Peligro biológico

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La mañana estaba soleada. Se estiró y abrió levemente un ojo. Entonces comprendió que no era sol lo que percibía, sino luz artificial, totalmente blanca y fría.

Se incorporó lo más rápido que pudo en la cama, que resultó ser una camilla. No podía recordar cómo había llegado allí. Su mente trabajaba como en cámara lenta. Era probable que tuviera un accidente, aunque realmente no le dolía nada.

Apoyó los pies en el suelo y escuchó. No se oía a nadie, ni un sonido. El lugar parecía una habitación de un hospital, pero el hecho de que tuviera una gran ventana de vidrio, le hizo dudar.

Se paró y caminó con decisión hasta la puerta. Tomó coraje y la abrió.

El pasillo estaba vacío. En el otro extremo se veía una puerta de vaivén doble, con una ventana circular en cada hoja. Caminó despacio pero con determinación y al llegar se asomó por una de las ventanas. Nada. O mejor dicho, nadie.

Al otro lado había una sala completamente vacía, pero con varias filas de butacas. Parecía una sala de espera, solo que los asientos estaban orientados hacia una pared de vidrio, como un auditorio.

Empujó una de las hojas de la puerta, que chirrió ruidosamente, y entró en la sala. Se acercó al vidrio y observó que al otro lado se veía la camilla donde había despertado.

Una correntada de aire frío llegando desde algún lugar le recordó que solo vestía una bata, por lo que se puso una campera de mujer que alguien había dejado colgaba del respaldo de una de las sillas.

En otro de los asientos encontró un sujeta-papeles con notas firmemente agarradas por un gancho, en la parte superior. Por la letra, casi indescifrable, intuyó que eran las anotaciones de algún médico.

Logró reconocer algunas palabras: pruebas experimentales... mutación aberrante... peligro biológico... y sobre el final, en letras bien claras: abortar operación y evacuación inmediata.

Quedó impresionada con la revelación. Aquel lugar no era una clínica normal, sino un laboratorio de pruebas experimentales. Dedujo que algo había salido mal y todos se marcharon, abandonándolo todo, y abandonándola a ella.

Pero ¿por qué estaba ella ahí? ¿Fue objeto de pruebas experimentales? Un escalofrío recorrió su cuerpo. Miró a su alrededor, aturdida, tratando de orientarse.

Caminó por un pasillo por el que parecía penetrar el aire frío. A lo largo del camino había puertas cerradas que no intentó abrir; no quería investigar, solo deseaba encontrar la salida.

Al final del pasillo, otra puerta de vaivén y al otro lado, otra sala en la que había sillones y un televisor encendido. Y al fondo estaba la puerta. Parecía la entrada principal. Y para ella, sería la salida.

Al entrar en la sala no oyó sonido proveniente del aparato. Se veía en la pantalla el símbolo de la función mute. Las imágenes mostraban a un periodista con un micrófono, haciendo ademanes y con cara de preocupación. Lo rodeaban un montón de personas con miradas nerviosas y gestos de ansiedad.

Esto le llamó la atención y su curiosidad pudo más. Se acercó a la mesa baja que estaba frente al televisor, donde se apilaban revistas y folletos. En el suelo, junto a la mesa, encontró el control remoto. Lo levantó rápidamente y presionó la tecla para restablecer el volumen.

Inmediatamente se escuchó la voz del periodista que estaba trasmitiendo desde la «prestigiosa clínica experimental, donde había ocurrido el incidente».

Explicaba que «las autoridades no habían informado exactamente qué había pasado, pero todo el personal ya había sido evacuado, quedando el edificio completamente vacío. Y se esperaba que llegara el equipo comando que ingresaría al establecimiento para exterminar cualquier amenaza para la salud pública que allí se encontrara».

El periodista siguió hablando, pero ya no lo escuchaba. La desesperación y el pánico la invadieron. Ya no podía salir por la puerta principal, como pensaba hacerlo momentos antes. Había mucha gente afuera y si alguien la veía salir de allí, podían considerarla una amenaza. No sabía si estuvo expuesta a alguna sustancia que la hiciera peligrosa. O contagiosa. Pero dudaba que el equipo comando que estaba a punto de entrar, se tomara el tiempo para hacerle exámenes. La clínica supuestamente estaba vacía. Cualquier cosa que encontraran dentro iba a ser exterminada. Y eso la incluía a ella.

Respirando con dificultad a causa del miedo, trataba de ordenar sus ideas. Buscaría otra salida. Tenía que concentrarse para poder idear un plan de escape. Iba a recorrer la clínica. Iba a volver por el pasillo que la había traído hasta allí e intentaría abrir cada puerta. Debía encontrar un lugar por donde escapar.

Pero ya no hubo tiempo. Con una explosión, la puerta de entrada se abrió de par en par y entraron hombres armados.

Se oyeron gritos y disparos. Fueron momentos de mucha tensión. Luego, un silencio de muerte.

Conteniendo el aliento, los hombres se acercaron con cautela al cuerpo que yacía inerte en el suelo, acribillado, cubierto por una bata y una campera, bañados en sangre. Un gran ojo, mirando la nada. La aberrante boca, desproporcionadamente grande y repleta de dientes afilados, abierta en un grito silencioso.

Exhalaron aliviados. Habían abatido al monstruo.

***


Relatos impensadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora