiera estado bien dejarlo solo, estaba obligado a ayudar, además no soltó la manga de mi camisa en ningún momento.

Apartir de entonces acompañe a Alejo a todas partes, fui a sus clases, lo lleve al baño (obviamente no lo ayude a orinar), y hablamos de muy poco, Alejo estaba muy apenado y yo un poco también, todos nos quedaban mirándo, el no lo notaba pero no hacía falta ver mucho para escuchar todos los murmullos.

Para ese entonces ya conocía a Julieta, y ella me gustaba, no sabía en ese entonces si ella sentía lo mismo, además que no me atrevía a decírselo, pero si le pedí ayuda con lo que estaba pasando, Alejo no la conocía así que se presentaron entre sí, ella es apellido Alvarado Escribano, por lo que tiene que llegar muy temprano a clases, ser la primera de la lista es más una maldición que otra cosa.

El caso es que Julieta no sabía bien que hacer, no sabía dónde vivía Alejo y mucho menos como conseguirle gafas nuevas, el tiempo se agotaba y se me iluminó el bombillo tiempo después.

-Ya se a quién podemos pedir ayuda-.

No fue difícil llegar a esta conclusión, en nuestra clase hay una chica con mucho dinero y que además es la representante de nuestro salón, ella podría ayudar con las gafas y si es posible llevando a Alejo a su casa, la respuesta no fue muy amigable:

El destino que escribimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora