Epílogo

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La tradición de los viernes se había convertido en la tradición de los sábados. Comida chatarra, conversaciones, videojuegos, todo eso en casa de Donghae, con cinco hombres comportándose como adolescentes, aunque sólo uno de ellos lo era.

En ese sábado por la tarde, Hyukjae y Donghae caminaban rumbo al supermercado que quedaba a un par de cuadras de la casa de Donghae.

La primavera daba señales. Los árboles florecidos enmarcaban el camino, la luz del sol parecía tener más fuerza, el cielo brillaba, las personas parecían sonreír más. Eso sí, Donghae supo por qué Hyukjae odiaba que terminara el invierno y comenzara la primavera; él no podía dejar de estornudar debido a la alergia que el polen de las flores flotando en el aire le provocaba.

—¿Tomaste tu pastilla esta mañana, verdad? —preguntó Donghae luego de que Hyukjae estornudara una seguidilla de veces. Entrelazó su brazo con el de él un poco en actitud cariñosa.

—Lo olvidé —replicó.

—¡Hyukjae! —le regañó—. No te quejes ahora, entonces.

—¡Pero no me he quejado! —se defendió. Donghae rió un poco y Hyukjae se le unió después.

—Tienes que cuidarte —le dijo Donghae mientras se apegaba un poco más a su brazo.

—¿No querrás darme un beso, si no? —le preguntó divertido acercando su cara a la de él.

—¡No! ¡Aléjate! —exclamó haciendo su cara a un lado pero riéndose—, ¡tienes gérmenes!

Hyukjae se rió también y se resignó al rechazo de Donghae, por el momento.

En el supermercado se entretuvieron buscando comida y algunas bebidas extras para esa noche. Hyukjae empujaba el carrito de la compra mientras Donghae escogía los productos recibiendo a veces la opinión de Hyukjae. Alguna sonrisa, una mirada, o un gesto pequeño, cualquier cosa era una comunicación entre los dos. El tiempo que habían pasado juntos, un par de meses, lo sentían como una dulce eternidad, y no una mezquina, pues su amor se manifestaba en los detalles, en las largas conversaciones que mantenían Hyukjae y Henry, en la disposición de estar juntos, en las llamadas, los mensajes, el apoyo constante, como si se conocieran una vida entera. Y de pronto, cuando Donghae lo miraba, ya no podía concebir una vida sin Hyukjae a su lado, sin sus sonrisas y su sinceridad, sin su voz, ni el sonido de su risa; sin su compañía y sin su afecto.

—¿Por qué me miras así? —preguntó Hyukjae a Donghae sintiéndose un poco nervioso. Donghae se sonrojó levemente.

—Sólo estaba pensando.

—¿En mí?

—¿En quién más? Tonto —musitó mientras rodaba los ojos y le indicaba a Hyukjae que fueran a una caja a pagar por la compra.

Donghae comenzó a sacar las cosas del carrito y los dejó sobre la banda transportadora. De pronto sintió los labios de Hyukjae dejarle un beso en la mejilla, y el calor inundó su rostro como si fuese la primera vez que Hyukjae le besaba. Sus ojos brillantes se encontraron unos segundos antes de que ambos terminaran de sacar la comida del carro.

De regreso a la casa, el día seguía casi tan luminoso como antes. El sol había caminado en el cielo pero aún faltaban un par de horas para que comenzara a ocultarse. Donghae amaba que los días fuesen más largos aún cuando Hyukjae tuviera que sufrir un poco en esa temporada, pues así tenían más tiempo antes de que tuvieran que separarse al anochecer.

Su teléfono comenzó a vibrar en el interior de su pantalón. Hizo malabares con las bolsas que cargaba para revisar su móvil. La pantalla de su celular anunciaba un mensaje de Kyu.

Sweet winterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora