XXV.

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Había pasado una semana, en la que había tenido el tiempo suficiente para pensar, y ordenar todas sus ideas para lo que haría a futuro.

Las cosas seguían tensas, pero sabía que de una semana a la otra, todas sus sanciones, la controversia de Johnny en la cárcel, y el amorío del gerente general con el hijo de su jefe serían temas completamente olvidados.

Omitió todos sus problemas y preocupaciones, y se arregló como pudo, saliendo rápidamente al punto de encuentro que había acordado con el menor, en donde nadie podría verlos.

20:34 pm.

Ten lo esperaba sin expresión en el rostro, como si no tuviese nada que decirle, o nada que comentar. Saludó como siempre, y comenzaron a caminar hacia el pequeño parque, la plaza que les traía gran parte de sus recuerdos juntos a la cabeza.

Se detuvieron en el mismo lugar de siempre, siendo rodeados por árboles y arbustos, que en parte les ponían más nerviosos de lo que ya estaban.

—¿Qué harás? —preguntó el menor, sin decirle absolutamente nada antes de la pregunta.

—Terminar los trabajos comunitarios, pagar lo que debo y lo demás ya lo sabes —bajó la cabeza, subiendo sólo la vista para encontrarse con los ojos de Ten fijos en él—. Ten, ¿por qué me llamaste? Tu papá se va a-

—No te llamé para hablar de lo que pasó, ni para hablarte de mi papá.

—¿De qué quieres hablar?

—Quiero irme contigo a Seúl. 

Pensó en todas las locuras que Ten le había dicho en toda su vida, y esa probablemente era la más disparatada que había escuchado.

—Me dijiste que lo de nosotros podía ser posible —volvió a hablar, soltando una pequeña sonrisa incómoda.

—No era para obligarte a ir a la universidad de Seúl. Ten, no puedes tomar una decisión así sólo porque yo-

—Escucha, lo entiendo si no quieres que me vaya contigo, o si prefieres que nos alejemos un tiempo o lo que sea... Sólo era una sugerencia, y sé que va a parecerte estúpida y claramente te odio por eso pero —hizo una pausa para suspirar, nuevamente sonriendo—, creo que entiendes lo que quise decir.

Pensar que su relación podría funcionar incluso si todos se enteraban le parecía lejano hacía unos meses atrás. Incluso a veces parecía imposible.

Pero, ¿qué era eso?

Sonrió levemente, recordando en un par de segundos todas las penas y desgracias que había vivido por Ten desde que eran más jóvenes. Apreciaba todo lo que le había pasado, a pesar de lo doloroso que había sido.

Y sonrió. Sonrió aunque su arrogancia le decía que no lo hiciera, y aunque su orgullo llorara de vergüenza.

Lo amaba, y esa sonrisa estúpida no hacía nada más que expresarlo todo, desde lo triste hasta lo feliz.

Los días luego de la invitación de Ten comenzaron a pasar. Las maletas de Taeyong estaban totalmente listas, casi reventando debido a todas las cosas que tenían en su interior.

Sus muebles, y todas las cosas ya habían sido vendidas para así llegar sin remordimientos a Seúl. Todo durante su mudanza le recordaba a su vida entera viviendo en el mismo lugar, conociendo a la misma gente, y estando siempre en una misma rutina.

Ser perfecto, y hacer todo bien ya le había cansado. Después de todo era humano, y su primer gran error había repercutido tanto en su vida como en una empresa, y en la persona a la que más amaba.

Todo estaba hecho, y no se arrepentía. Llegaría a Seúl, ordenaría su nuevo departamento en lo alto de un edificio frente a su universidad, y finalmente podría volver a ser un cualquiera.

No sería gerente, ni pareja de alguien prohibido, y tampoco pretendería ser perfecto.

Antes de partir se despidió cálidamente de todos sus conocidos y los pocos amigos que había conservado luego de todo el escándalo. Incluso envió un mensaje a Ten, diciéndole que se cuidara y que estuviese bien.

Fueron largas horas, y se perdió varias veces buscando el número de su departamento hasta que al fin pudo llegar.

Era un lugar totalmente distinto. No parecía moderno, ni con grandes lujos; era acogedor y hasta llegó a parecerle tierno. Se puso cómodo, ordenó un par de cosas e inmediatamente se estiró sobre el pequeño sofá en el medio del pequeño departamento.

Marcó el número de Ten con una pequeña y preocupada sonrisa, típica en él cada vez que quería llamar al menor, y esperó a que este contestara.

Una vez en la línea, con la voz chillona del contrario preguntándole cómo estaba y cómo había llegado, pudo sentirse tranquilo.

—Te va a gustar —sonrió mirando todo el departamento a su alrededor, esperando lleno de energía a la respuesta del menor.

Don't Stop. [TaeTen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora