Criatura

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La criatura seguía allí.

Su aspecto era vomitivo.

Sus ojos inyectados en sangre estaban perfectamente acompañados de su larga lengua color grisáceo.

Sus dientes afilados hacían juego con las uñas amarillentas de su indeterminable número de extremidades.

Su cuerpo se retorcía con felicidad cada vez que sus alas zumbaban, a la par que sus oídos expulsaban un fluido viscoso cuando respiraba por aquellos orificios que se asemejaban a las branquias de los peces.

La criatura seguía allí, constantemente vigilada por un par de hombres que sentían escalofríos al reparar en ella.

Pero todo cambió una noche, cuando uno de los hijos de los guardias se adentró en la celda donde la mantenían encerrada.

En cuanto la vio, una sonrisa se dibujó en el rostro del muchacho.

La criatura era hermosa.

Sus ojos eran oscuros y tenían pequeñas líneas rojas que la hacían lucir divertida y única.

Sus dientes eran tan fuertes como los de un tiburón, mientras que sus aparentes piernas y manos guardaban semejanza con los tentáculos de un pulpo, el cual era su animal favorito. A su vez, cada una de ellas terminaba en forma de garra con largas uñas, como las de su madre, pero igual de sucias y descuidadas que las de su padre. ¡Eso la hacía aún más genial! Parecía combinar a los seres humanos con muchos animales, por lo que podía poseer las cualidades de cada uno de ellos.

Además, hacía una especie de baile gracioso cada vez que agitaba un par de grandes estructuras semi-transparentes, con un ruido como el que hacen los aviones al pasar. Por si fuera poco, de su interior salía algo parecido al delicioso zumo de frutas que bebía todas las mañanas. Tenía unas marcas alargadas por las que parecía entrar y salir el aire, como había descubierto que sucedía detrás del refrigerador que contenía los más deliciosos alimentos de su hogar.

La criatura seguía allí, pero al sentir que ese chico la consideraba preciosa, dejó salir su belleza interior.

Y los guardias, al ver su majestuosidad, no tuvieron más remedio que dejarla libre.

Ominosa condenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora