Negativa

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El escenario: Un sofá, y una rubia en shock.
😮

Kai tomó una de las rodillas de Usagi, y la movió lo suficiente como para poder acomodarse en medio de sus piernas.

¡Que es esta cosa!

Usagi jamás había sentido esa dura-anatomía-masculina. A pesar de ser una mujer crecidita, aun le faltaba mucho por aprender de la vida.

Kai se restregó en ella, haciéndole cosquillas en su entrepierna, sin embargo, Usagi solo quería apartarlo de encima, porque lo que fuera que estuviera pasando— no tan desagradable para ella, debía aceptarlo— sentía que no debía continuar, pero el platinado simplemente no dejaba de besar sus labios.

De pronto el joven cayo desmayado al piso. Sora, el pequeño príncipe, tenía un sarten en la mano.

—¿Te encuentras bien?— pregunto Luna saltando en el pecho de Usagi.

Pero la rubia no respondió, se paró de un brinco de la sala, tirando a Luna en el proceso— que, que bueno que era un gato para caer en cuatro patas— y salió disparada del departamento.

—Seguro que no la volvemos a ver— dijo Sora cabizbajo— ¡bien hecho, tonto!— libre de culpa le reclamo al inconsciente Kai.

Luna se le quedo viendo al niño, si que se podía poner estricto y dejar de parecer un niño, pero no se sorprendió, finalmente el pequeño Sora, fue el príncipe de un planeta.

—Se le olvido el bolso— dijo Sora— toma.

Se lo colgó a la pequeña gatita. Quiso disculparse con ella, pero Luna salió tras su dueña, dejándolo con la palabra en la boca.

.

.

Esa noche, por primera vez en mucho tiempo, Usagi no tuvo pesadillas, nada de despedidas en la azotea de la preparatoria, nada de idas a Kinmoku infructuosas, estaba demasiado impresionada de lo que había sucedido con Kai, la noche se la paso soñando que era perseguida por Sora y Kai vestidos de Tuxedo Mask, ambos le pedían que se casara con ellos.

La mañana siguiente, la recibió con el sol encima de la cara, era muy tarde, Luna había abierto las cortinas.

—¡Despierta perezosa!

—¡Eres peor que mi madre!

—Se supone que hoy ibas a buscar trabajo.

Usagi se le quedo viendo a Luna, como si fuera algún ente del averno.

—¿Por qué tengo que trabajar? Soy la princesa de la Luna, debería dormir en un palacio.

Y nuevamente se escondió bajo las cobijas.

—Enserio que a veces tienes unos retrocesos, como de diez años mentales— dijo Luna muy enojada.

—No tengo ganas de salir a la calle— aclaro Usagi bajo las cobijas— ¿Qué tal si veo a ese pervertido? ¿No puedes entender lo que me paso ayer?

—¿Y que se supone que fue eso?

—Pues, pues no lo sé, pero ahora me siento extraña, ¿no me habrá embarazado?

—Yo fui testigo de lo que paso, y en verdad es imposible que eso pasara.

—Pero me toco de una forma, que nunca nadie, nadie...

—¿Ni siquiera Darién?

Usagi dejo de moverse bajo las cobijas.

—Darién es el monumento a la impotencia.

Pintando un destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora