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PREGUNTAS INÚTILES Y RESPUESTAS CONFIDENCIALES

Lo que quedaba de la tarde se consumió después de la acción en la escuela, y todo volvió a la normalidad, la frialdad de la noche los envolvió rápidamente y el caminar se contextualizo con el humo de cigarro que salía de sus bocas.

Volvieron al parque que se encontraba desierto, algunos coches pasaban y los faros estaban encendidos iluminando los juegos vacíos.

—Tengo que irme —habló Laila de repente. Le dio una última calada a su cigarro y lo arrojó al suelo para pisarlo.

—Te veo mañana entonces —contestó Allan

—Como sea —. Fijo su mirada en la calle, en el negro asfalto y dio un gran suspiro para empezar su camino de vuelta a casa.

Allan se quedó callado, observando como la figura de Laila se iba y desaparecía entre la negrura. Se sentó en una banca cercana del parque y pensaba en una sola cosa, el que pasaría al regresar a su casa. Se frustraba y desearía quedarse ahí esa noche pero tenía que regresar eventualmente y enfrentar las consecuencias.

Y eso hizo, estando en frente de su casa, viendo la puerta principal resignado empezó a caminar hacia ella pero antes de agarrar el pomo de la puerta, sintió un escalofrió que le invadió el cuerpo, se sintió observado. Volteo atrás de él y a través de la ventana de la casa a un frente –la cual nadie ha habitado por dos años- pudo jurar haber visto un flash como de una cámara. Y a pesar de que eso fue tan rápido lo dejó desconcertado.

Al final decidió ignorar lo último y entró a la casa, donde su padre lo esperaba en uno de los sillones negros de la sala.

— ¿Quién te crees que eres para salirte por horas sin mi permiso? —preguntó furioso el señor Hoffman con un aliento alcoholizado.

...

La luz empezaba a filtrarse por la persiana del cuarto de Allan, quien ya se encontraba despierto, esperando el sonido de la alarma para levantarse.

Cuando ocurrió se arregló y se alisto para el colegio, mientras se cepillaba los dientes observaba los golpes que le habían marcado en la cara la noche anterior. Un moretón en el pómulo derecho y un labio partido e hinchado.

Termino de hacer su rutina diaria en la mañana y salió de su casa. Cerrando la puerta con llave noto que se escuchaban ruidos de la casa de enfrente.

Volteo curioso y se percató de un camión de mudanza donde se encontraba una mujer de tez morena con chinos atados en una cola de caballo estaba dirigiendo a los trabajadores para meter las cajas y los muebles.

Siguió su camino a la escuela pero la voz de la señora lo interrumpió.

—Disculpa... vecino

Allan la volteo a ver para saber por qué lo llamaba.

— ¿Sabrás donde hay una cerrajería?

—Estoy seguro que hay una en el centro de la ciudad.

—Gracias. Perdón no me presente, soy tu vecina nueva, Amanda O'ware

—Mucho gusto mmm, Allan Hoffman.

La voz de una joven interrumpió las presentaciones que llamó la atención a ambos.

—Mama no encuentro la caja con mis libros... —dijo la voz de una joven con la tez un poco más clara que la de Amanda, con un cabello negro y lacio, usaba unos jeans entubados que entonaban la forma de sus definidas piernas.

Su mirada se topó con la de Hoffman por varios segundos hasta que la señora O'ware le contestó.

—Ha de estar a lado de la caja de blancos. Te presento al vecino de enfrente, Allan Hoffman. Allan ella es mi hija Paulin.

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⏰ Última actualización: Sep 23, 2018 ⏰

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Ráfagas de Un Invierno NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora