Capítulo 3.

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Samuel detuvo la moto al llegar a un grupito de casas solitarias, al pie de una montaña. Según el mapa, estaban al sur de las Ruinas, justamente cuando la moto se quedó sin combustible. Les había alcanzado para llegar hasta allí y en el camino poder registrar algunas casas más sin tener demasiada suerte. Escogieron ese lugar por estar casi en el centro del punto y parecía un lugar bastante apartado de las ciudades más grandes que, por deducción, eran las que probablemente tuvieran más gente. No les parecía una muy buena idea estar en el centro, pero tampoco querían correr el riesgo de estar demasiado cerca del campo de fuerza. Escondieron la moto detrás de unos arbustos y entraron con cautela a la casa más grande que vieron y que contaba con doble planta, lo que les daba una mejor vista hacia la llanura, aunque no se fiaban de la montaña que tenían a sus espaldas.

Samuel abrió la puerta de entrada, esperaron unos segundos, Guillermo entró listo para disparar y Samuel entró tras él. Se movían como un mismo organismo, si uno hacía un paso por izquierda, el otro flanqueaba por derecha. Si Guille revisaba las plantas de abajo, Samuel registraba con cuidado las plantas superiores y luego iban juntos a las terrazas, en silencio, con sigilo. En muy poco tiempo lograron sincronizar sus movimientos y confiando en que el otro cubriría su espalda. Justamente esa confianza y esa sincronización fue lo que le salvó la vida a Samuel al entrar a la terraza de esa casa.

-Salgo a la terraza, Guille. -Samuel terminó de registrar la segunda planta y miró por la ventana hacia el norte, hacia las Ruinas.

-Espérame. -se apresuró a subir las escaleras y llegó hasta donde Samuel le esperaba, junto a la escalera que daba a la terraza.

Samuel subió los escalones un tanto confiado ya que la casa parecía vacía, y abrió la puerta sin más vueltas, siendo recibido por una ráfaga de balas de un sujeto que se escondía allí arriba. Al momento, entre el susto y el miedo, cayó al suelo y el otro se adelantó un par de pasos con la intención de rematarlo, pero no contaba con una cosa: Guillermo.

-¡Samuel!

El grito le salió sin más, totalmente tomado por sorpresa, pero mantuvo la frialdad de pasar por encima de las piernas de Samuel, usando su cuerpo como barrera, apuntar e interponerse delante de su compañero caído y vaciarle el cargador a ese chico que no esperaba que tuviera un aliado. Tuvo miedo, un miedo horrible que le hacía temblar el pulso como nunca, y es que creyó que habían matado a Samuel, que estaba echo un ovillo en el suelo. La ira sujetó sus brazos, haciendo que, mientras se acercaba a esa rata, le disparara hasta la última bala, atravesando chaleco y casco indiscriminadamente, con los dientes apretados. Ese cabrón se había atrevido a dispararle... El chasquido sin fuego le avisó que se había quedado sin balas, pero su dedo seguía pulsando el gatillo sobre ese cuerpo inerte lleno de agujeros de bala.

-Guille...

Sólo la voz contenida de Samuel le detuvo la saña. Al darse la vuelta en el lugar, Guillermo dejó ver unos ojos llenos de odio y miedo que le daban una expresión que podría alejar incluso a un tipo con un tanque. En silencio, se acercó rápidamente a su lado y sus ojos rasgados inspeccionaron con avidez el cuerpo de su compañero.

-Estoy bien, el chaleco me salvó. -dijo Samuel con un enorme alivio, pero la voz le temblaba del susto. Se sentó abierto de piernas y se quitó con cuidado el chaleco bajo la atenta mirada de Guillermo, acuclillado a su lado y todavía con aquella mirada afilada. Lo miró, aun con esa imagen en la cabeza; Guillermo entre él y su enemigo, como un escudo infranqueable frente a una muerte segura. -Y tú también... -no pudo menos que sonreír y posar una mano en el hombro de su compañero, que todavía le miraba de una manera indescifrable; el brillo le había regresado pero su mirada seguía siendo sombría. -Gracias.

"Compañeros" - #WIGETTA - (PUBG)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora