Hyukjae oyó que su teléfono sonaba por sobre el sonido de succión de la aspiradora. Corrió a atender.
—¿Donghae? —contestó.
—¿Cuál es tu sabor de helado favorito? —preguntó Donghae desde el otro lado de la línea. Hyukjae se mordió los labios conteniendo una sonrisa, derritiéndose por lo dulce que era Donghae.
—Frutilla —replicó con una sonrisa.
—De acuerdo, lo tengo —dijo él. Se notaba en su tono que estaba sonriendo—. Estaré allí en diez minutos, ¿sí?
El pelinegro escuchó que la llamada se había cortado y no pudo evitar la sonrisa tonta en sus labios. Le echó un vistazo al estado de su apartamento que acababa de limpiar con esmero, incluido un cambio de sabanas de su cama —por si acaso—, y quedó satisfecho ante el resultado. Aún tenía tiempo para una ducha, así que se apresuró a quitarse el sudor que le había provocado la limpieza. Al terminar se vistió con su mejor ropa interior —también por si acaso—, unos jeens de color negro, una camiseta y encima una camisa con motivo escocés en tonos rojos. Se aseguró de que la calefacción estuviese en término medio y ahora sólo quedaba esperar a que su adorado Donghae apareciera.
***
Tocó el timbre con los nervios haciendo trizas su estómago. No había estado en el departamento de Hyukjae, aunque en una ocasión el pelinegro le había mostrado por fuera su edificio cuando habían pasado por ahí. Sintió pasos acercándose apresurados a la puerta, y cuando Hyukjae abrió, ambos sonrieron inmediatamente.
—Bienvenido —dijo él—. Adelante —y se hizo a un lado para permitirle el paso de una manera elegante que hizo gracia a Donghae, ampliando su sonrisa si es que eso era posible.
—Wow, tienen un departamento muy bonito, Hyuk —se volteó hacia él pero Hyukjae atrapó sorpresivamente su boca con la suya. Donghae no se dio cuenta de que se habían movido hasta que sintió su espalda chocar con una pared y a Hyukjae apegándose a su cuerpo, encajando una de sus piernas entre las suyas.
El pelicastaño creyó que si el helado que llevaba en la bolsa no se había derretido con su calor corporal, ya era mucho.
—Me encanta que estés aquí —dijo Hyukjae sobre sus labios, dejando un poco atontado a un Donghae que sólo pudo asentir con su cabeza.
El cuerpo de Hyukjae se despegó del suyo lentamente, como con pesar, y su risa suave volvió a activar las conexiones del cerebro de Donghae. El pelinegro le tomó la mano para conducirlo hasta la cocina.
—Deja tu abrigo donde quieras, no me molesta —comentó Hyukjae mientras encendía los fogones de la cocina para calentar la comida que él mismo había estado preparando.
***
Dicen que el postre es la mejor parte de una cena romántica, pero a Donghae le parecía terrible que sus nervios se incrementaran a medida que avanzaba el tiempo. Estar sólo los dos en un lugar cerrado, no ayudaba a que su mente dejara de imaginar las cosas que podían hacer juntos.
La cena había estado deliciosa, pues Hyukjae sabía cómo darle sabor a las cosas, y bueno, su compañía marcaba toda la diferencia. La charla amena les había mantenido la sonrisa pegada a la cara y sus miradas, prendidas la una de la otra, transmitían lo que aún no se podía construir en las palabras. Ahora los dos comían el helado de frutilla y chocolate que Donghae había traído, con sirope de chocolate y galletitas. Y difícilmente un postre antes les había sabido tan dulce, entre besos robados y risas traviesas.
—Dime una cosa, Hyuk —dijo Donghae luego de saborear un bocado de helado. Sus ojos se deslizaron por el resto del apartamento, que por cierto era de muy buen gusto—. ¿Aquí es dónde vivías con tu ex?
ESTÁS LEYENDO
Sweet winter
RomantikDonghae y Hyukjae son dos hombres que, presentados por sus amigos, se ven envueltos en una noche dulce y diferente. Ellos no buscaban exactamente el amor, pero descubren que es justamente éste el que les ofrece la mejor alternativa para encontrar ca...