Días De Gloria

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El recuerdo de su aroma venenoso aún recorre mis fosas nasales.

Sus cabellos fuertes y llenos de vida aún se asoman por mi memoria.

¿Cómo olvidar el vigor que le caracterizaba? ¿Cómo borrar de mis recuerdos su enorme sonrisa, sus ojos llenos de esperanza y su existencia llena de sueños?

Era un ser admirable. Además, era preciosa. Todos los rufianes que pasaban a su lado le guiñaban el ojo con actitud pícara, a lo que ella respondía con una sonrisa burlesca. Toda su expresión decía: "no eres lo suficiente para mí", por lo que se alejaba triunfal, agitando su larga melena de lado a lado y dando zancadas con un estilo envidiable.

Eso era lo que ella solía ser.

Alguna vez llegué a amar a esa persona. Me fascinaba el modo en que sus labios recorrían con facilidad la piel de los otros. Era feliz observando la manera en que manipulaba a sus seres queridos sin tener remordimientos. Esperaba con ansias el momento del día en que le escupía al perro callejero que solía acomodarse junto a la puerta de su turbulento hogar.

Pero se ha ido.

Su rostro victorioso ahora será borrado como una estela de humo. Esa valentía para hacer las cosas habrá quedado enterrada y, por último, su actitud de ganadora estará latente en las heridas que provocó. Todas esas muchachas que quedaron marcadas por su insultos y por la humillación se encargarán de esparcir las cenizas imaginarias de esa chica tan fascinante, única y ominosa a la vez, luego de que no quede rastro alguno de su coraje en este planeta...

El recuerdo de mi aroma venenoso aún recorre mis fosas nasales.

Mis cabellos fuertes y llenos de vida aún se asoman por mi memoria.

¿Cómo olvidar el vigor que me caracterizaba? ¿Cómo borrar de mis recuerdos mi enorme sonrisa, mis ojos llenos de esperanza y mi existencia llena de sueños?

Sí, eso era lo que solía ser.

Y alguna vez llegué a amar a esa persona... Alguna vez llegué a amarme, a pesar de ser un monstruo, una plaga, una completa idiota que se regocijaba con el sufrimiento de los demás. Soy un virus que merece ser erradicado, soy un ser vacío que nunca nadie logrará recomponer. Soy todo lo opuesto a esa mujer que pasaba por sus días de gloria.

Nunca llegué a sentirme bien conmigo misma, nunca supe lo que era sentir el cariño de otras manos. Era una ególatra, era alguien que se refugiaba en la piel de los demás sin sentir un resquicio de amor o amistad en ellas. Era otra persona. Ahora he cambiado, puesto que ya no soy nada. Soy insignificante, tanto o más como la sangre que corre desde mi muñeca derecha hasta el suelo de mármol blanco.

Mi rostro victorioso será borrado como una estela de humo.

Mi valentía para hacer las cosas habrá quedado enterrada.

Pero, algo que no podré modificar, es que mi actitud de ganadora estará latente en las heridas que provoqué.

Porque de la maldad lo único que queda es un dejo de insatisfacción, un agujero negro en el que se consumen todas tus cualidades como persona y marcas imborrables en las víctimas de tu odio contra lo que no puedes ser. Víctimas que continuarán ese legado, seres que también serán incapaces de realizarse. Son almas puras que cayeron en el peor infierno de todos: donde los hombres gobiernan.

¿Quieres oír un consejo?

Nunca pases por encima de los otros para alcanzar tu ideal de gloria, felicidad y éxito. Precisamente, es un ideal, y eso nunca será más valioso que la vida. No busques, como yo, que la muerte llegue a rescatarte. Quizá ni siquiera eso pueda sacarte de la tumba que has construido con los daños perpetrados.

Lo bueno, es que aún tienes una oportunidad de renovarte.

Puedes cambiar, antes de que mi sangre caiga sobre la llama que arde en tu corazón y apague el humo que te ciega ante el sufrimiento ajeno. Puedes vivir, realmente, unos maravillosos días de gloria si así lo deseas.

El cambio está en tus manos.

Ominosa condenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora