Cap 5: Parece que se ha vuelto mi amuleto de la suerte.

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POV. Kaira.

A la mañana siguiente me senté junto a Emma a la hora de la comida. Alejadas del resto de servidumbre.

— ¿Cómo te fue? — Me pregunto.

— Creo que bien, no sé quién era, pero no quería ningún hijo al parecer.— Dije asustada tragando a fuerza la comida.

— ¿Y eso porque? —

— Me insistió en que tomara algún brebaje para no tener ningún hijo o hija. —

— ¿Quien fue? ¿Cómo era? — Dijo con mala cara, pues el plan no había salido como planeamos.

— No tengo idea, y espero no saberlo nunca. — Dije segura de mi misma. — Les diré que el padre es un lacayo que se fue corriendo en cuanto supo que estaba embarazada. — Dije asustada, esperando que todas las mentiras no me golpearan a la cara.

— Con suerte y cuando vea que estas embarazada, no mande a que te den latigazos y solo te encierren en la mazmorra. — Asentí.

Luego subí mi pie asombrada al ver la cadena de plata que yacía alrededor de mi tobillo. Se notaba cara. Se la mostré a Emma con disimulo y ella abrió los ojos asustada.

— ¿De Dónde la sacaste? —

— El hombre me la dio antes de irse, para que cuando regrese sepa con quien estuvo. — Digo terminando mi comida. Ella sonrió en aprobación.

— Tal vez sirva para algo después de todo, si te hace su prostituta, seguramente te pagué bien. — Asentí no muy convencida.

Un 1 mes pasó rápidamente y se anunció que el Señor del castillo regresaba pronto con su ejército. Que preparáramos la comida y bebida necesaria.

POV. Narrador Omnisciente.

— Es extraño ¿No lo crees Igor? — Le decía al caballero a su lado, mostrándole el mechón de cabello, castaño rojizo. Un extraño color.

— Seguramente sea una bruja, y por eso la disfrutaste tanto, quizás por eso no quiso mostrarse y su verdadera apariencia sea espantosa. — Dijo volteando a ver el mechón de cabello. — No has dejado de verlo. —

— Parece que se ha vuelto mi amuleto de la suerte. Todo ha salido bien desde tomar las tierras, que se rindieran aun sin pelear, los nuevos recursos para el castillo. — Volteó a ver el mechón de cabello maravillado.

— Quiero volver a verla en cuanto regrese. — Quería volver a ver a esa mujer extraña. Le había parecido una eternidad su regreso al Castillo. Y solo un mes y medio hacía de eso.

Kaira mientras tanto tenía su revisión con Jaqueline y Emma, ambas señoras y ella en la iluminada habitación. Kaira se despojó de sus ropas, mas sin embargo no quitó la manta en su cabello.

— Quítatela también. — Dijo Jaqueline. Y Kaira suspiro derrotada.

Cuando la quitó Jaqueline se asustó un poco por aquel color de cabello chocolatoso. Volteo a ver a Emma quien tenía la cabeza gacha. No dijeron nada más y empezaron a revisar desde su coronilla hasta sus pies. Lo que Jaqueline y Emma encontraron entre las piernas de Kaira asombro a la más vieja. Jaqueline.

— Pensé que habías sido prostituta. — Dijo extrañada. —

— Solo he estado con un hombre. — Dijo Kaira bajando la mirada.

— El hombre que supongo es el padre de la criatura que llevas en el vientre. ¿Me equivoco? — Kaira asintió dándole la razón.

— Él se fue hace muy poco al saber que esperaba un hijo. — Dijo Kaira al borde de las lágrimas, se le daba bien mentir a la chica, algo de lo cual se sentía totalmente orgullosa.

— Bien habrá que informarle de ello al Señor Dahl. — Dijo Jaqueline. Cuando Kaira se había puesto algo, la primera en salir fue Jaqueline.

— ¿Qué hiciste la pulsera que te dejó el padre del niño? — Le pregunto a Kaira, Emma.

— La cosí entre un bordado de la manta que llevó en la cabeza. — Contestó poniendo bien su ropa, y saliendo casi triunfante de ahí.

Con suerte no sería nada grave, a menos que el padre del que llevaba en su vientre hiciera un revuelo. Todos siguieron su camino.

El resto de la semana paso apresuradamente. Nuevamente llegó nueva servidumbre, pero la mayoría se quedaba a las afueras del castillo en el pueblo.

El Señor del Castillo Aren Dahl Haugen llegó ansiosamente, al igual que muchos caballeros y soldados que esperaban ansiosos, ver a sus familias. El día de hablar sobre lo que pasaría con Kaira llegó, quien estaba totalmente atemorizada que no creyeran sus mentiras.

POV. Kaira.

— Te llaman. — Hablo Astrid fuerte y enojada. Tragué fuerte.

— Tranquila solo está enojada, porque el Señor Aren la rechazó en su lecho la noche anterior. Creo que trajo a alguien que le dé herederos, porque nunca había rechazado a Astrid. — Asentí no muy convencida, sonriéndole a Mirna. Otra costurera casi de mi edad, solo que ella estaba casada con un caballero, y tenía unas hijas con él.

— Eso dijo mi Esposo, al parecer está enamorado, porque rechazó a todas las prostitutas en el exterior. Creo que pronto nos dará esa buena noticia. —

— Bueno pues ojala cambie ese carácter altanero. — Dije levantándome de mi lugar, a lo que ella rio conmigo, junto a otras costureras.

— Al Gran salón. — Dijo Emma sonriéndome segura y tomando mi mano, para no sentirme débil.

— ¿Y si me manda a matar? — Negó.

— No manda a matar mujeres, niños, aunque algunas mujeres han muerto luego de sus castigos por pecados severos. Quizá haga que te castiguen. Pero si es así rogaré por ti. —

— No entiendo porque me defiendes no he hecho nada por ti.— Dije subiendo los últimos escalones.

— Claro que sí, cuando me acusaron de robar en el otro castillo, te opusiste a esos guardias y me ayudaste. —

— Habría hecho eso por cualquier señora mayor que trataran injustamente. — Dije riendo.

— Exactamente por eso. Es injusto para ti también que te traten así solo por ser extranjera. — Dijo ella guardando silencio cuando entramos al gran salón. En donde estaba de frente un gran asiento para el Señor, y al costado estaba Jaqueline, e Igor.

El Señor del Castillo Haugen: Aren Dahl. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora