Cap 9: ¿No me estas mintiendo?

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POV. Kaira.

— ¿Ya terminaste tus tareas? — Me pregunto. Yo Asentí. Repartiendo el heno junto a él. — Tengo entendido que te mudaste dentro del castillo. ¿El Señor Aren te hizo su concubina? — Negué muchas veces.

— No tiene un gusto por mí si eso crees... Solo siente lastima por mí, además que ahora estoy encargada de su comida y de sus ropas. — Dije acariciando a una yegua mientras ella comía.

— ¿Eso no lo hacía Astrid? ¿Qué hiciste para quitarle ese privilegio? — Preguntó extrañado vertiendo un poco de agua en los barriles para los animales.

— ¿Privilegio? Martirio querrás decir, esa no fue mi intención. — Dije. — Solo tengo muy mala suerte. — Dije y este rió.

— ¿Has escrito otro poema Jensen? Me gusto el que escribiste el otro día. — Admito.

— No he tenido mucho tiempo, y como verás lo hago en mis ratos libres y la inspiración no llega de la nada. —

— Cierto. — Digo sonriéndole. Luego me ve con el ceño fruncido.

— ¿El collar que llevas es del Señor Aren, verdad? — Pregunto asustado.

— Así es... Porque ¿Es un problema? —

— No le daría ese collar a cualquiera, ni siquiera se lo ha dado a Astrid. Creo que podría ofenderlo si sabe que hemos estado a solas. — De la nada llega Astrid. Y su mirada es de odio puro.

— Dame ese collar. Me pertenece, su lecho, su cama todo de él. Me pertenece, es mío. — Dijo con la suficiente fuerza para que escuchara cualquiera dentro del gran establo.

— Lo siento, pero no sé si le ofenda que te lo de sin su permiso. Podrías ir a preguntarle si te lo puedo dar o algo. — Dije alerta sin quitarle los ojos de encima, la chica estaba un poco o más tonta que yo.

— No. Dámelo ahora. —

— Astrid quizás has bebido demasiada cerveza o vino. Así que estas delirando, ve a acostarte antes de que hagas algo de lo cual te arrepientas. — Digo viéndola más seria. Esta solo se abalanzo a mí, y yo me hice a un lado. Tomo un rastrillo, y me señalo con este.

— Astrid baja eso, sé que no quieres lastimarme. — Y corrió hacía mi con eso en su mano.

Cuando esta lo levanto para darme con todas sus fuerzas en la cabeza. Me lance contra su cuerpo derribándola. Hace mucho tiempo había tenido ganas de golpearla y ahora tenía la oportunidad.

Mis manos a puño cerrado impactaban en su rostro, así como algunas de sus uñas se deslizaban por mi cuello sin llegar a mi rostro. El último golpe que lance lo di con la suficiente fuerza que ella había perdido la conciencia. Jensen llegó hacia a mí. Levantándome y escondiéndome detrás de unos caballos.

— ¿Qué hiciste? Cuando el Señor se entere de lo que has hecho nos mandará a cortar el cuello por su favorita. — Y luego miro mi cuello. — O bueno tal vez a ti no, pero a mí sí. –

Unos guardias que estaban cerca, fueron corriendo a levantar a Astrid, yo por suerte ya estaba de camino a mi habitación. Me cubrí con una manta el rostro y por ser de noche algunos, ni lo notaron. Al menos no mi cara de angustia.

A la mañana siguiente fui a los pozos a bañarme y Emma me acompañaba como siempre, me tendió prendas que no eran exactamente mías.

— Emma esto no es mío. — Dije devolviéndoselas. Esta rió.

— El padre de la criatura en tu vientre quiere que uses eso. Dice que ya notó como la ropa te irrita la piel. — Tragué fuerte mirando mi pecho, pues era cierto. Parece que él me miraba más de lo que debería.

— Bueno. — Dije cuando termine de atar el vestido salí tras las cortinas que me cubrían al cambiarme.

— Se te ve Hermoso como cualquier cosa. Definitivamente no pareces nada una sirvienta, la gracia puede notarse hasta en la forma que vistes y caminas, con gracia y elegancia. No me sorprendería que en tu vida anterior hayas sido alguien importante. — Dijo ajustándome el vestido de algodón y lana. Era delicado, de un tono celeste con bordados.

— Acentúa tu cintura y tus caderas, si antes te volteaban a ver con harapos, hoy querrán comerte no sin antes que El Señor Aren los mate si es que lo intentan. — Dice riendo. — Solo una cosa más. — Dijo poniendo en mi cuello el collar. Yo reí. Y cuando esta estaba terminando de ponerlo. Me vio el cuello fijamente.

— ¿Quién te hizo esto pequeña? — Pregunto asustada.

— No importa. — Dije negando y cubriendo mi cabello con una manta al mismo tiempo que mi cuello también.

— ¿No importa? Cuando el Señor Aren se entere mandará a arrancarle la cabeza a quien sea que se haya atrevido a tocarte. — Y ya tenía muchos problemas. Por lo que suspire, y cubrí bien mi cuello.

— Por eso no se enterara. — Digo cubriendo bien. Asintió de mala gana.

— Bueno apúrate que si le llevas tarde al desayuno se enojará contigo. — Asentí.

Entre a la cocina lo más rápido que pude y Jaqueline me tenía lista la bandeja del Señor.

— ¿Vine tarde? — Le pregunte.

— A tiempo. — Negó sonriente.

— Bien. — Entre al gran salón y evite hacer contacto a los ojos del Señor Aren. Cuando llegue a su lado. Su ceño se frunció. — Buenos Días Mi Señor. — Le sonreí inocente.

Este frunció su ceño aún más. Me escape antes que hablara y regrese esta vez con una charola con el vino suave de la mañana y el postre. Puse todo en su plato.

— ¿Se le ofrece algo más? — Pregunte. Y este negó. Llene su copa de vino y me quedé estática a su lado mientras esperaba que terminara de desayunar. Volteó a verme y su copa aún seguía llena.

— ¿Desea algo más? — Pregunte nuevamente. Extendió una mano y me halo hasta donde él. Me sentó en una de sus piernas mientras terminaba su copa de vino.

— ¿Porque recogiste tu cabello y lo llevas bajo ese manto? — Pregunto con un poco de molestia en su voz.

— Es solo que me dio un poco de sarpullido, y prefiero evitarle una mala vista a sus ojos Mi Señor. — Conteste rápidamente.

— ¿No me estas mintiendo? — Pregunto. Sonreí un poco.

— Está mejorando en saber cuándo miento. — Dije riendo bajo. El resto de soldados no quitaban sus ojos de mí. — Gracias por la prenda. — Le sonreí sincera. — Es bastante cómoda. —

— Espero lo sea para el bastardo en tu vientre. —

— Pues el bastardo está bastante cómodo, gracias. — Dije levantándome porque no quería discutir a buena mañana, justo cuando desperté con buen apetito y buen humor.

— ¿Te pedí que te retiraras? — Frunció el ceño halándome y sentándome en sus piernas con fuerza.

— No Señor. Lamento haber desobedecido. — La puerta se abrió de la nada entrando Astrid y un par de soldados al salón.

— Señor lamento traer malas noticias durante su desayuno, pero golpearon a su favorita. Ayer en la noche. Creemos que el culpable es este chico. –

Traían a fuerza a Jensen. Quien me miró y apartó su mirada de mí. Yo lo observe asustada. El Señor Aren apretó su mano a mi cintura y me miro interrogante.

— Créeme esta vez, por favor. — Susurre a su oído. El volteo al frente.

El Señor del Castillo Haugen: Aren Dahl. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora