sull'amore platonico che si è sviluppato tra i due

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- Basura - pronunció Nestore mientras apagaba el cigarrillo sobre el cenicero.

- No en realidad, sólo piensen durante segundo - dije un poco exaltada, como si me dirigiera ante un público atento. - ¿Por qué es hermoso el acto sexual en realidad? - los miré a todos esperando su contestación.

- ¿Por qué más lo va a ser, Rossetta? Sólo piensa por un segundo lo que dices - pronunció uno de los hombres congregados en la habitación. - El acto sexual contiene belleza en cada uno de sus movimientos, sólo medita durante un segundo, el hombre seduce a la mujer y la lleva hasta la cama, es ahí donde la posee y ella a su vez lo posee a él, se envuelven con un manto sagrado, el manto de la desnudez; sólo míralo de esta forma, es un acto ritual, instintivo, es simbólico y representa demasiado para el hombre: la virilidad, la madurez; muchas cosas giran en torno suyo y culminan en el bello acto de la eyaculación, demostrando así la capacidad reproductiva del varón, esto le hace grande, le reconforta el alma, lo establece como ser, es por eso que las mujeres no deberían oponerse cuando su marido les pide tener relaciones intimas, porque si se le niega al hombre el acto de procrear, de dominar, algo se quebranta dentro de él.

- Bueno, ¿Y qué hay de la mujer? - refuté con algo de cólera, de inmediato todos los hombres empezaron a reír

- No seas tonta, Rossetta - pronunció Nestore - La mujer obtiene el placer, el placer es algo muy importante, no cualquier hombre en la tierra lo puede poseer, algunos ni siquiera llegan a sentirlo ni una vez en su vida.

- Claro, ¿Y ustedes cómo saben que la mujer obtiene placer? Además de todo, ¡Es tan impuro! ¡Tan banal! El placer del acto sexual no es otra cosa más que una respuesta ante un estímulo del cuerpo, una respuesta comparada a cuando te pinchas el dedo, no es nada más que la respuesta de la carne a una sensación de la carne, no hay nada más en ello, sólo dos cuerpos copulando en un colchón, no hay arte en eso, no hay belleza en que te metan un pene por la vagina.

- ¡Rossetta! - Gritó Nestore bastante enojado - No puedo creer que hables de esa forma, y menos delante de mis amigos, no es bueno para una mujer decir tanta barbaridad en una sola frase.

-¡No es una barbaridad! Es biología y si te apena no creo que seas tan viril como presumes - Me revelé

Hubo murmullos en el cuarto y mientras tanto Nestore me miraba de una forma horrenda, pude ver en sus ojos un terrible enojo que pudo incluso haber ascendido del mismo infierno con quien se conectaban las plantas de sus pies.

-¡Ya basta, ya basta! - Pronunció el ya viejo Francesco

- Es por eso que las mujeres no deben tratar este tipo de temas, no sirven para eso - añadió el esposo de Antonella

Cada vez los murmullos eran mucho más fuertes, la rabia se apoderó de mi ser, salí de aquel cuarto lleno de idiotas con prisa, necesitaba fumar un cigarrillo o iba a morirme; caminé por el pasillo que daba hacia el patio trasero y abrí la pequeña puerta blanca de madera, me dirigí hasta la pequeña mesa que se encontraba afuera y me senté en la silla derecha. Saqué un cigarrillo con torpeza y quise prenderlo pero mis manos titubeaban así que lo dejé.

-Cielo, esos hombres están locos -pronuncié mientras me llevaba una mano a la cabeza

- Bastante -escuche una voz delante de mí y alcé la vista, acelerada

- Tranquila, soy yo - repitió la voz que ahora me parecía más clara, era Mia, hija del señor Francesco, con ella había cruzado palabra algunas veces.

-Diablo, no te vi. ¿De dónde has salido?

- Disculpa Rossetta, escuché lo que dijiste ahí dentro y quería decirte que estoy totalmente de acuerdo - pronunció con firmeza, me pareció bastante extraño que ella deseara decirme algo así.

- Oh, ¿En verdad? ¿Por qué? - cuestioné con curiosidad.

- Porque el amor platónico es el más grande de todos, como has dicho ya

- ¿Y por qué? Me encantaría que me explicaras tú

- Porque es para mí el amor más verdadero; el amor platónico nos habla acerca del alma, de las virtudes y la inteligencia que posee un ser humano, para mí no cabe duda que nada en este mundo se compara al placer que puede uno sentir al escuchar al ser amado hablar de tal forma que cautiva todos los sentidos, expresar su visión del mundo con embeleso, como si describiera el ar... no, como si creara arte con sus palabras, porque ¿No es eso? ¿No es eso Rossetta? La lectura de un buen libro ¿No es más que palabras plasmadas? Palabras que alguien dijo y repitió en su mente, palabras que encerró en papel y otro más sacó a través de la boca; y por eso, por eso Rossetta uno debe leer en voz alta y no con el pensamiento, porque el pensamiento es bueno, sí, pero las palabras, ellas expresan, los escritores han matado las palabras, es el precio que deben pagar sus bocas, las palabras mueren en una hoja pero alguien les devuelve la vida cuando las lee en voz alta, como si las dejase salir, ¡Ser libres! Volver al eterno. ¿No lo crees Rossetta? ¿Estoy siendo muy atrevida? Me he desviado del tema, lo sé, pero sabes a lo que me refiero, tú más que nadie lo sabes.

- ¿Por qué yo lo sé? - cuestioné sorprendida

- Porque tú entiendes, Rossetta

La mire durante unos segundos, era tan joven, cinco años menor que yo, pero eran suficientes para que pareciese una niña, su vestido largo abarcaba todo su cuerpo, era color rosa, radiante, hermoso, lleno de encajes; pero no era sólo su vestido lo que deseaba encontrar en aquella joven, no era sólo un pedazo de tela por lo cual noté su presencia, sino porque por primera vez en la noche la veía como un ser y no como un cuerpo.

- Sí - respondí atónita - Lo que has dicho...

- No, no, Rossetta, no lo digas porque me muero, me muero Rossetta

- ¿Por qué?

- Porque sólo hablo tonterías, y no puedo creer que hayan salido de mi boca frente a ti, disculpa.

- ¿Frente a mí?

- Sí, Rossetta, tú eres una mujer tan culta

- Como tú

- No, escúchame Rossetta, es que yo te admiro, te admiro ¿Me entiendes? - pronunciaba con nerviosismo - Cuando te escucho hablar durante las cenas.... no debería decir esto Rossetta, debo volver con mi padre, sí, debo irme, perdón, nos vemos - pronunciaba enredando las palabras mientras se alejaba con algo de prisa

- No, Mia, te lo prohíbo, por favor, te ruego que bebas un poco de café conmigo

- No puedo, no creo...

- No me dejes aquí rogando, ¡Vamos!, siéntate conmigo.

- Bien -se rindió - Pero sólo una taza

- Una será

Ella se acercó hasta la mesa color blanca frente a la cual me hallaba ya sentada, mientras tanto le serví un poco de café; al fin se sentó y tomó la taza un poco apresurada, la miré mientras bebía con delicadeza y a la vez llena prisa, intentando huir; me pareció bastante gracioso la forma en que lo hacía, aparentaba ser tan pequeña, como un pajarito que nunca ha intentado volar lejos del nido.

Uccellino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora