La Vida Gorda (152Kg//335Lb)

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   El olor me llamaba. Caminaba en medio de una estrecha calle. La gente me miraba curiosa. Ese día había decidido llevar mi ropa favorita, ya que era un día especial. Puku y yo celebrábamos un año de vivir juntas. Mi hermanita era una adulta. No había mejor manera que celebrarlo en mi buffet favorito. Este lugar pudo ser uno de mis mayores temores seis meses antes, pero ahora era mi casa. Ya habían pasado seis meses desde mi retiro, y por primera vez me sentía totalmente satisfecha con mi misma. Caminaba en las calles y me gustaba que la gente me volteara a ver. Me gustaba como mis dos papadas relucían arriba de mi collar favorito, así como estas llegaban a combinar con mi preciosa y gorda cara, Mi constante crecimiento no me había dejado tiempo para comprar nueva ropa, así que seguía usando la de seis meses antes. Me gustaba usarla y sentirla cada vez más apretada. Era como estar en un cuerpo diferente cada día. Mi panza ya no cabía más en ningún par de pantalones, por lo que la dejaba respirar todo el tiempo recargada en mis piernas y cubriendo mi vagina. No podía ver mi vagina, estaba cubierta por las lonjas bajas de mi panza, la cual por fin comenzaba a tener celulitis por sí misma. Ese día llevaba puestos mis viejos shorts, que prácticamente ya eran imposibles de observar debajo de mi obeso cuerpo. Mis piernas eran más gordas y celulíticas, y cada paso que daba hacía que estas se movieran de una manera gelatinosa y sensual. Hace seis meses me podría avergonzar de como lucía, pero ahora estaba orgullosa. Era una segunda oportunidad. Podía olvidarme de la Dobuita amargada, porque ahora era una gordita feliz y comelona.

   Entre al buffet. Puku aún no llegaba, pero los chicos de la barra ya me miraban. Los conocía bien. Solía venir a este lugar una vez a la semana, y cada que venía implementaban un poco más de comida para mí. Era un buffet de "Todo lo que puedas comer". El paraíso de nosotras las personas gordas. En el Buffet también estaban Christy y su esposo. Un matrimonio gordo. Nos conocíamos porque frecuentábamos los mismos restaurantes, y habíamos llegado a formar una amistad. No me sorprendía verlos ahí. Siempre que los veía estaban comiendo, y lo mismo podrían decir ellos de mí. Me acerque y los salude a ambos. Christy y yo compartíamos la misma edad, y ambas éramos nuevas en el mundo de los gordos. Ella solía ser una modelo de bikinis en su época preparatoriana, y solía ser una porrista bastante ágil y sexy. Su esposo era un jugador de Futbol, y solían salir desde que tenían unos dieciséis años. Ella se embarazo a una temprana edad y tuvo que casarse con él, para pronto perder él bebe por un accidente médico. El embarazo le llevó a subir de peso, y la depresión que le siguió a la perdida le llevó a engordar aún más. Su esposo dejo de hacer ejercicio y consiguió un trabajo como oficinista, estar sentado todo el día y estar comiendo rosquillas todo el tiempo, le llevó a desarrollar un cuerpo gordo. Eran una bella pareja de gorditos, con rostros adorables y con cuerpos bastante bonitos y sensuales. Nunca en mi vida creí pensar que los cuerpos gordos eran atractivos, pero mi nueva vida me estaba abriendo los ojos a muchas cosas que ignoraba. Me sentía más bella y sexy de lo que me sentía cuando tenía un cuerpo atlético. Era la chica más hermosa que podía existir.

   Tome asiento. Mi gordo y celulítico culo abarcaba el lugar de dos personas. Casi toda mi nueva encontrada gordura parecía estarse distribuyendo en mi panza y en mi culo. Me encantaba. Nunca me había sentido tan atractiva y femenil en toda mi vida. Ya no recordaba cómo era la vida como una chica delgada. Tan solo pensar en eso me causaba un dolor de cabeza. Me era imposible visualizar una vida en la cual constantemente tenía que estar revisando lo que comía. Sonaba como una pesadilla. Recientemente el doctor me había dicho que era necesaria una dieta, ya que ahora se me consideraba una obesa mórbida. No lo haría. El doctor no entiende lo que es disfrutar la vida. Estoy más saludable que nunca, y me siento orgullosa de que me llame obesa mórbida. La barra del buffet abrió, y estaba preparada para volverme aún más obesa. Estaba viviendo el sueño americano. Debía aprovechar mi felicidad, porque no dura para siempre... o tal vez sí.

La Atleta (Un Relato Fetichista)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora